Un país en que el Estado sólo rescata con éxito a los
banqueros.
Fabrizio Mejía Madrid
Dos 19 de septiembre nos han marcado para
siempre. Y lo más importante, le dieron una nueva dimensión a los conceptos de
sociedad civil y de reconstrucción. Esa movilización espontánea, febril, que
disputa cada minuto al día para ser oportuna y eficaz, ha traído lecciones
invaluables sobre el perfil que cobran las sociedades modernas frente a los
problemas de mayor trascendencia para la comunidad local y para el país. Ese
pueblo movilizado frente a la emergencia sabe de los deberes que esta plantea y
no espera a ver qué respuesta habrá de parte del Estado.
En 1985 y en este momento histórico, la
masa de ciudadanos que se lanzó desde los primeros momentos después de los
sismos a remover escombros, quizo salvar el mayor
número de vidas posibles y las acciones que a la par se realizaron y realizan
es para llevar alivio a los damnificados. Dar solidaridad en las zonas
devastadas y desde los más diversos rincones del país, fue un sentimiento
unánime.
Si bien hemos insistido en que el tejido social
se nos ha enfermado y que la violencia nos lastima profundamente con sus mil
consecuencias negativas como los cientos de miles de asesinados, decenas de
miles de desaparecidos y más de un millón de desplazados por esa razón, el 19
de septiembre y de 1985 y este 19 de septiembre que nos duele tan cerca,
han devuelto la fe en nosotros mismos. Y eso hace que más allá de las acciones
mencionadas, hablemos de reconstrucción.
Sí, se habla de reconstrucción. De reconstruir
no sólo los bienes materiales que los terremotos y las fallas humanas hicieron
colapsarse. No pocos hablan de reconstruir ese tejido social enfermo que
afortunadamente, con esa multitudinaria acción ciudadana, se le aplicó una
tremenda dosis de medicina social. Y también, desde luego de reconstruir el Estado
mexicano. La situación de emergencia que viven siete estado
de México, lo es también de todos. No se puede cambiar el país, si el Estado
permanece intocado, inmerso en una profunda crisis.
La generación de jóvenes que vivió 1985, en
especial las mujeres, hicieron una gran aportación en
el proceso electoral de 1988, manifestando su rechazo contundente a las viejas
formas de hacer políticas y dándole un nuevo rostro a la democracia mexicana.
La generación de este 19 de septiembre tiene una tarea muy clara: el país
reclama una reconstrucción de ingeniería política mayor y esta no puede
llevarse a cabo sin los cambios profundos que debe vivir el Estado.
La nueva emergencia que vivimos, más las que ya
arrastrábamos, le dicen a los jóvenes de este 19 de septiembre que la sociedad
es capaz de resolver crisis de calado mayor por su cuenta,
pero también que el Estado puede convertirse en un instrumento de acción
ciudadana. 1988 vivió una revolución democrática electoral, truncada en buena
medida por el fraude electoral ("caída del sistema"). El 2018 espera
por una nueva revolución democrática electoral, que permita emprender la
reconstrucción más completa e integral de México.
Por lo pronto nos pasma la magnitud de lo que
hay que reconstruir. Se habla de 10 mil escuelas que tienen daños mayores y el
Laboratorio de análisis en comercio, economía y negocios de la UNAM, calcula
que la reconstrucción material para la Cd. de México, Chiapas, Guerrero,
Morelos, Oaxaca, Puebla y Tlaxcala, tendrá al menos un costo de 29 mil millones
de pesos. Poco menos que los 35 mil millones de pesos que este año pagaremos de
intereses por el rescate de los banqueros.
Cuando se habla de las escuelas, no están
incluidas las de Sinaloa. Llama aquí la atención, que ante las protestas de
padres de familia de la primaria Álvaro Obregón, se
aceptó que esta institución y cinco más requieren de reconstrucción. Queremos
recordarle al doctor Enrique Villa Rivera, que la SEPyC
reconoció después del Huracán Manuel de septiembre de 2013, que no menos de 450
escuelas del estado reclamaban una fuerte inversión para recuperarse de los
daños. Aquél recuento de pérdidas ha quedado en el olvido, sin que haya
disminuido la amenaza de tragedias ante el riesgo de colapso. Es muy
recomendable que no se descuide este renglón.
Es por demás manifiesto que el Estado no ha
dado el ancho ante los sismos. Y la sociedad civil es el corazón del quehacer
ante las emergencias. Por eso es muy importante que al hablar de
reconstrucción, no olvidemos que también el Estado debe quedar inscrito en
ello. La fuerza social logró que haya compromisos de los partidos para
compartir parte de sus ingresos para la reconstrucción. Esa misma fuerza debe
plantearse también que el costo del rescate bancario no puede el dolor de cabeza
eterno. Necesitamos esos recursos para los damnificados. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com