Cómo se nota que
las piedras han tocado el tiempo.
Pablo Neruda
Este año la agenda legislativa tendrá
que voltear hacia los derechos humanos. Con todo y los tropezones que ya
enfrenta el Estado mexicano en materia económica, política, social, cultural y
ambiental, las condiciones internacionales le han impuesto un compromiso que no
puede eludir, sin correr el riesgo de un profundo descrédito más allá de
nuestras fronteras y la condena unánime del Consejo de Derechos Humanos de la
ONU, de la Comisión de Interamericana de Derechos Humanos, de Amnistía
Internacional y de HumanRightWatch, entre otros.
Al comparecer en Ginebra ante el Comité
Contra la Desaparición Forzada de Personas, las conclusiones que el Estado
mexicano tuvo que escuchar no fueron muy agradables: México padece una
situación de desapariciones generalizadas en buena parte de su territorio, en
varios casos pueden estar involucradas autoridades, la impunidad rodea los
casos denunciados. El organismo de la ONU termina haciendo una puntual
recomendación para que México legisle en la prevención y castigo de las
desapariciones forzadas.
La recomendación incluye el
establecimiento de una base de datos para rastrear a personas no localizadas.
Uno de los vacíos exhibidos en materia de desaparición forzada de personas es
la imprecisión de las cifras que se manejan desde la autoridad y desde la
sociedad civil. Lo que poco ayuda para conocer la verdadera magnitud del
problema y, desde luego, para elaborar un política que pueda enfrentar el
fenómeno con la intención de detener la práctica de la desaparición forzada, de
esclarecer los casos registrados, de castigar a los responsables de ese delito
de lesa humanidad y de crear las condiciones para restablecer el deteriorado
tejido social que ha sufrido muchos embates desde el Estado y particulares que
actúan con la complicidad o aquiescencia de las autoridades.
Y para que no sienta el Estado que sólo
se trata de la actitud de una sola institución, Amnistía Internacional ha
secundado las críticas del Comité Contra la Tortura y lo mismo ha hecho la
Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Ambas organizaciones apremian por
una actitud de aceptación de parte del Estado mexicano y de atender las
recomendaciones sin demora. Habrá que anotar que enseguida ha continuado una
larga lista de organizaciones y de activistas que se suman a dicha iniciativa.
Ahora viene una etapa muy interesante en
el País, pues no sólo es lo que debe trabajar el Estado para cumplir los
compromisos internacionales, es el esfuerzo que tenemos que realizar los
organismos de la sociedad civil, para revisar las iniciativas que en los años
anteriores presentamos ante los congresos estatales en materia de
desapariciones forzadas o ante el Congreso de la Unión. Hay tantas cosas nuevas
que deben estar en el cuerpo de las nuevas leyes, que no pueden esperar a que
sea el Estado el que las contemple. Debe quedarnos claro que sólo un gran
activismo social puede imponer que el trabajo legislativo no sea ajeno a los
reclamos que hemos mantenido en los últimos tiempos.
Esperemos que el gran movimiento que se
ha levantado desde el día 27 de septiembre, luego de los acontecimientos de
Iguala, sea el mejor estímulo para ese delicado y gran trabajo que demanda
nuestra sociedad, en la búsqueda de recursos legales y materiales que pongan
fin a la nefasta práctica de la desaparición forzada de personas. Ayotzinapa bañó la sesión de trabajo en Ginebra y da marco
al activismo desarrollado por espacio de casi cinco meses, pero es sólo el caso
más conocido, pues no olvidemos que aún dentro de las imprecisiones las cifras
que ganan la opinión general, establecen una cifra de cuando menos 22 mil
personas desaparecidas.
Los tiempos se irán pronto y los
organismos de la sociedad civil deben cumplir con el activismo que impone la
agenda nacional, sin descuidar la elaboración de iniciativas de ley, con el fin
de influir en las políticas públicas que ahora reclaman la agraviada sociedad
mexicana y la vigilante opinión pública internacional y los organismos de
diferente carácter que le dan cuerpo a esa opinión.
Las reuniones de coordinación nacional
deberán inspirar el trabajo mencionado y dar la base teórica sobre la que
trabajaremos, pues las demandas de los familiares con desaparecidos y las
orientaciones de distinguidos intelectuales y activistas que dan fuerza a esas
reuniones, son los pilares que sostienen la causa de los derechos humanos
ahora. La nueva Legislatura iniciará sus trabajos en septiembre, el producto de
nuestros esfuerzos prelegislativos debe presentarse
antes. Es el compromiso para los activistas y es el reclamo impostergable de la
sociedad.
Se fue Miguel Tamayo Espinoza de los
Monteros, un adalid de la cultura en el noroeste de México y un incondicional
amigo del movimiento de derechos humanos. Nunca olvidaremos aquellas funciones de
teatro del Tatuas y veladas, con el fin de sacar
fondos y donarlos a la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos, cuando la
situación nos puso en la disyuntiva de cerrar las puertas. Su apoyo nos ayudó a
sobrevivir. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com