De nueva cuenta noticias
que preocupan. Desde Mazatlán nuestro amigo Miguel Ángel Ramírez Jardines nos
hace llegar el mensaje siguiente: “existe un estado de crisis, desde Matatán (municipio de El Rosario), hacia arriba de la
Sierra, desde 16 días atrás a raíz del enfrentamiento de los cárteles, esto
trae consecuencias para los pocos pobladores de esa área, dado el
desplazamiento de 20 familias que generó las muertes de algunos pobladores en
el mes anterior, entonces establecieron los Cárteles retenes en la carretera de
Matatán hacia arriba, generando la no circulación de
vehículos, ni personas ni comida, de tal suerte que los vecinos de la
Rastra exigen a la Síndica, acciones que lleven paz y comida, porque hay
niños y mujeres sin comida durante varios días, les recuerdo también, que
la Síndica es compañera nuestra y además por humanidad requerimos apoyar
esta causa, aclaro (que) desde ayer estoy en comunicación con autoridades del
estado y más tarde regresarán llamadas para accionar, hasta luego.”
Diremos de nuevo: esos
desplazamientos internos que provoca la interminable violencia en Sinaloa, con
todas las consecuencias que ello conlleva. El sur de Sinaloa pareciera no tener
suficiente con las angustias y dolores que el mismo fenómeno ha provocado en
Concordia y el municipio de Mazatlán. Ahora recaló en El Rosario y de qué
manera. Si la información que nos llega es fidedigna, imaginemos la situación
desesperante que viven las familias que aún habitan en la sierra de ese
municipio y sus familiares que viven en la zona costera (desplazados con
anterioridad por la imparable violencia).
Lo descrito por el maestro
Ramírez Jardines, es más grave que lo que vivieron los habitantes de El Limón,
El Verano, El Águila y otras comunidades del municipio de Tamazula, Durango en
aquel aciago octubre de 2016, cuando la Marina tomó esas comunidades. La
retención de los vecinos sólo duró unos tres días, los alimentos no faltaron y
se recuperó pronto la libertad de viajar hacia fuera de los pueblos, con
excepción de El Limón, que permaneció como cuartel de los elementos de la Semar.
En el caso de Matatán y de la sierra de El Rosario presenta signos más
preocupantes, porque de permanecer la situación descrita, esta se vuelve una
verdadera crisis humanitaria. Basta pensar en la imposibilidad de trasladar
alimentos o de ejercer el derecho de entrar y salir de dichas comunidades. No
nos explicamos el por qué las autoridades han dejado correr los días sin
atender este problema del tamaño de la seguridad de la sociedad sinaloense.
Esperamos que el angustioso llamado que hace el maestro Ramírez Jardines sea
escuchado.
Hace unos días acudió a
nuestras oficinas Juanita, una simpática señora que ya coquetea con los 80
años. Su historia habla de la posibilidad de un despojo de su casa, que es
además su único patrimonio. Familiares cercanos están involucrados en ello. Y
no es toda su historia, pues fue víctima de maltrato verbal y físico. Sus
brazos aún conservan las huellas de esas conductas de agresión. Ella presentó
denuncia sobre los hechos y los involucrados fueron informados de las medidas
de protección que recibiría Juanita. Los agresores no se acercarían a la casa
de la ofendida en los siguientes dos meses. No se les impuso otra sanción. Pero
como dijo don Benjamín Jiménez, el obispo emérito de Culiacán: “las leyes en
México son como el inglés, se escriben de un modo y se pronuncian de otro.”
Digo lo anterior porque
los agresores siguen entrando a la casa de Juanita, como Pedro por su casa. Hicimos
del conocimiento a la Fiscalía sobre esta situación anómala y nos dijeron que a
los responsables de la agresión se les habían leído las medidas de protección a
la ofendida, pero que le corresponde a la autoridad se seguridad pública
municipal atender que se cumpla con esas medidas. Y si no las cumplen, me
dicen, Juanita debe regresar ante el Ministerio Público e informarle del
incumplimiento. No deseo entrar en polémica sobre si sólo a la policía
municipal le corresponde estar al pendiente de lo planteado.
No quiero entrar en esa
polémica, pero el brete en que se encuentra Juanita y el sentido común obligan
a preguntarse, ¿existe tanto divorcio entre una función pública y otra como
para no haya el debido seguimiento a una medida como la señalada? Si la
Fiscalía General da por terminada, o al menos interrumpida, su obligación de
proteger a la víctima al leerle las medidas de protección de la ofendida a sus
agresores, se corre el riesgo no sólo de una nueva agresión, sino que esta sea
mucho más grave. Juanita la septuagenaria debe ir ante el MP para informarle
que no se han atendido las medidas. La salida misma es un riesgo en esas
circunstancias, pero al parecer no hay otra manera de resolver el problema.
Algo falta en el funcionamiento de las instituciones y en su necesaria relación
que no permite el cumplimiento cabal de sus obligaciones. Algo falta y tenemos
que encontrar la solución si no queremos seguir lamentando tragedias como la de
la señora Cruz Verde, asesinada a pesar de las famosas medidas de protección.
Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com