Comparto con
ustedes mi ponencia ante el Foro que trató las asociaciones públicas privadas
como alternativa de inversión en hospitales.
Hay derechos que
están fuera de toda discusión y, desde luego, de toda duda. El derecho a la
salud, a la educación y a un techo donde vivir, son algunos de ellos. Y para
que no haya pie para especulación interesada alguna, el artículo 1° de la
Constitución mandata lo siguiente:“En
los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos
reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que
el Estado Mexicano sea parte”.
El Estado tiene
el compromiso y la obligación de hacer viable el acceso a los servicios de
salud a todos los ciudadanos, pero en las últimas décadas hay un descuido en
este renglón que no sólo condena a una infraestructura y equipos obsoletos o
insuficientes a las instituciones públicas de salud. Para nuestra entidad,
especialmente, el colapso de clínicas y hospitales ante la demanda de una
población con crecientes problemas de salud es una realidad. Con una agravante
que pone en riesgo la vida del paciente en no pocas ocasiones, conseguir los
insumos hospitalarios es tarea de los familiares (así no tengan en caerse
muertos en ese momento), no del sector salud.
Toda persona
tiene derecho a la protección de la salud. La Ley definirá las bases y
modalidades para el acceso a los servicios de salud y establecerá la
concurrencia de la Federación y las entidades federativas en materia de
salubridad general, conforme a lo que dispone la fracción XVI del artículo 73
de esta Constitución.” Señala el artículo 4°.
El modelo de
economía que nos rige a partir de 1982, impuso criterios y prácticas en las
políticas públicas que han golpeado severamente los derechos a la salud de los
mexicanos con menos ingresos. Se puso a la venta el patrimonio nacional:
Telmex, ferrocarriles, los bancos y recientemente los recursos energéticos. El
concepto austeridad empezó a recorrer los renglones del presupuesto que tocan
programas de salud, educación y vivienda. Y a pesar del mal comportamiento de
los banqueros (que nos llevaron a la gran crisis de 1994-95) seguimos pagando
un rescate que este año alcanza la cifra de 861 mil millones de pesos, a pesar
de 20 años de abonos ininterrumpidos. Se dice que el 2020 llegará al billón de
pesos. No hay austeridad para rescatar banqueros y a los malos inversionistas
en carreteras.
Por eso creemos
que ya es tiempo de volver al texto constitucional, que mandata que “Toda
persona tiene derecho a la protección de la salud. La Ley definirá las bases y
modalidades para el acceso a los servicios de salud y establecerá la
concurrencia de la Federación y las entidades federativas en materia de
salubridad general.” Donde evidentemente no está contemplada participación de
la iniciativa privada, porque la rectoría del Estado y sus obligaciones
constitucionales en materia de salud, no pueden estar acotadas más que por la
Carta Magna.Para el caso de la salud en Sinaloa, es
tan grande el abandono del gobierno local en este renglón, que bien vale la
pena ir más allá de las coberturas del llamado “seguro popular”, donde hay que
contemplar que las deudas de pacientes y familiares los mantiene como rehenes
de los hospitales generales y civil o de particulares. Los pobres no pueden
ocurrir a esos hospitales como pacientes de males que se clasifican fuera del
listado de enfermedades que acepta el “seguro popular”. Y si lo hacen, las
deudas son su futuro inmediato. No estaría mal registrar la cantidad de
deudores que hoy tienen esas instituciones de salud. De ese tamaño es el
problema.
Pero lo que nos
ofrecen ahora, con la construcción dehospitales generales en Culiacán y Mazatlán, no es la solución a los
enormes problemas de salud mencionados, es un negocio (muy productivo, por
cierto) para algunos empresarios que acaparan los contratos más jugosos a nivel
federal y de las entidades federativas. Tres cosas enchinan la piel: el costo
adjudicado (no comprobado) de los hospitales, el peso que tendrán sobre las
finanzas públicas y de paso las garantías que hay que ofrecerles y tener que
soportar a dichos “inversionistas” 25 años administrando esos hospitales.
Una conclusión
es obligada: si como han funcionado hasta el día de hoy las cosas, los pobres
que ocurren a los hospitales generales y al Civil, están llenos de deudas; con
los “inversionistas” Vázquez Raña y Gerard Rivero, que hoy se asoman y se
mueven con dineros de nuestros impuestos, y que habrá que aceptar al frente de
dichos hospitales, ¿cuál será el costo de consultas médicas y de las
hospitalizaciones?
¿Cómo hacer
posible y viable en Sinaloa el artículo 25 de la Declaración Universal de
Derechos Humanos?, que establece: “Toda persona tiene derecho a un nivel de
vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y
en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y
los servicios sociales necesarios.” Todos tenemos la palabra. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com