Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan. Manifiesto
de la Federación Universitaria de Córdoba, 1918.
–¡Ay, reata no te revientes, que es el último jalón! –Dijo
"el Chichí" Meléndrez,
aquella difícil tarde de 1971, recién liberado de la cárcel de Aguaruto y pesando sobre sus espaldas una orden de
expulsión del estado a cumplirse en las siguientes 24 horas. Manoteaba el aire
micrófono en mano frente al Edificio Central de la UAS, emocionado nos invitaba
a empujar más fuerte, porque el triunfo del movimiento estudiantil no estaba
lejos. A la mañana siguiente una veintena de universitarios estaría saliendo al
destierro, como parte de la represión. Rodolfo era integrante del éxodo
obligado.
No sería la primera vez ni la última que
"el Chichí" fuera perseguido por la
autoridad. La lucha por la autonomía de la UAS en 1965 le costó varios dolores
de cabeza y no pocas correteadas, que libró a pesar de su eterno sobrepeso y de
unas endebles canillas siempre remisas al ejercicio. Pero había sobrada
voluntad detrás de esa poderosa voz de tribuno y no hubo actividad
importante, con todos los riesgos a flor de piel, que no contara con su
presencia. Como la Marcha por la ruta de la libertad de febrero de 1968,
preludio del trágico 2 de octubre de ese año.
De esa marcha truncada por el ejército, quedó
una simpática anécdota: cuando la tropa paró a los marchistas en Valle de
Santiago, detuvieron momentáneamente al "Chichí",
¿por qué me detienen? Preguntó. Porque en el mitin de Dolores ofendiste al
señor presidente, le dijo un oficial. Yo nunca lo he ofendido, respondió
Rodolfo. El soldado encendió su grabadora y la inconfundible voz aguda de
nuestro Demóstenes empezó calificando al feo de Díaz Ordaz. "¡Chango
desgraciado!", decía en la primera frase "el Chichí".
El silencio que siguió, lo dijo todo.
Rodríguez Meléndrez
fue fundador de la Preparatoria Popular Nocturna, ahora Unidad Académica
Preparatoria Nocturna de la UAS y también fue pionero en la creación de la Casa
del Estudiante "Rafael Buelna", la primera
de su tipo. El rescate de la Federación de Estudiantes en 1966, exigió la
formación de cuadros dirigentes y "el Chichí"
organizó el espacio reclamado: el Ateneo
universitario. Allí aprendieron a gesticular y administrar la voz toda una
generación de brillantes oradores.
Toledo Corro intentó cerrar las prepas de la
UAS y creó el sistema Cobaes para golpear la universidad.
Fue más allá. Apareció la Universidad de Occidente como barrera contra la UAS.
No pudo contra la Institución centenaria y la voluntad popular. La voz y
presencia de "el Chichí" estuvieron en esa
lucha. Como estuvieron en la cresta de la ola democrática de 1988 y 2006.
Cómo no recordarlo –dice Nora Arellano– al
centro, hablando, mirando los cuatro puntos cardinales. Sus palabras
giraban con él. Su voz sumaba la voz de muchos. Es cierto. Así lo vimos en el
doloroso sepelio del poeta Juan Eulogio Guerra, donde lanzó al féretro un fajo
de libros que contenían lecturas de García Lorca, Unamuno, Miguel Hernández y
Machado. Que luego le reclamaría Jesús Michel, porque eran de él. Así lo vimos
en las marchas y mítines de las Madres con hijos desaparecidos. Y así lo
recordaremos.
En sus grandes momentos, la oratoria era
poesía. Prosa inmensa, bella y brava, por instantes mansa, pero nunca sumisa.
Sus palabras fluían arrolladoras entre los presentes como las aguas broncas de
agosto de nuestros once ríos. Es una pena que la pluma le causara
urticaria a Rodolfo. Con él se van los textos que no se escribieron. Con
nosotros se quedan apenas algunas anécdotas y los discursos que alcanzamos a
grabar en los últimos años.
No puedo despedirlo sin hablarle como amigo, en
segunda persona. Me encanta tu excepcional poema a Norma Corona, escrito a seis
manos (compartido). Que bien puede aplicarse a ti: "Tu nombre me sabe a
ejemplo/ a honrosa gloria". Luego le dices: "No son los
misterios del derecho/ los que tú buscabas/ sino por todo aquello/ que
siendo puesto/ sigue siendo justo." ¿Acaso no era tu búsqueda también
"Chichí? Como tu querida generación de los
sesenta fuiste rebelde e insumiso. Es una pena que te vayas cuando las
movilizaciones de los profes empiezan a darle color a la protesta social y
cuando los 30 mil desaparecidos más 43 siguen ausentes. Nos faltará tu
imponente voz de Francisco Zarco, tu firmeza de Francisco José Múgica en el podium y tu claridad de García Lorca a la hora de la
verdad. Descansa en paz héroe de mil tribunas. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com