La
vocación por la letra impresa y libre sobrevivirá a toda prueba.
Ayotzinapa, a ocho meses
de su tragedia se vuelve nuestra fuente de historia patria. Y cada jornada y
lección dolorosa vivida desde la noche del 26 de septiembre de 2014 a la fecha,
reafirma su calidad de referente histórico. En estos 242 días no han faltado
los esfuerzos que desde el Estado procuran que olvidemos los hechos de Iguala y
nos apartemos de Ayotzinapa: la PGR buscó la cortina
de humo con la llamada “verdad histórica”, el presidente provocó nuestra
indignación cuando nos llama a “superar” Ayotzinapa,
y mayor ha sido la falta cuando el Estado resuelve reprimir las manifestaciones
de protesta que reclaman los 43 estudiantes desaparecidos.
Estos ocho meses coinciden con la semana
internacional del detenido desaparecido que inició el pasado 25 y terminará el próximo
día 31 de mayo. Los familiares con desaparecidos en Sinaloa lo saben, en esta
semana el activismo social debe recordar, todos los días, que hay una deuda
creciente en materia de desaparecidos y que urge pararla de inmediato: en los
años setenta la cuenta pendiente llegó a 42 jóvenes activistas sociales
desaparecidos; entre 1994 y 2003 las personas que fueron levantadas y
desaparecidas es de al menos 87 casos; del año 2006 a la fecha hablamos en
Culiacán de unas 320 personas, pero los familiares con desaparecidos en la zona
norte del estado nos hablan de 70 casos documentados en los últimos tres años.
Ayotzinapa nos obliga a
voltear hacia atrás, para recuperar la historia y sus lecciones. Nos dice que
el 2 de octubre de 1968 fue tan doloroso como la noche del 26 de septiembre de
2014, pero que el pueblo tiene algunas ventajas ahora con que no contaban en
aquella época. La comunicación fluye por las redes sociales a pesar del
espionaje, medidas de intervención y hackeo de parte
del Estado, lo que permite informar e informarse de los problemas que vive el
País. Y también sirve como herramienta de convocatoria y organización para
desplegar fuerzas sociales a lo largo y ancho de la República, y más allá de
las fronteras, como ha sucedido reiteradamente.
Ayotzinapa es presente,
porque ninguna otra infamia como Apatzingan o Tanhuato, por más dolorosa que sea, espanta la magnitud del
caso de los 43 estudiantes desaparecidos. Ayotzinapa
es futuro, porque nadie en México que esté en su sano juicio pensará en los
días venideros, bajo el riesgo de otro inminente drama como el de Iguala. Ayotzinapa es el caleidoscopio que nos reproduce en cada
arista real o imaginaria la infamia original, con copia al carbón para el
pasado angustioso que ya vivimos y con ojos críticos para un futuro que al
considerarlo nuestro trata de espantar los fantasmas
de la violencia.
El octavo de mes de los 43 jóvenes
desaparecidos, recupera la convocatoria que había tenido entre los estudiantes,
pues su asistencia a la marcha de este marte es muy aceptable, luego de que
durante los dos meses anteriores la participación se había vuelto mínima. Esta
nueva marcha, en vísperas de unas elecciones que levantan más sospechas y
desconfianzas que esperanzas, nos replantea algunas tareas que deben pasar por
alto los ciudadanos de este País.
Sin importar el escenario donde el
abstencionismo sea la expresión mayoritaria del día 7 de junio y el partido en
el poder termine configurándose en una ridícula minoría, aún “ganando” las
elecciones, hay algunas políticas públicas que desde ahora ya temen muchos
ciudadanos: un golpe demoledor a la seguridad social (IMSS, ISSSTE) y al
sistema de pensiones y jubilaciones en el País, el endurecimiento de medidas
contra la protesta social, recortes sustantivos en educación y vivienda popular
y el abandono de los desempleados, subempleados y rechazados de las escuelas
públicas.
Ayotzinapa, los organismos
de defensa de los derechos humanos de la sociedad civil y los movimientos de
familiares con desaparecidos, han aportado las herramientas fundamentales para
una defensa firme de los derechos y espacios que se han venido restringiendo en
los últimos años. Del resto de la sociedad civil depende que se le dé vida a un
movimiento social que reclame, en todos los órdenes, las porciones de
ciudadanía que hemos venido perdiendo frente al Estado.
Nuestra agenda es sencilla, aunque
difícil sea realizarla: Ayotzinapa pone a la orden
del día el tema de la desaparición forzada de personas (de todas en todo el
País) y cuestiona de fondo la violencia institucionalizada como recurso para
lograr la paz; también desnuda las desigualdades económicas, políticas,
sociales, culturales y ambientales. Ayotzinapa nos
refleja los dos Méxicos que tenemos: el de los
comparten mucho o poco de sus bienes materiales y culturales, y el de los 63
millones de excluidos, el de los pobres que no cuentan para el mercado ni para
los bancos, el que sólo cuenta (o mal cuenta) el día que hay elecciones. Si Ayotzinapa es fuente de historia patria y es escuela que
forja ciudadanos, a nosotros corresponde aprender la lección. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com