Como nos jugamos el futuro no hay manera de
evadir el 2018. No es un año más, es una cita histórica y un reto para remontar
el fardo de problemas que la crisis humanitaria que vive México nos ha dejado
en este moribundo 2017. Son muchas las aristas que componen el cuerpo crítico
de la situación nacional, entre ellas la parálisis de la economía, la
desigualdad social con su miserable exclusión de los pobres, el desempleo, la
corrupción y su inseparable gemela: la violencia. Sin olvidar la pérdida de los
recursos petroleros y de gas natural, que garantizaron en su momento educación
gratuita, seguridad social y promoción de la vivienda popular.
La violencia, cuyas fuentes y orígenes
pueden partir de grupos privados como del mismo Estado, ha dejado un sentimiento
de pérdida y de luto tan grande como la geografía y la historia reciente de
nuestro país. Tan sólo en los últimos once años el dolor se expresa en
alrededor de 250 mil muertes violentas, en más de un millón 400 mil desplazados
por causas de violencia y no menos de 37 mil personas víctimas de la
desaparición forzada. Para quienes viven esta crisis humanitaria no necesitamos
explicarles cómo se expresa toda esa tragedia en el seno de cada familia y en
las comunidades que padecen esa pesadilla social.
Para enfrentar esta preocupante
situación, lo primero que tenemos que hacer es situarnos de manera clara en el
terreno que pisamos. No creo que lo más inteligente sea plantearnos atacar
todos los problemas y frentes al mismo tiempo, pero del abanico de problemas
que enmarcan nuestra situación, es muy importante tomar los que nos permitan no
sólo tener éxito, sino también jalar al resto hacia una solución.
Si el próximo año tenemos que aguantar
toda una campaña electoral, donde se disputa el poder político a nivel nacional
y muchas de las entidades federativas, hagamos ejercicio de ciudadanía frente a
los políticos que pretendan un espacio en el poder disputado. Tres temas son
suficientes para darle otro contenido y perfil a las campañas: la corrupción,
la inseguridad y la desigualdad social. Dejemos de ser pasivos ante los
discursos y las gesticulaciones sin compromiso (incluidos los que se firman
ante notario como los de Peña Nieto). Tomemos la palabra y cuestionemos
acciones y omisiones pasadas y presentes, y exijamos respuesta a los tres temas
referidos.
Sobre la corrupción hay tantas cosas que
señalar, desde las dudas que nos han quedado ante la quiebra que presentan la
mayoría de los municipios del país, hasta las certezas de desfalcos a las arcas
de los estados. No necesitamos hurgar mucho entre los números de las finanzas
públicas y los presuntos responsables. Por sus acciones contra los dineros
públicos actualmente hay 16 gobernadores presos, procesados o prófugos. Y no es
que sean todos los que pueden estar en dicha situación, pues hay otros como
Mario López Valdez que han podido negociar, hasta hoy, impunidad, aunque la
lumbre haya llegado a los aparejos de algunos de sus colaboradores. Es de
justicia elemental pensar que ni el municipio de Culiacán y Ahome,
entre otros y Sinaloa, pueden resignarse al quebranto de más de 15 mil millones
de pesos.
Y si hablamos de inseguridad, también la
situación es muy delicada. Las auditorías financieras y sociales deben ir hasta
allá. La rendición de cuentas es elemental en este renglón. Los presupuestos
crecen y crecen sin que haya los resultados prometidos. Y para solicitar nuevos
aumentos no hay rubor sobre las mejillas de los beneficiaios,
sólo se repiten los viejos argumentos de que son necesarios para combatira un enemigo que vemos fortalecerse ante la
acción oficial. Elemental es que ya preguntemos qué diablos se hace con esos
dineros públicos. Cualquier ciudadano que va con un médico que no le da
resultados ante sus problemas de salud busca otro especialista, ¿por qué los
ciudadanos de este estado y país tenemos que seguir con la misma estrategia y
los mismos jefes?
Lo mismo tendremos que decir de los
lastres que nos deja la desigualdad social, pues alrededor de 62 millones de
compatriotas no cuentan con los tres alimentos del día en la calidad y cantidad
recomendada, no tienen las oportunidades elementales en materia de educación,
salud, vivienda y recreación. Son excluidos de los beneficios del desarrollo en
mayor o menor medida, de acuerdo a la región donde viven y de su condición
social. Tenemos que decirles a los candidatos que los discursos electoreros están
desacreditados y que se requieren compromisos muy concretos en los renglones
mencionados. Por nuestra parte no seamos los convidados de piedra, movilicemos
a la ciudadanía para que cesen este tipo de situaciones en el país, si
aspiramos a un México con menos injusticias de todo tipo y si queremos que la
paz y tranquilidad regresen a esta lastimada patria. Construir el 2018 con
perspectivas de derechos humanos no será fácil, pero será posible si hay
voluntad ciudadana. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com