─No puede ser que la desconfianza
o la maldad humana, que no debemos decirle así, pero ya lo dije, nos prive a
los que no tienen la oportunidad de curarse, porque esto es de vida o muerte.
─Dijo el gobernador Mario López Valdez, en el Foro sobre los hospitales
generales que se pretenden construir. Confieso que estuve al punto de las
lágrimas, no por la acción planteada, ni por la composición a modo de los panelistas
y muchos de los que “hicieron de público”, sino por la pésima argumentación
ofrecida de panelistas y por lo mal hilvanados de los discursos oficiales. La
tragedia de Sinaloa no es menor. No cabría en La Tempestad de Shakespeare, tampoco en toda su obra.
Se llena el MIA en mucho con el mismo
público que atiborra los actos oficiales y el estilo frívolo de una política ya
octagenaria y enferma. Pasa Juan Guerra, que bien
haría en dedicar esos momentos al problema de los precios del maíz; Frank
Córdoba, cuya relación con el tema es la misma que la de Chuy Toño de la
Policía Ministerial y otros funcionarios, cuya ausencia de sus oficinas no se
justifica. El foro arranca. Y el diputado Hernández Chávez asegura que aquello
es un acto democrático, que estamos en tiempos de derechos humanos y que
ninguna autoridad podrá sustraerse de ello, ¿de veras?
Y para quienes no comulgamos con las
opacidades en el manejo de los dineros públicos o de cómo han funcionado las
asociaciones público privadas, el Banco Mundial manda un mensaje de que no se
está jugando en ese tipo de negocios, pues tan solo en América Latina el valor
de las inversiones de marras alcanza los 87 mil millones de dólares. Eso sí,
demanda pertinencia de la inversión, voluntad política para abrirse a las
asociaciones mencionadas, que no haya riesgos para los monopolios involucrados
y, desde luego, capacidad de pago de la instancia gubernamental que contrata.
Menos mal que los monopolios se la juegan al lado de la inversión pública y en
beneficio de la sociedad (¿anónima?).
No anda errado el exsecretario de la
función pública, Rafael Morgan, cuando señaló en el foro que se aclare bien que
si esas inversiones no dejan ganancias atractivas, las empresas luego “tiran el
arpa”, dijo. Y en su brevísima intervención no se le escapó aclarar que el pago
del IVA del 16% correrá por cuenta del gobierno estatal y aumenta los costos en
cerca de 90 millones de pesos por ambos hospitales.
Exceptuando a Morgan, el resto de los
panelistas son furibundos partidarios de las asociaciones público privadas (y
beneficiarios también), por lo que las argumentaciones no sólo fueron
repetitivas, pecaron de ausencia de talento para justificar las inversiones
bajo ese esquema. No pasaron de ver como las grandes aportaciones en la
asociación, que si se fundía un foco, que si a los baños les faltaba papel, que
si falla la seguridad, los contratos obligaban a la empresa a cumplir y que
irían corriendo a hacerlo. La calidad del verdadero servicio, los costos en
comparación a una inversión pública directa y el costo final para los pacientes
no entra en los manidos argumentos de los representantes del Banco
Interacciones, del CMIC, Coparmex, NHG y otros
organismos similares, incluidos el director del Hospital de Ixtapaluca y el
presidente de la Asociación Médica.
Me llamó grandemente la atención el
informe que presenta la Secretaría de Salud sobre el estado que guardan los
hospitales generales de Culiacán y Mazatlán. Como para ponerse a llorar de
nuevo. El estado lastimoso en que se encuentran no justifica inversiones
dudosas ni la opacidad en el uso de los recursos públicos, pero sí invita a una
investigación sobre la utilización del presupuesto de salud en los últimos
años, que ni por asomo cubrió el renglón de mantenimiento. No se nos puede
olvidar que en el arranque del presente sexenio hubo hasta denuncias penales
contra los principales funcionarios del área de la salud. Supusimos que los
actualesjefes de salud demostrarían
cómo se hacen las cosas bien. Y lo que nos presentan (lo presumen) es el
fracaso en la gestión hospitalaria.
Al menos nos queda la duda sobre la
supuesta eficiencia en la presente gestión y además exhiben voluntariamente
suficiente material para que Antonio Vega, auditor superior del estado, inicie
la investigación respectiva. Y debe ser así, pues ya se hizo costumbre
pretender justificar lo injustificable, presentando fracasos de la gestión
pública que debería obligar a los funcionarios a responder por ello. Lo mismo
se hizo con Salinas de Gortari para justificar la venta de Telmex, ¿y hacia
dónde nos llevaron?
Y mientras hacemos esfuerzos por
asimilar la calificación de malvados, que se lanza desde el discurso oficial a
quienes ejercemos el derecho constitucional a expresar desacuerdo, una nueva
perla aparece en la malograda gestión estatal: la advertencia amenaza que Jesús
Antonio Aguilar Íñiguez, director de la Policía Ministerial, lanzó contra el
periodista Enrique Gil Vargas. ¡No tenemos para cuando! Nuestra solidaridad
para Enrique, para su esposa Mary y para sus hijos. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com