Esta ha sido una semana de intenso
dolor. Al final del día de las madres fue ultimada Miriam Rodríguez en
Tamaulipas. Tuvo una hija desaparecida y la encontró, pero siguió buscando los
hijos de otros familiares. Le costó la vida. El día 12, cuando llegaba a su
despacho el licenciado Miguel Ángel Sánchez Morán, encontró la muerte. Fue
cabeza de la Federación de Abogados de Sinaloa y un hombre sensible en materia
de derechos humanos. No sobrevivióa sus
afanes de justicia.
El día 15 de este mes, luego de redactar
las notas del día, al salir de las oficinas del periódico Río Doce, Javier
Valdez fue acribillado frente a un jardín de niños, justo a la hora en que los
infantes deberían salir de su escuela. La pluma de Javier dibujó magistralmente
la tragedia que vivimos desde hace años en Sinaloa y en México. Sus
colaboraciones en La Jornada y Río Doce dan cuenta de ello. Y los tristes
trazos de sus leídos libros, que pisaron el mismo terreno y lloraron las mismas
lágrimas de tantas víctimas de la violencia y hasta de victimarios que resultan
ser, a final de cuentas, víctimas de un estado de cosas que nos ahoga a todos.
Si partimos que en Sinaloa en el renglón
de homicidios ya se rebasó la cifra de los 620, cabe preguntarse si esto es ya
suficiente para que la sociedad diga ya basta. No lo sabemos aún. Algunos
enterados dicen que en asuntos de violencia y seguridad hay un antes y un después
de la muerte de Javier. Quizá ha influido en sus cálculos las fuertes protestas
que se llevaron a cabo en Culiacán, Los Mochis, Guasave, Guamúchil, Mazatlán,
Guadalajara, Ciudad de México y muchos otros lugares. Sin faltar las
expresiones de repudio en los medios internacionales de mayor presencia y de
instancias de gobierno de otros países.
Un referente muy importante es la
manifestación de Culiacán del día martes, que originalmente partiría de
Catedral hacia la funeraria donde estaba el cuerpo de Javier. Allí se resolvió
marchar hacia el Palacio de Gobierno. El tono de sus reclamos fue subiendo en
la medida en que se acercaba a la sede del Poder Ejecutivo. Al menos dos
precedentes no podrán olvidarse tan fácilmente: la unidad de acción de
periodistas en torno a la agresión letal a un compañero, expresada tan
dramáticamente en el patio central de palacio y el que a fuerza de reclamar
firmemente se abrieran las puertas de dicho edificio y los manifestantes
subieran hasta el tercer piso, lo que hizo posible un ríspido y desesperado
diálogo entre el gobernador y periodistas.
Los acontecimientos acumulados a lo
largo de este año, han empujado a que diversos sectores sociales plantearan la
necesidad de coordinar esfuerzos más allá de sus fronteras gremiales o de
estrato social. De alguna manera lo sucedido esta semana convence a que ese
esfuerzo pueda tomar el camino de la reflexión conjunta y de la búsqueda de
propuestas de solución. Mazatlán ha puesto el ejemplo al convocar a periodistas
y activistas al ejercicio de la reflexión, promoviendo la presencia activa de
comerciantes, hoteleros, universitarios y vecinos del puerto. Ojalá que esa
medida sea el inicio de muchas otras que obliguen a la autoridad a cambiar de
rumbo en materia de seguridad y que haga posible la irrupción de una verdadera
y combativa participación ciudadana. Lo que puede garantizar no sólo el cambio
de concepción de seguridad, sino la ejecución de una nueva política.
Si la rabia expresada en Palacio el
martes pasado se desvanece en 15 días o un mes, habremos demostrado que la
lección principal no fue aprendida aún. La violencia volverá a cobrar víctimas
sin fin. Sólo la movilización permanente y la estrecha vigilancia de que se
cumplan los compromisos contraídos, harán posible detener la delincuencia y las
complicidades que desde el poder continúan alimentando el delito.
Ojalá que ese coraje que observamos en
muchos rostros no se desvanezca en una corta temporada. Todos tenemos una tarea
que realizar ahora y debemos cumplirla al pie de la letra. La Comisión de
Defensa de los Derechos Humanos debe de activar su mecanismo de protección a
periodistas, la Comisión Estatal de Derechos Humanos debe hacer otro tanto, los
periodistas no pueden abandonar el activismo de defensa y la alerta permanente,
mientras la sociedad procura nuevas formas de defensa y protección a nuestros periodistas.
Ya lo afirmó Javier Valdez: "Un periodista asesinado es una voz menos para
el pueblo." Y qué razón tiene el bato,
como decía él. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com