héroe de mil batallas en el ring y en defensa de su
vida.
Las crisis siempre fueron recurrentes, pero se
turnaban. Ahora se nos vinieron encima en montón. Esas crisis pasadas han dado
color a nuestra piel y las hemos llevado tatuadas en cada pliegue de nuestros
rostros. Las presentes sacudidas económicas, políticas, sociales, ambientales y
de seguridad, nos han robado el aliento y la esperanza de un futuro mejor.
El final de treinta y cinco años de gestión
neoliberal (incluida la docena trágica panista), ha dejado el saldo más
negativo en la historia del país. Los 300 años de colonia parieron una nación
en ruinas, pero llena de proyectos y de fe en su futuro; la misma invasión norteamericana
que concluyó en 1848 con el despojo de más de la mitad de nuestro territorio,
no pudo evitar que se forjara en la crisis una nueva generación que diera
sustento constitucional a las aspiraciones mexicanas de forjar una república
libre e independiente.
Los gobiernos que han conducido tan
desatinadamente el país desde 1982, han mantenido un permanente acoso sobre la
Constitución Política. Y ante nuestro mirar atónito le han quebrado su columna
vertebral. Mientras nuestra respuesta ha estado a la defensiva se modificaba el
rostro de la Carta Magna y sus beneficiarios se abalanzaban contra el
patrimonio de la Nación: empezaron a vender ferrocarriles, almacenes para
guardar cosechas, Altos Hornos, acciones en bancos y empresas aéreas, incluido
Telmex.
Y como el enojo del pueblo mexicano ante ese
crimen de lesa nación no se tradujo en movilizaciones masivas y permanentes, ni
las fuerzas políticas que se reclaman progresistas convocaron a una acción que
fuera capaz de detener el desmantelamiento del Estado que parió la Revolución y
de paso la mercantilización del patrimonio nacional que garantizaba el
funcionamiento (con todos sus asegunes) del Estado de bienestar, se asestó el
golpe que pretende despojar de los recursos minerales, energéticos e hídricos que
se mantenían en un tambaleante resguardo hasta 2013.
La vocación malinchista
de las administraciones públicas desde 1982 han
utilizado el Congreso de la Unión para borrar las conquistas laborales, para
poner en riesgo el derecho a la educación y salud pública, y a la vivienda
popular. Su gestión no apostó por el desarrollo de la nación y por la
distribución de la riqueza, sino por la privatización de los recursos naturales
y del patrimonio público. Eso explica el estancamiento de la economía, el
desempleo, los bajos ingresos de la inmensa mayoría de los trabajadores, de la
desigualdad y exclusión social.
También nos habla de la profundización del
carácter autoritario del Estado y su inclinación a legislar y justificar la
presencia de la fuerza pública armada en las calles y no precisamente porque
haya riesgo de invasión extranjera, pues ya la existe y con la venia de
vergonzosos acuerdos internacionales y algo de legislación no menos nefasta.
Todo ello profundiza más la crisis económica y
golpea la situación de los trabajadores y sus familias de manera múltiple. El
Estado es ahora un enano de cuerpo inútil frente a las manifestaciones más
crudas de la crisis económica, frente a las fuerzas de los monopolios
nacionales y extranjeros y ante el poder de quienes dirigen los destinos de EU
hoy. Es también un ente invadido por la corrupción a quien las tareas de
seguridad que exige la sociedad le van quedando cada día más grandes. Es decir,
no cuenta con recursos legales y materiales (ni tampoco con vocación)
para imponer medidas anticrisis, ni con la voluntad de doblegar a los grandes
monopolios que siempre ganan con las crisis, tampoco con la decisión y
compromisos para salvarnos de los saldos de la violencia criminal y de la
propia. Pero dentro de esas debilidades, el presidente y las élites del poder,
pretenden investirlo de una Ley de seguridad interior que dé rostro fiero y
dentado a sus fuerzas armadas y policiales, con el fin de detener las futuras
inconformidades y explosiones sociales.
En Sinaloa, los temas que las crisis actuales
nos reservan no son pocas: el nombramiento de un Fiscal General del Estado (ya
no habrá procurador), que sin haber la credibilidad que legitime la figura, el
gobernador decide meter las manos en el proceso. Por lo visto los compromisos
de apertura llegan hasta donde comienzan los intereses. La administración
estatal anterior dejó temblando las finanzas del estado, pero no hay voluntad
firme de llevar ante los tribunales a quienes se robaron el dinero; el
gobernador busca adelgazar el Estado y propone que se aplique en el Poder
legislativo y en los ayuntamientos, no en la estructura del Poder ejecutivo, la
suya (que por cierto creó instancias nuevas). La justicia en los bueyes de mi
compadre. Los maiceros, las enfermeras, lo médicos, los vendedores ambulantes y
muchos otros se manifestarán en las próximas semanas, reclamando atención a sus
demandas, esperemos que sean escuchados y se les plantee alguna solución.
Cualquier otra salida, desencamina los pasos hacia la justicia y la paz social.
Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com