Al necesitado no se le pregunta quién es ni de dónde viene.
Todos somos iguales en la desgracia.
Isabel Allende
Todos los días son una oportunidad para la
reflexión, pero la historia religiosa y política nos regalan
momentos muy propicios para ello. La semana santa es uno de esos instantes.
Simpatizando con esa actitud popular de huir de la vida mundana y de los problemas
de todo tipo, estos días los dedico también a la lectura, al recuerdo de los
días infantiles en Monteverde y a la reflexión sobre el porvenir, ese al que
Mario Benedetti asegura que le llaman así porque nunca llega.
No es necesario salir de la ciudad o de los
lugares donde reside quien desee olvidar de momento el fardo de problemas. Yo
tampoco he tenido que salir. La lectura aísla y transporta, eso han hecho
Caravana de sombras, una hermosa narrativa del poeta Rubén Rivera; Más allá del
invierno de Isabel Allende, en la que toca elementos interesantes de la novela
negra y El socialismo y el hombre nuevo de Ernesto "Che" Guevara. Más
allá de simpatías o fobias por el tema y por la figura del autor, todos
estaremos de acuerdo en que nunca estará fuera de horizonte pensar en la
formación de un nuevo hombre y una nueva mujer, frente a los retos que plantea
una sociedad tan desigual como la nuestra.
Durante la lectura, la imaginación me ha
llevado al barrio de La Ciudadela, allá en Monteverde. Y las imágenes que
vienen a la memoria se refieren a estos días de vacaciones de primavera en la
escuela primaria y de secundaria. La semana santa iniciaba con la preparación
de la harina de maíz para los coricos y las
empanadas: se molía en el molino el nixtamal y luego se deshidrataba la masa al
sol, para volver a molerla y dejarla lista para mezclar el resto de los
ingredientes. Martes y miércoles eran de confeccionar los coricos,
el pan y las empanadas (de harina de trigo y de maíz). Eran días de hornear. El
pueblo entero se llenaba de ese exquisito olor que despedían los hornos.
A partir del miércoles por la tarde bajaba el
ritmo de las actividades, pues al decir de los mayores estos eran días de
guardar. Cuando algunos vecinos de otros pueblos pasaban a caballo o en carro
de paseo, no faltaba el comentario de alguien que dijera que las desgracias que
pasaban en estos días, tenían su explicación porque no eran guardados,
"como Dios mandaba".
Dos cosas me gustaron siempre de estos días en
mi pueblo: la oportunidad de acampar en el arroyo de El Apomal,
que se mantenía sediento desde el mes de diciembre si no había equipatas, pero donde se respiraba paz bajo los zalates y apomos y en el marco de
un colorido concierto de mariposas y pájaros. La otra experiencia, la más
positiva, era la determinación de mi madre de no castigar ninguna falta de
nosotros, "porque los días santos son de perdón". Y que de haber
castigo sería con espinas, pero eso nunca lo haría.
En los días restantes dábamos cuenta de todas
las viandas que se habían horneado para el caso. El viernes por la noche
Monteverde cobraba vida, pues un grupo de jóvenes que construían un judas,
daban en robar gallinas para alimentarse en la madrugada, luego de sus
correrías. Desde temprano las amas de casa encerraban sus aves de corral, lo
que no evitaba los legres hurtos nocturnos. Algunas familias dejaban a la vista
cazuelas de capirotada a cambio del respeto por los codiciados pollos.
El sábado de gloria se paseaba el judas por las
calles del pueblo y luego venía la quema del mal
humor. En esos versos improvisados no quedaba títere con cabeza: la crítica iba
contra el comisario, los dirigentes del ejido, los coyotes que se quedaban con
las cosechas, el borracho y otros personajes. Al final el judas ardía llevándose
en apariencia resabios y rencores. Y la gente regresaba al trajín de la vida,
con un elemento que renacía año con año: la esperanza de que la vida podía ser
mejor.
En esta semana tan importante para todos, mis
deseos son que la disfruten en paz y que al regresar a la vida económica,
política y social, no olvidemos que la solución de los grandes problemas (que
por lo demás no tienen vacaciones), reclama del concurso de todos. Pensar en
los demás, sobre todo en los más vulnerables socialmente, puede allanar en
buena medida las oportunidades de solución. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com