A pesar de los dolores que nos provoca la pérdida de nuestros
luchadores sociales, pocas veces reflexionamos sobre las consecuencias que ello
impone para la comunidad. Justo es preguntarnos ¿Cuánto cuesta a la sociedad
forjar un líder?, en especial ¿cuánto cuesta al pueblo formar un defensor de
los derechos humanos?
El costo no se detiene en los años que dura la forja, hay que
sumarle la participación decidida en los movimientos sociales, las
persecuciones de la autoridad, las visitas (obligadas, desde luego) al
ministerio público, a las estancias (no menos involuntarias) a las
barandillas de la
policía y a las cárceles, las derrotas en algunas de las luchas centrales y las
victorias, que sin dejar de serlo, se conquistan perdiendo parte del pellejo y
hasta la libertad, el destierro o la vida de valiosos compañeros.
Esa es la experiencia, la historia y la vida de Jesús Michel, Norma Corona, Carlos Morán Cortéz y de Jorge Aguirre.
La historia, el tiempo, son los aliados naturales y los
cómplices de nuestros héroes, pues ellos guardan en silencio y al abrigo de
intereses depredadores la memoria de sus luchas, los testimonios de las
derrotas y los grandes momentos de las victorias. No importa que los enemigos
del progreso y de la democracia pretendan eliminar de las páginas de la
historia oficial sus aportaciones a la sociedad. No importa, la conciencia
colectiva es más fuerte que el silencio. ¿Cómo sobrevivió el 2 de octubre de
1968? Leamos la prensa de aquellos días y encontraremos una información distorsionada,
el ocultamiento de las acciones de la autoridad en contra de los jóvenes que se
manifestaban de manera pacífica aquella tarde. Y cuando decimos ocultamiento,
nos referimos a la masacre, al homicidio en masa en contra de esos jóvenes.
Sobrevivió la verdad de aquellos jóvenes y las acciones inconstitucionales y
represivas de la autoridad no pudieron permanecer ocultas, gracias a la memoria
colectiva del pueblo mexicano. Hubo un duro cerco informativo, pero la
generación del 68 vengó a su manera a los caídos: no necesitó de muchos
discursos ni cortarse las venas de sus combativos brazos. Una frase, una frase
retomada por las nuevas generaciones doblegó las intentonas del enemigo que
apostaron a distorsionar los hechos y al olvido. Ese lema de combate ha
permitido mantener viva la memoria y la determinación de continuar aquella
lucha: ¡2 de octubre no se olvida!
Y en el marco de esa historia y de ese tiempo encontramos a
Jesús Michel, Norma Corona, Morán Cortéz y Jorge
Aguirre. Cada uno sumándose a su tiempo a las tareas de activista social. En
breve vistazo a los años 1965-66, con un entorno político convulsionado en
Sinaloa consecuencia de la lucha interna en el partido oficial, aparece la
vigorosa e inquieta figura de Michel a la cabeza de la FEUS reclamando la autonomía
para la Universidad de Sinaloa y el derecho de los estudiantes a la media paga
en los cines de la localidad. Cerca de la vanguardia de ese movimiento Morán Cortéz, que combina estudios e inquietudes sociales con su
vocación de deportista en el gimnasio del parque revolución. En la masa
universitaria que respalda a la Federación de Estudiantes Universitarios, una
joven preparatoriana asoma apenas simpatías y participa en algunas acciones:
Norma Corona.
Dos años más tarde, la UAS realizaría un movimiento de huelga en
solidaridad con la UNAM y el IPN, por la
represión sufrida. Esa huelga fue el movimiento universitario de mayor
prolongación el año de 1968 en México. Las escaramuzas con las fuerzas del orden,
incluido un ligero enfrentamiento con elementos del ejército entre las calles
Domingo Rubí y Miguel Hidalgo, por fortuna no pasaron a mayores. En esas
aciagas jornadas aparecen Michel, Norma (ya como estudiante de derecho) y Morán
Cortéz. No están solos, Liberato
Terán, Jaime Palacios, Fausto Burgueño y muchos otros activistas los acompañan.
Activistas sin descanso, no podían esperar a que los tiempos
trajeran solos los cambios que reclamaban la Universidad y la sociedad. No se
disipaban aun los humos de las combates en la ciudad de México, ni terminaban
las batallas en los tribunales por la libertad de los presos políticos, cuando
las calles de Culiacán se llenaban con los gritos y la presencia de los
universitarios reclamando el derecho a nombrar
sus propias autoridades y por las clases
populares que se lanzan contra el alza al impuesto predial. La presencia de
nuestros compañeros está entre los universitarios que marchan ante el Congreso
del Estado y presentan una iniciativa de Ley Orgánica que permita a la
Universidad plena autonomía y en el Frente de Defensa Popular que el día 20 de
noviembre irrumpen en el desfile cívico, para enfrentar la represión de las fuerzas
policiales del estado.
En febrero de 1970, el Estado imponía
un rector a la Universidad, mientras estudiantes y maestros iniciaban una larga
lucha por la defensa de la autonomía, que terminó el 7 de abril de 1972 con un
saldo de dos estudiantes asesinados. Norma es ya una dirigente de la FEUS y una
activista a la que se consulta y a la que se sigue por un nutrido grupo de
universitarios.
Michel es un abogado que litiga y un
maestro de la preparatoria nocturna que participa en la Universidad y hace vida
gremial en el Colegio de Abogados de Culiacán. Morán estudia posgrado en la
UNAM.
Un acontecimiento que se convierte en
vértice de la vida política de Sinaloa en muchos aspectos es el intento de
insurrección del 16 de enero de 1974: ese día jóvenes estudiantes y
trabajadores incitan a los jornaleros de los campos hortícolas del valle de
Culiacán a rebelarse en contra de los patrones y de la situación de explotación
en que vivían. Ese día se inicia una serie de hechos violentos desiguales entre
fuerzas guerrilleras y autoridades, que arrojarán un número indeterminado de
muertos, decenas de exiliados, centenares de presos, perseguidos y
desaparecidos políticos.
Ese saldo que va dejando la llamada
guerra sucia pare una organización de Madres con Hijos Desaparecidos encabezada
por doña Rosario Ibarra a nivel nacional y doña Chuyita
Caldera de Barrón en Sinaloa.
Esa lucha de Madres será un imán para
Michel, para Norma, para Morán y para un joven estudiante que desde la escuela
de derecho sigue a sus maestros Norma y Michel. Michel fue una pieza clave en la
Amnistía que se aplica a los presos políticos en Sinaloa y para Norma y Morán
la oportunidad de ser útiles consejeros de la Unión de Madres. Para Jorge Aguirre
es un campo abierto que lo invita a sumarse junto a muchos jóvenes a una lucha
nueva y llena de esperanzas.
La vocación empujó en 1983 a
concretar un entusiasta proyecto de Comisión de Derechos Humanos. Norma,
Michel, Morán y varios compañeros más iniciaron trabajos en la CDDHS. Norma fue
nombrada presidenta. Los tres permanecerían como miembros de esa organización
hasta su muerte.
Aguirre, siguiendo el ejemplo de sus
maestros y de la Unión de Madres, funda el Colegio de abogados Michel Jacobo de
Navolato y el Consejo Navolatense
de Derechos Humanos, mientras ejerce como consejero de la CDDHS.
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com