Los fraudeadores de vivienda están
de fiesta: con la
ayuda del gobierno han dejado en la calle a 48 familias.
La infamia cometida en el fraccionamiento Los
Olivos enciende los focos rojos en materia de justicia social en muchos
sentidos. Es cierto que no es la primera vez que vemos desahucios en el estado
de Sinaloa, incluso después de uno de ellos en los terrenos que fueron de
ferrocarriles, la desalojada, una dulce dama octogenaria, entró en infarto y
falleció. No quiso sobrevivir a la injusticia que le impusieron un abusivo
comerciante y un juez bribón. En el lugar donde apenas se sostenía en pie una
humilde casa ahora se levanta un próspero negocio.
Los Olivos invitan a no olvidar su larga y
traumática historia. Hace ya 30 años decenas de familias con trabajo e ingresos
regulares, obtuvieron créditos y se hicieron de un espacio para vivir. Sería el
patrimonio de sus hijos. Las viviendas comenzaron a pagarse con los descuentos
vía nómina, como lo hacen todos los que ganan un salario. Pero la historia se
altera porque el fraccionador Cayetano Díaz Mejorado, con múltiples
antecedentes de fraude, tenía una deuda con Banorte y puso el terreno como
garantía. Los cumplidos vecinos terminan perdiendo sus bienes y pagando las
deudas de Cayetano.
Por qué hablamos de focos rojos, de legalidad y
de límites después de Los Olivos. Porque el Ayuntamiento de Culiacán y otros le
aprobaron diversos proyectos de vivienda a pesar de sus negros antecedentes y
no dudamos que le seguirán aprobando otros, aunque ello signifique nuevas
injusticias. Hablamos de esos límites porque hay antecedentes en los juzgados y
no faltarán jueces que lo sigan protegiendo a pesar de que esa mala conducta
implique ver a muchos niños y sus padres irse a la calle, como se están
lanzando a otros en España, Portugal o aquí en México.
Insistimos en los límites que debemos
imponernos por la actitud de jefes de policías y de los mismos agentes, tan
omisos en el combate al delito y tan prestos para una acción de desalojo. Para
esta acción se dispone de decenas de policías muy puntuales y para combatir
crimen es otra actitud. La misma abogada del fraudeador,
Rosalba Alarcón, demostró una actitud ausente de toda moral. No era la
inconmovible litigante, era la extensión misma del fraudeador,
satisfecha de la desgracia de los desalojados.
Y al hablar de límites hay que voltear a ver a
los actuarios (una decena). Nunca cuentan con los suficientes en los juzgados y
para esta acción les sobró. Lo que prueba que cuando hay intereses de por
medio, la autoridad se multiplica, pero queda bien... con esos intereses. ¿Qué
estará pensando (si es que piensa) el Poder judicial?
Por el número de familias (48) y de personas
(unas 250) que hoy están literalmente en la calle, muchos ciudadanos se
preguntaron si el Gobierno del estado y el municipal debieron hacer algo.
¡Claro que sí! Al ser un problema de carácter social estaban obligados a agotar
todas las posibilidades para un arreglo conciliatorio. Y, en el peor de los
escenarios, entrar en acción para proteger a esas familias. Hay más de dos
caminos para ello: expropiar esas viviendas, disponer de albergues, entre
otros. Pero no se hizo, prefirieron dejar a las personas a su suerte.
Esa jornada del 23 de mayo nos ha marcado para
siempre. Las injusticias las sufren en tiempo real sus víctimas directas, es el
caso de los vecinos de Los Olivos, pero de alguna forma esas infamias las
padecemos todos, son de todos. Esas familias no tienen techo propio hoy y
nosotros sentimos la vergüenza de que el complot entre Cayetano Díaz y socios,
la autoridad judicial y estatal y municipal, se haya salido con la suya.
Que nos quede claro que si no decimos nada, ese
paisaje urbano donde hay familias viviendo bajo los puentes, en los parques,
bajo las escaleras de edificios, como en España y Argentina, será
muy pronto el entorno culichi. Ya tenemos una familia
bajo un puente sobre el canal de ‘recursos, ¡qué faltará para llenar el resto
de puentes si seguimos así! Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com