Tu pueblo,
tu pueblo desdichado,
entre el monte y el río,
con hambre y con dolores,
no quiere luchar solo,
te está esperando, amigo. Pablo Neruda
Comparto con ustedes el discurso que no fue del día 12, pues
inexplicablemente fui excluido.
Esta mañana tenemos dos motivos para reunirnos en la histórica Plazuela
Obregón: uno es el I aniversario luctuoso de la compañera Sandra Luz Hernández,
madre del desaparecido Edgar García y activista de derechos humanos, y el otro
que de alguna manera es esperanzador, pues a pesar del despojo violento del
agua de nuestros hermanos yaquis y de la persecución y encarcelamiento de
algunos de ellos, hay un movimiento de resistencia que reivindica sus derechos
de pueblo originario y que salvala
dignidad de todos los mexicanos. El lugar del encuentro no puede ser mejor:
aquí murió resistiendo por la libertad de su pueblo, el 22 de abril de 1539, el
gran guerrero Ayapin.
Queremos expresar nuestra indignación ante la liberación del único detenido
y presunto responsable de la muerte de Sandra Luz, en un juicio inusualmente
breve. Con ello, se exhibe, en el mejor de los casos ineficacia e ineficiencia,
es decir una mezcla entre incapacidad y complicidad. Nos queda clara una cosa:
de cualquier manera hoy lamentamos la impunidad que envuelve el caso de Sandra
Luz y el de su hijo Edgar. Esa impunidad y parálisis de la justicia son un
verdadero agravio a toda la sociedad. Por ello llamamos a una condena moral de
los ciudadanos contra los criminales y contra la autoridad que no cumplió con
la tarea de procurar y administrar justicia.
Por segunda ocasión damos la bienvenida a una caravana de resistencia de
nuestros hermanos yaquis. En otros tiempos enfrentaron el despojo de sus
territorios y lugares sagrados, por civiles y funcionarios de gobierno, antes y
después de la Revolución. Las huellas de esas luchas han quedado en la piel de
la tribu y en el corazón de los diferentes pueblos originarios y mestizos que
conformamos esta Nación. La historia de esas luchas se ha escrito con sangre.
En 1608, el trato de los colonos españoles hizo inaplazable la rebelión en las
riberas del Río Yaqui y del Río Zuaque. Dos años le
costó a la corona española firmar un tratado de paz con yaquis y mayos. La
actitud de Diego Martínez de Hurdaide y los españoles
sería otra a partir de 1610.
Ni la hambruna de 1655 doblegaría la voluntad yaqui de ser pueblo autónomo
y libre. Y cuando la resistencia pacífica no fue suficiente, la sublevación se
convirtió en el recurso supremo y lo supieron ejercer junto a los hermanos zuaques y ocoronis, como lo
hicieron 1696 en la Villa de San Sebastián. Como al conquistador se le olvidó
que el maltrato a los yaquis llevó al alzamiento de 1608, con otra sublevación
se los recordaron en 1740 y no se van a doblegar, a pesar del fusilamiento de
los jefes Muni y Bernabé en 1741. Tercos como ellos
solos, los españoles intentaron despojar las tierras yaquis en 1769, no
pudieron ir muy lejos.
En el México independiente, no mejoró el trato de los dueños del dinero y
del poder hacia los yaquis. Y desde el alzamiento de 1824 de ópatas y yaquis, hay un significativo desfile de
pronunciamientos y jefes que encabezan la heroica tribu yaqui: Juan Banderas,
Dolores Gutiérrez, José Ma. Leyva"Cajeme", José Ma. Barquín, Juan Maldonado "Tetabiate", Refugio Tanori,
entre muchos otros.
El siglo XX traería la deportación yaqui hacia las haciendas henequeneras de Yucatán, entre 1904 y 1908, mientras la
Revolución aportó un pequeño alivio, que luego se
vuelve una pesadilla en los gobiernos de Obregón y Calles. Y en este difícil
inicio del siglo XXI, toman cuerpo de nuevo los viejos conquistadores
españoles, los ambiciosos mestizos y criollos del siglo XIX y XX. No hay gran
diferencia entre unos y otros, pero el objetivo es el mismo: despojar de sus
recursos al pueblo yaqui. Ahora los quieren despojar del agua. Y violentan las
leyes y encarcelan a sus jefes para conseguirlo. No pasarán, si la resistencia
yaqui se mantiene y la solidaridad nuestra no los abandona.
También la sociedad sinaloense tiene un reto del tamaño de su dignidad: que
la justiciasea una realidad para Sandra
Luz y su hijo Edgar. Ya hemos acumulado muchos dolores desde la desaparición
forzada de jóvenes activistas en los años setenta del siglo pasado, pasando por
tres terribles períodos en los cuales han desaparecidos 42, 84 y más 350
personas respectivamente. El hartazgo y el cansancio social por estas
injusticias nos acompañan a todas partes. No podemos esperar a que haya una
voluntad espontánea desde el poder para que nos resuelva el problema. Bien lo
saben ustedes y nosotros también: es la sociedad en movimiento la que conquista
esas voluntades y el respeto a los derechos humanos. Nuestra presencia aquí es
un grito de condena contra los responsables de la muerte de Sandra Luz y es
también un juicio moral contra las autoridades que no han estado a la altura de
su responsabilidad histórica.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com