De la caseta fiscal de Costa Rica hasta
la de San Miguel Zapotitlán hay un reclamo unánime: 4 mil pesos la tonelada de
maíz. Quienes transitan a lo largo de esos 250 kilómetros de carretera son
testigos de la angustia reflejada en los rostros de los productores. La cosa se
ha vuelto tan desesperante para quienes recibir menos que la cantidad señalada,
es no poder pagar créditos, aseguranzas y alimentar a
sus familias, y al recibir la visita de la prensa algunos expresaron: ayúdennos chigado’s,
los necesitamos.
Si la política económica que dimana de
Los Pinos está llena de desatinos y si la economía del País es un caldero de
tragedias, el campo mexicano es la entrada principal al quinto círculo de
Dante. Pero en esa puerta no luce aquella sentencia de Alighiere:
déjese aquí cuanto sea recelo; mátese
aquí cuanto sea vileza.En su lugar el TLC de 1994, ha inscrito una breve, engañosa y
terrible frase: viva el libre comercio
(para los gringos). Y ahora nos sirve de marco para verel lecho de paciente grave del campo
mexicano.
Nuestra azúcar no recibió el trato al que se comprometió
Estados Unidos en ese TLC, tampoco nuestras hortalizas, pues en diferentes
temporadas siempre se les inventa alguna plaga para obstaculizar su entrada al
mercado estadounidense, cuando desean proteger sus cosechas interiores. La
historia del aguacate no ha sido menos triste y la del atún (recientemente
resuelta a nuestro favor por una corte internacional), pero nosotros sí
cumplimos con lo establecido en el TLC, así nos vaya la vida en ello (soberanía
alimentaria).
Véase si no. En 2008 desapareció cualquier arancel para
importar maíz, a pesar de todos los riesgos que se enfrentaban para nuestras
cosechas. Desaparecida la política de subsidios al campo desde los años noventa
(Estados Unidos no cumplió con ello) y con la apertura de la frontera al maíz
gringo, el mundo se le ha venido encima a los productores mexicanos, tanto
ejidatarios, pequeños y grandes propietarios. Y las oficinas del gobierno
federal que tienen que ver con el campo y las importaciones, no han dejado de
promover esas importaciones, sobre todo en épocas de cosecha, de modo de
golpear la producción nacional.
Bajo ese tipo de políticas, en el año de 2012 se importaron 9
millones 515 mil toneladas de maíz, de las cuales casi el 90% venían de Estados
Unidos. Esa cantidad no sería menor a los 10 millones y medio de toneladas para
el ciclo que concluyó en 2014. A pesar de los esfuerzos de nuestros
productores, en esas condiciones los bajos precios del mercado internacional,
un maíz transgénico y mimado por las políticas de Estados Unidos, les están
comiendo el mandado en nuestro propio territorio (mercado).
La sobrevivencia ha caracterizado a nuestra agricultura,
especialmente la sinaloense, pues el precio cayó de 4 mil doscientos pesos en
2011 a los 3 mil doscientos que ahora se ofrecen, la actividad sufrió tres años
de sequía y dos años de heladas en dicho marco; sin dejar de considerar el peso
y la amenaza que significan los monopolizadores de las compras del maíz y las
políticas públicas que parecieran estar hechas a la medida para sepultar a la
actividad lo más pronto posible.
La situación para los maiceros no se presenta fácil, pues se
inscribe en el marco de fuertes recortes al presupuesto federal, que deja sin
tocar el pago de rescate a los banqueros y el pago a
la deuda, pero afecta los renglones de salud y de atención al campo. En ese
tenor vemos los limitadas gestiones que puede hacer el gobierno del estado,
frente a una política federal que ni ve los cerros de dólares que se van al
extranjero por compras de un maíz que podemos producir en México, ni parece
preocuparse por la ruina que gana terreno en el campo. Todavía más, le dejan al
gobierno del estado el trabajo que Calibán y la Bruja (Shakespeare) realizan
para su patrón: las amenazas de represión si se atreven a bloquear las vías de
comunicación.
Llama la atención que pequeños y grandes productores de maíz
hayan coincidido en una movilización planteada originalmente por los
minifundistas. Es el sector completo que resiente los efectos de una crisis que
los ahoga. Y si bien no se ha repetido la propuesta de llamar a no votar el
próximo 7 de junio, hecha por dirigentes de los grandes productores, no deja de
ser un fantasma que flota entre el trébol de Costa Rica hasta el centro
ceremonial de San Miguel Zapotitlán.
Atrás de la mirada incierta de esos curtidos rostros hay una
realidad insoslayable, que no debe quedarse en el campo y en los hogares que
hoy ven con esperanza la lucha de los jefes de familia. Esa realidad es la
ruina del campo, la dependencia alimentaria de este País que ya lo es en muchas
otras cosas. Para comer dependeremos de un mercado internacional cada vez más
esquivo y de dudosa calidad en los maíces. En esa lucha de los maiceros no sólo
está su dignidad, está la nuestra también. De acuerdo a la visión oficial si se
movilizan afectarán derechos de terceros. ¿Y si no se movilizan? Seguramente el
País entero se deslizará por el tobogán donde se desvanece la soberanía
alimentaria, que es lo peor que nos puede pasar. Saludos a nuestros maiceros en
movimiento. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com