Mi corazón solo desea alcanzar la paz Carola Marín. Madre con hijos desaparecidos.
-Queremos una escuela bilingüe, una clínica y un camino que nos acerque a
la ciudad. -Dice don Saturnino Algándar, al
manifestar por qué están en Catedral. Dos años atrás el gobierno estatal se
comprometió a llevar esos servicios y no ha cumplido. Ese grupo de 50 rarámuris en la Plazuela Obregón es una célula
representativa de los dos mil tarahumaras (como también se les conoce) que
viven en Choix y Sinaloa municipio.
Origen es destino. Así lo prueba la marginación en que viven mayos,
mexicaneros y tepehuanes. Lo mismo diremos de triquis, mezcaleros, tlapanecos,
otomíes, zapotecos, amuzgos y otras etnias que llegan como trabajadores
migrantes y muchos de ellos son ya sinaloenses. Excluidos de los beneficios del
desarrollo nacieron y a pesar de las reformas constitucionales posteriores a la
Rebelión de las Cañadas en Chiapas, se les sigue escamoteando derechos elementales.
Qué pasará con esos rarámuris, que sueñan con su
inclusión en la sociedad.
Con el marco de esa movilización de un pueblo originario, se presentará el
Informe anual de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa.
Adelantamos que en los 33 años de la CDDHS, este es el documento de rendición
de cuentas más preocupante. No es para menos, pues las pretendidas reformas
laboral, educativa y energética, dejan a la Nación sin patrimonio ni recursos
para atender las demandas de educación, salud, vivienda e infraestructura, que
son derechos humanos elementales.
La reforma laboral, por su parte, deja en la más completa orfandad a los
trabajadores, pues el derecho al trabajo es la más engañosa quimera en nuestros
días. No se siga el derecho a un ingreso digno, a la seguridad social y a la
estabilidad laboral. El trabajador (ser humano) no es el centro de la
legislación, es el capital (dinero), por lo tanto pueden estar sin trabajo
millones de jefes de familia y sus seres queridos sin ingresos, y la reforma no
contempla la obligación del Estado de crear empleos. Sólo en las campañas
electorales los políticos se acuerdan de que ese es un problema de primer
orden. Después de eso la memoria se vuelve remisa.
En el Informe anual, la Comisión expresará que la pobreza y la desigualdad
social son dos malarias que han apelmazado nuestro futuro. Pegadas a nuestra
piel y a nuestros huesos se vuelven la principal tranca que impide
desarrollarnos. No van solas, la violencia y sus malolientes frutos están ahí:
homicidios, secuestros, desplazamientos de población, desaparición forzada de
personas, huérfanos y viudas. Y lo están sin que haya voluntad o programas que
intenten aliviar esa situación.
Y a los temores que abundan en los cuatro puntos cardinalesdel país ante la inminente inducción de
colapso del IMSS y del ISSSTE, le sumamos la reciente legislación que pone en
charola de plata al presidente, a su discreción, la declaración del Estado de
excepción, es decir, la suspensión de garantías (derechos humanos) cuando haya
manifestaciones o reclamos masivos de ciudadanos. No para allí todo esto, lo
están completando con la reforma al Código militar penal y su correspondiente
de Procedimientos penales. Con ello los tribunales militares podrán autorizar
cateos a viviendas y propiedades de civiles, y hacer comparecer a estos en
juicios militares.
En todo momento es válido insistir que toda solución a problemas sociales
debe poner como centro al ciudadano, al ser humano. Llevar las coordenadas de
ese vértice al campo de la autoridad o del capital (banqueros y grandes
consorcios) solamente abona a consolidar una sociedad desigual e injusta y a
multiplicar los reclamos de los excluidos y a dificultar la convivencia social
pacífica.
Quizá en medios de todo ello, las palabras democracia y justicia deban
tomar nuevo sentido. No lo tienen en las políticas públicas, tampoco en las
campañas electorales actuales, donde los discursos han perdido todo sentido y
los recursos para ganar elecciones no excluyen la violencia. Incluida
peligrosamente la que agrede físicamente y donde las armas toman la palabra.
Como problemas ya tenemos suficientes, lo menos que podemos exigir a partidos,
candidatos y autoridades electorales es el respeto que merecen los electores y
que asuman la responsabilidad que les corresponde a cada uno en esta coyuntura
especial.
Por lo demás, muchos familiares condesaparecidos esperan una actitud y voluntad de parte de las autoridades
para encontrar a sus seres queridos. La sociedad ha encontrado en la solidaridad
un recurso infalible para estimular la resistencia y lucha de esas familias. La
autoridad se ve colapsada y llena de desatinos en el tema de la desaparición
forzada de personas. Esto no puede seguir indefinidamente así. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com