Quisieron detenerlos al llegar a nuestra
frontera sur, no hubo manera de hacerlo. Ni las vallas metálicas eran para el
caso, ni suficiente la policía. Y el Río Suchiate, se mostró manso,
hospitalario, casi dulce al paso de miles de centroamericanos hacia nuestro
territorio. La caravana partió de Honduras y hondureños son la parte medular de
ese éxodo que pretende llagar hasta el corazón de Estados Unidos. Qué bueno que
han podido marchar por el territorio mexicano y que sostienen una andadura
firme y de buen paso rumbo al norte.
La presencia de estos migrantes ha
levantado polvo en pro y en contra, pero la balanza se inclina, sin duda, del
lado de esa masa que al ver cerradas las puertas de las oportunidades de
trabajo, educación y salud en su país de origen, marcha con destino al país que
ha saqueado los recursos de su nación y de la región, y que hoy está obligado
moral e históricamente a dar una respuesta positiva a la crisis humanitaria que
representa la diáspora de los años recientes, de la cual esta caravana
visibiliza tan sensiblemente.
Las expresiones de solidaridad de
iglesias, organismos civiles ligados al tema de migrantes y de otra naturaleza
es ejemplar, pero la que aporta gente del pueblo es verdaderamente
extraordinaria. He leído con gran alegría las convocatorias para donar
alimentos, ropa, pañales, mochilas y todos los enseres que un viaje de esta
naturaleza implica, la disposición de albergues y la respuesta de nuestros
connacionales es simplemente hermosa.
No han faltado algunas voces que nos
convocan al rechazo y a que abandonemos a su suerte a
quienes marchan en la caravana. Pero los mexicanos tenemos memoria y un gran
respeto por los connacionales que marcharon a los Estados Unidos, Canadá y
otros países, buscando las oportunidades de trabajo y vida que no encontraron
en nuestro territorio nacional. Esos millones de compatriotas y sus
descendientes han sufrido el rechazo y la exclusión en aquellas tierras. Muchos
vivieron y viven la discriminación por razones de extranjería (xenofobia se dirá
por propios y extraños).
Pero el fenómeno de las migraciones en
masa, como las hemos conocido desde África hacia Europa y ahora la que camina
con los mismos pies morenos y cansados, que los compatriotas
que cruzan el ardiente y seco desierto del norte, ese fenómeno ha acuñado el
término de aporofobia, para darle la verdadera
dimensión al problema de la migración de pobres y a la respuesta de los
imperios. Ese término le da nombre al miedo o rechazo a los pobres. Demasiado
contundentes las declaraciones y medidas que se toman desde nuestro vecino
país, como en su momento los fueron las acciones de parte de países europeos. Pero
la caravana y la migración siguen su curso. No habrá fuerza humana que la
detenga.
Para una nación cuyo símbolo de
identidad es un águila que devora una serpiente posada en un nopal, señal
mítica buscada por un pueblo peregrino (migrante de muchas leguas y
generaciones), la caravana no deja de ser un vivo recuerdo de nuestras primeras
jornadas de caminata sin fin, cuyos pasos ampollados
lucían el polvo de dos continentes. La pátina de los tiempos no ha podido
borrar aquellas primeras pisadas aztecas, totonacas, teotihuacanas, mayas o cahitas; tampoco ha ido muy lejos en el caso de nuestros
migrantes de casa. Por eso nos identificamos con los centroamericanos que
marchan por nuestro territorio en caravana.
No tenemos ninguna duda que en el marco
electoral de los Estados Unidos, las dos fuerzas políticas principales buscan
sacar ventajas de la tragedia humanitaria que significa la migración
visibilizada a través de la caravana. Somos conscientes de los intereses en
juego en esta región geográfica, pero tenemos la certeza de los factores
económicos, políticos y sociales que expulsan a tantos hondureños y vecinos del
área centroamericana. No abandonan sus países, los expulsa la preocupante
situación mencionada. Al gobierno mexicano exijamos una actitud fiel a la
tradición mexicana de asilo y hospitalidad a los extranjeros que solicitan nuestro
apoyo y como pueblo reiteremos nuestra vocación de solidaridad en todo momento.
Vuelven los familiares con desaparecidos
a las jornadas de promoción de su lucha. El día de ayer iniciaron
la fijación de retratos de las víctimas de desaparición forzada en la amplia
pared del periódico Noroeste. Hermosa labor de Sabuesos Guerreras y noble
actitud del diario y del amigo Adrián López. Ojalá que muchos vecinos de
Culiacán les digan que sus bardas y paredes están dispuestas a recibir estas
imágenes diseñadas con la vieja y efectiva técnica con que las compañías
refresqueras plasmaban su publicidad y en la que destaca la sabia y solidaria
mano de Dante Aguilera. Me sumo a ese esfuerzo y hago votos porque dicha labor
tenga prontos y positivos resultados. La causa y los incansables afanes de los
familiares lo merecen. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscarloza.ochoa@hotmail.com