Sinaloa, como México, vive una
crisis humanitaria. Lo hemos dicho no pocas veces, se ha urgido a resolver
algunos problemas centrales que alivien la situación crítica, pero no se hace
nada al respecto. Esa situación no sólo es triste, es preocupante porque puede
llegar a ser explosiva socialmente. Si la paz es el camino, como dijera Gandhi,
el Estado de derecho es el marco legal obligado para caminar esa difícil senda.
Es el marco obligado para todos, incluidas en primer lugar las Instituciones.
No por frecuente es menos doloroso
imponerse con la información de la desaparición de jóvenes de ambos sexos. Abro
la prensa de ayer y me encuentro que Jorge Ricardo Díaz Montalvo es levantado
por un grupo armado cuando estaba de visita con su novia, “el Koki” es un apasionado de la música, un joven tranquilo
como muchos; ocurro al face y me encuentro con que el
grupo Sabuesos documenta la desaparición de la niña María Guadalupe Briones
Espinoza el pasado 18 del presente mes, nos deja estupefactos saber que se la
llevan del frente de su casa y no hay rastro alguno.
Apenas la semana pasada registramos
el caso de otra menor de edad que desapareció al salir de su trabajo. Pero en
su caso la historia tiene un final distinto. Días después logró hacer llegar a
su familia algunos datos que permitían ubicar el lugar dónde se encontraba. La
policía y la Fiscalía hicieron un exitoso trabajo. Ella está en casa. Mientras
tanto pensamos en el loable trabajo de los familiares que buscan a sus
desaparecidos, lo hacen de manera heroica a pesar de la acumulación infatigable
de casos. Reconozcamos ese hermoso trabajo, pero como sociedad no podemos
callar la magnitud que este fenómeno ha cobrado y el daño incalculable que ha
hecho a la humanidad.
Insistamos en la necesidad de que se elabore
una política pública que busque detener esta inhumana práctica. No hay otro
camino. Pero no podemos seguir justificando que no se hace más porque no hay
presupuesto suficiente para ello. En primer lugar se carece de la voluntad para
iniciar esa tarea urgente y, por otro lado, sí es necesario allegar recursos a
ese trabajo, sin olvidar que en la práctica de la desaparición de personas hay
complicidad de autoridades (por acción u omisión) o participación directa. No
todo es asunto de recursos, también lo es de esa voluntad de la que hablábamos
anteriormente, de enfrentar dentro y fuera de la “casa” todo lo que implica la
desaparición forzada de personas.
Para mejorar el trabajo en las
investigaciones, hemos insistido mucho después del Caso Dayana,
la niña de San Pedro, en que se adquieran perros entrenados en la búsqueda en vida de personas desaparecidas o extraviadas. Tan útiles que
nos serían en una situación como la de María Guadalupe, esa menor de 12 años de
El Palmito. Pero en la Fiscalía y en el Gobierno del estado hay sordera y
menosprecio por las propuestas que hacemos desde la sociedad civil. Y el costo
social, ante el florecimiento de esas “virtudes”, es mucho mayor que el que nos
imaginamos.
Tres eventos violentos a partir de la
acción de la autoridad federal se han dado en el municipio de Culiacán, que no
dejan lugar a dudas sobre la suspensión de garantías o de derechos humanos en
el lugar donde actuaron. Dos casos han sido sobradamente documentados en los
medios y en las redes sociales: el de la Limita de Itaje
y el de la colonia Heraclio Bernal. Hay uno más que no ha trascendido
grandemente: una boda en Pueblos Unidos. En los tres se rodeó el lugar del
evento y no se permitió la salida ni la entrada de civiles. En dos hubo
allanamiento de los recintos, en uno la pérdida de cuatro vidas y en los tres
la retención, por espacio de varias horas, de un alto número de personas. Ya se
ha documentado la presencia de niños, mujeres y adultos mayores entre los
retenidos.
Dos reacciones se esperan después de
este tipo de hechos: la de la autoridad política (la del Gobernador Quirino)
que no puede callar ni cruzarse de brazos, aunque la presencia continuada del
Ejército y la Marina fue a invitación expresa de él. Más obligado aún a sacar
cuentas al respecto. También consideramos que la CNDH debe expresarse con una
buena investigación y su resultado: una puntual Recomendación sobre estos
acontecimientos. Hay otras reacciones esperadas y que lamentablemente no se
dan: ¿dónde están los colegios de abogados exigiendo el respeto a la legalidad
y al Estado de derecho? ¿Dónde está el Poder legislativo reclamando el respeto
al Pacto federal?
Al parecer no estamos molestando
mucho las neuronas y a lo mejor creemos que todo ello lo aguantarán los
ciudadanos, sin más. Pero sucedieron cosas que obligan a otro trato. Hubo
pérdidas de vidas. Y nos pueden decir que eran presuntos delincuentes y no
entraremos ahora en ponerlo en duda, pero sí que la obligación es detenerlos y
presentarlos ante las autoridades correspondientes; hubo suspensión de derechos
humanos en un punto geográfico y por espacio de varias horas, sin contemplar lo
que establecen las leyes al respecto: aún las recientes y muy cuestionadas. Por
el bien y la paz que tanto necesita este país, hagamos un alto y busquemos en
el respeto al Estado de derecho la solución a estos graves problemas. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com