Así se hunda el mundo –digamos como Gramcsi- pero los buenos deseos para que este 2018 nos vaya
bien no pueden faltar. Y vaya antecedentes que nos
deja el año que se fue en materia económica. Las 500 personas más ricas del
mundo, según BloombergBillionaires,vieron crecer sus capitales en un 23 por
ciento el año anterior, algo así como 5.3 billones de dólares. Ese pequeño
número de personas se embolsaron unos mil 452 millones de dólares al día,
mientras 3 mil 460 millones de pobres (estimados por el Banco Mundial), sobreviven
en condiciones que poco tienen que ver con la dignidad humana.
Siete de esos multimillonarios son
mexicanos, pero al país no le está yendo en los mismos términos. Algo está
pasando. ¿Cómo explicarnos que un pequeño número que apenas representa el 0.12
por ciento de nuestros connacionales, concentre casi la mitad de la riqueza?
Las cifras no son ajenas a los mexicanos que nacimos antes de 2017, como
tampoco a los casi 2 millones 500 compatriotas que nacieron el año anterior. De
acuerdo a los nuevos criterios del BM más de la mitad llegaron a este mundo
mexicano pobres.
Entrampados en muchos frentes, hay
dificultad para ver con ojos alegres este año que apenas ensaya sus primeros
pasos. Las autoridades nacionales nos dicen que podemos crecer al 2.2 por
ciento, lo que no estaría mal en estas circunstancias, pero las instituciones
del mundo financiero internacional nos ubican en un 1.9 por ciento, contando
con que nuestras negociaciones sobre el TLC y los arranques lunáticos de Trump no nos lleven a una situación peor que la actual.
No han faltado los analistas que afirman
que la economía mexicana no sirve para dar el alimento a que tienen derecho
todos los mexicanos, pues una mayoría no tiene ni la calidad, ni la cantidad, ni los ve las tres veces al día en su mesa.
Tampoco sirve, dicen, para dar techo, educación y salud a esos mexicanos. Y si
la economía no sirve, ¿cómo andan los gobernantes y las instituciones que
dirigen?
Apenas caminamos sobre los primeros días
de 2018 y las imprescindibles tortillas ya no cuestan lo mismo, y nos dicen que
a mediados del año volverán a subir de precio. No es todo, los supermercados
están reetiquetando toda la mercancía; mientras los
salarios y las gasolinas parecen estar más peleados que nunca. A pesar de que
nuestros salarios son los más bajos del grupo de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), de que no garantizan la
ampliación del mercado interno como recurso para fortalecer la economía y de la
presión que Canadá y EU han hecho para considerar este renglón en las
negociaciones del TLC, hay reticencias del gobierno mexicano para considerar un
verdadero cambio en este renglón. Si tomamos en cuenta la contrarreforma
laboral reciente, no vemos ni intención favorable a recuperar los salarios ni
un cálculo sobre las consecuencias sociales en desigualdad y exclusión, que
ello tiene para más de la mitad de la población del país.
Las gasolinas iniciaron un crecimiento
persistente desde su liberación en noviembre y a la distancia
de un mes ya se nota y mucho. Se están multiplicando las justificaciones
señalando que los precios a nivel internacional suben y que la mayoría de las
gasolinas son importadas, entre otras. Lo cierto es que algunos nos adelantan
que a finales de este difícil enero el precio puede rebasar los 20 pesos por
litro y amenazar en las siguientes semanas por alcanzar la barrera de los 23
pesitos.
La Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, ha manifestado recientemente que la relación
actual de pobreza y derechos humanos es muy preocupante. Señala que la pobreza
vuelve invisible a sus víctimas y demasiado vulnerables ante la discriminación
y la exclusión social. No hay posibilidades de una verdadera participación
ciudadana en condiciones de pobreza, ni acceso a la justicia y, por lo tanto al
disfrute de derechos. Señala que un régimen democrático no es compatible con la
inobservancia de los derechos humanos. Y que el Estado está obligado a prestar
atención especial a los grupos sociales y a las personas que han sufrido formas
de exclusión históricas o que son víctimas de prejuicios que no dan respiro. No
vemos por ningún lado las medidas de prevención que vengan a reducir y eliminar
las condiciones que generan las situaciones que encaminan hacia la exclusión
social.
Para dibujar este difícil horizonte
mencionemos la situación del movimiento que busca desaparecidos y detener esa
práctica que tanto hiere a la Nación. Mientras el número de desaparecidos
crece, se cuenta en Sinaloa con tres fiscalías especializadas distribuidas por
zonas en el estado, con no más de 10 agentes del MP, con un reducido número de
investigadores, con un laboratorio de genética forense, con un georadar y canes especializados en la búsqueda de personas
inhumadas. El presupuesto, la cantidad de personal y la ausencia de una
política concreta sobre el tema, nos habla de dos cosas tristes: no hay
intención de esclarecer los más de 2 mil 855 casos que tenemos en Sinaloa, ni
de detener esta monstruosa práctica. La sociedad deberá ejercer su derecho a
opinar sobre este tema. Finalmente, por parecerme un gesto noble, hago un
reconocimiento a los agentes de la patrulla 3701 de Policía Estatal, que al
verme en la calle con el carro descompuesto, hicieron alto y ofrecieron su
ayuda para aliviar la situación. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com