Que los padres de familia y los adultos
enseñen con el ejemplo. Dijeron los niños en el parlamento infantil y la única
respuesta que encontramos a mano es aquella expresión de sorpresa que leíamos
en los personajes de historietas: ¡gulp! Qué podemos
responderles a esos infantes parlamentarios y a nuestros hijos o nietos, cuando
ese reclamo se sustenta en el entorno violento que ellos padecen de un manera
muy especial, pues a muchos les arrebata al padre o la madre, pero al resto de
ese universo infantil le impide disfrutar libremente a sus mayores en los
parques, en los cines y en cualquier espacio público.
No se quedaron los niños sólo con esa cacayaca, la oportunidad de hablar en la tribuna del
Congreso del Estado la aprovecharon muy bien: hay que poner un alto a la
violencia, señalaron las voces infantiles, conscientes de las consecuencias que
esa acción apocalíptica tiene en vidas, en desapariciones forzadas, en
desplazamiento de grupos humanos y en el patrimonio de todos.
Y ya encarrerados
nos surtieron en tareas: hay que prevenir la corrupción, la violencia, la inseguridad
y la drogadicción. Da ternura escucharlos y vergüenza no poder exponerles una
razón que explique la inexplicable actitud de algunos cabildos, como el de
Culiacán, que aprobaron las cuentas públicas del último año de la administración
pasada, cuando era público y notorio el estado de quiebra en que dejó las
finanzas municipales. Esperemos que esas palabras sean escuchadas por los
parlamentarios adultos, que en el mes de junio revisarán de nuevo la
cuestionada cuenta pública del primer semestre de 2016 del gobernador saliente
(Malova) y la del último semestre de gobierno. El
inmenso daño al patrimonio público que ha quedado no puede echarse en saco
roto.
Respeto total sin discriminar por
razones de origen, raza y religión nos exigieron. Y tienen mucha razón, ninguna
sociedad puede alcanzar altos niveles de desarrollo si la igualdad entre sus
ciudadanos no es la base que sustente la convivencia social. Ojalá haya oídos
receptivos entre nosotros los adultos, pues en buena medida esa discriminación
justifica y hace posible otro de los fenómenos que los pequeños nos emplazan a
terminar: los niños en situación de calle.
Hay otros niños que también tienen
demandas muy importantes y que en este 30 de abril no podemos ignorar, son las
peticiones calladas y mojadas en llanto que nos hacen los hijos de quienes hoy
son víctimas del delito de desaparición forzada de personas. Haciendo empatía
con esos niños diríamos, para ellos alegría y justicia este día del niño.
¿Quién se atrevería a disentir de las
palabras siguientes? Todos los niños merecen ser felices, han nacido para traer
alegría a cada uno de nuestros hogares y para llenar de juegos, travesuras y
cariño las escuelas, los parques y calles de la ciudad. Sin los niños el mundo
sería un páramo sin flores, un desierto sin oasis, un río sin el rumor cantarín
de sus aguas. Por eso la primavera dedicó sus mejores 30 días a los niños y
culmina su homenaje cerrando el mes de abril como día del niño.
Todos los niños merecen ser felices, sin
importar su género, color, formación religiosa, posición social, problemas de
salud o cualquier otra condición. Y los adultos debemos coincidir en que
también los niños que han quedado en casa a la espera de que regresen
el papá o la mamá deben ser felices. Aunque algunos no tengan plena conciencia
de que sus progenitores no regresan al hogar porque están desaparecidos, sufren
profundamente su ausencia.
Afortunados los que hoy podemos abrazar
y disfrutar a nuestros hijos y nietos en este hermoso y cálido día del niño, pero
pensemos que hay muchos pequeños que no pueden hacer
lo mismo con su padre o madre porque sufren la desaparición forzada de
personas. Y que nos llame la atención sobre la triste realidad de que no hay
una política efectiva de la autoridad para buscar a sus padres y para detener
esta reprobable práctica de desaparecer a personas. Todos los niños merecen ser
felices, pongamos nuestro granito de arena para que ello sea posible. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com