Sería
como vivir sujetoa un pararrayosen plena tormenta
y
creer que no va a pasar nada.
Julio Cortázar
No se suspendió la ceremonia del Grito,
aunque hay razones de sobra para hacerlo. Basta ver el terremoto del día 7 de
septiembre y sus aún mal contabilizados daños, que hablan de casi un centenar
de compatriotas muertos y de miles de familias que han quedado sin techo y sin
apoyos por el momento, para reorientar nuestras preocupaciones y ocupaciones.
Hay decenas de miles de personas de todas las edades, que en medio de un páramo
de desolación, vuelven sus ojos de manera tímida buscando encontrar la imprescindible
solidaridad nuestra. Y las autoridades que no quieren perderse la noche del día
15.
Mientras hay lentitud del Estado en la
evaluación de los daños y el aterrizaje de los apoyos elementales a los
damnificados, no podemos evitar el amargo recuerdo de la noche del 15 de
septiembre de 1995. El huracán Ismael, por una inadecuada comunicación con las
embarcaciones de parte de las autoridades, cobró la vida de 116 pescadores. Sin
información del doloroso saldo (inexplicable), el gobernador Renato Vega no suspendió
la ceremonia del Grito. Aquellas imágenes de miles de gargantas gritando ¡viva
México! se mezclaron con las que documentaban los periódicos en Topolobampo: pangas y barcos camaroneros al garete en la
Bahía de Ohuira y una muchedumbre de vecinos en el
muelle, amanecidos y esperando inútilmente el regreso de sus familiares que
habían salido a pescar poco antes del arribo de Ismael.
Y si el problema de los desplazados va
más allá de los municipios en los que se expresa dramáticamente, es otra poderosa
razón para pensar si este 15 de septiembre debemos conmemorarlo como en los
buenos años. Este martes pasado, un grupo armado tomó violentamente las
comunidades de Santa Lucía y La Capilla del Taxte.
Tras su incursión quedó un vecino muerto y otro herido, dos casas y dos
vehículos quemados. Y los vecinos que sobrevivieron a los hechos, con muchas
ganas de poner tierra de por medio.
Los antecedentes no son para sacar
cuentas alegres en el sur de Sinaloa. Recordemos que el día 6 de mayo tres
maestros fueron asesinados en el Quatantal; el 16 de
julio sobrevino un ataque a los pueblos de Chirimoyos y La Petaca, lo que
obligó al desplazamiento de unas mil 300 personas; poco después el 28 de julio
en el Aserradero de El Batel, asesinaron a ocho personas. El día 28 de agosto,
una familia desplazada de Durango y con asilo en Escuinapa,
perdió a cinco miembros y queda con otros tres heridos, víctimas de la
violencia de la huían. Y hace apenas algunos días otras 30 personas de San
Ignacio, bajaron de la sierra en calidad de desplazados.
También hay que señalar que otro de los
productos de la violencia que padecemos, como lo es la desaparición forzada de
personas, no invita a festejos. El pasado día 12 la asociación de Rastreadoras del
norte, conmemoraron tres años de vida. Nos da gusto que persistan en su misión,
pero lo mejor sería que no hubiera desaparecidos. Por el trabajo realizado de
familiares en todo el estado sabemos que se han encontrado más de 135 restos de
personas víctimas de la desaparición forzada, pero la cifra pendiente por
localizar es para espantarle el sueño a cualquiera de nosotros y espero que
también a la autoridad.
Más allá de las cifras maquilladas que
ha descubierto la Auditoría Superior del Estado en el trabajo de la Secretaría
de Seguridad Pública, debe llamarnos poderosamente la atención el problema de
la trata de personas, donde las mujeres (especialmente las menores de edad)
llevan la peor parte. Jean Meyer nos recuerda que apenas en el mes de junio,
los relatores para el tema tocaron el asunto ante el Consejo de Derechos
Humanos en Ginebra. Los informes hablaron de dos aristas: prostitución y
pornografía infantil, y relación directa entre guerra y trata.
Para México este problema se plantea
sumamente difícil, digámoslo si no. A nuestro país se le ha identificado como
el segundo en el mundo en producción y difusión de materiales de todo tipo que
promueven la pornografía infantil. Y volteando a ver la arista de guerra y
trata, tampoco es para sentarse tranquilamente en una banca de la Plazuela
Obregón, a la espera de que Antonio Rosales baje del caballo y nos abrume con
sus historias de invasores y patriotas del Siglo XIX.
Seamos claros: por los saldos de
violencia, México vive un estado de guerra. Y ese entorno es muy propicio para
la inhumana trata de personas. Hay tantas jóvenes y niñas reclamadas por sus
familiares como desaparecidas, ¿cuántas más habrá en dicha situación cuyos
casos ignoramos? Es hora de que empecemos a ver el problema de esas mujeres
también desde este punto de vista y luchar porque las políticas públicas no
miren de soslayo el horrible asunto de la trata. Gritemos este 15 de
septiembre, pero contra las injusticias. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com