El
miedo no da fe, cuando más
una resignación sorda y temible. René
Valdés
El caso Javier Valdez ha dejado algunas
lecciones inolvidables. En su II aniversario luctuoso habrá que preguntarnos si
las hemos aprendido. No estoy tan seguro de ello. ¿Por qué lo afirmo? Porque en
el recuento de la historia de su inmolación no hemos creado ni los mecanismos,
ni las estrategias que prevengan los ataques a otros periodistas. No tenemos
que quebrarnos mucho la mollera para encontrar los datos que nos reiteran la
situación planteada: tan solo desde que inició el presente régimen que encabeza
López Obrador van nueve reporteros asesinados.
Una primera lección en la que se ha
insistido mucho desde aquél 15 de mayo de 2017 es que los periodistas deben
valorar más la unidad gremial. Una leve revisión en este renglón arroja que no
sólo en el país hay inmensidad de organismos que representan a pequeños grupos
de reporteros, también en los estados se reproduce una situación similar. Vaya,
hasta en las ciudades sucede lo mismo, como es el caso de Culiacán. Lamentablemente
argumentos sobran para justificar la pulverización, a pesar de los crecientes y
lamentables saldos.
Una segunda sería la impunidad que reina
en los diferentes ataques que reciben los periodistas, que van desde las
amenazas, daños a su patrimonio, hasta la pérdida de vidas. Los organismos
internacionales como Artículo 19 o Reporteros sin Fronteras y nacionales como
la CNDH, afirman que dicha impunidad anda por el 90 por ciento de los casos
registrados. Demasiada manga ancha en materia de agravios a periodistas, y lo
peor: ello resulta ser la mejor invitación para seguir agrediendo a los
periodistas.
La tercera lección es la ausencia de una
legislación integral sobre la materia. A nivel federal llegó con mucho retraso
y en las entidades va despacio y con tropiezos una legislación que permite ver
de manera nebulosa las posibles políticas públicas en el terreno de la libertad
de expresión y en la protección de los periodistas. Hay mecanismos de
protección en varios estados, pero el énfasis está en la reacción sobre hechos
consumados y no en medidas de prevención. Las consecuencias de todo ello ya las
conocemos.
Es necesario mencionar como cuarta
lección, que la medida que se ha privilegiado en los mecanismos de protección
es sacar de la ciudad y del estado, en no pocos casos, a reporteros
amenazados o agredidos. Sin condenar la medida, digamos que cuando no se sigue
una investigación de fondo de los casos, el reportero queda desarraigado de su
tierra y de su medio, además de impune su caso. Y en muchas ocasiones sin
contar con el respaldo del medio de comunicación para el cual trabajó. Sin
dejar de mencionar que a pesar de las medidas de protección en otra ciudad, los
riesgos para su integridad física y moral no terminan.
La débil respuesta social quizá debe
contar como quinta lección ante la magnitud que alcanza el problema de ataques
a reporteros. Alejandro Encinas, subsecretario de gobernación para derechos
humanos y migración, informa que hasta el 2 de marzo del presente año 792
personas estaban inscritas en el mecanismo de protección y que 292, es decir el
37 por ciento, eran periodistas. Los otros son activistas de derechos humanos.
El Estado identifica muy bien donde se
concentra buena parte de este mal y de ello deben desprenderse medidas
concretas para abatirlo por parte de la autoridad y de la sociedad. El 62 por
ciento de los casos se concentra en diez entidades, destacando la Ciudad de
México, los estados de Veracruz y Guerrero con el 35.6 por ciento. Las
acciones que demanda la situación que viven los periodistas tienen que ser contundentes
y sin demora. Los resultados no pueden esperar.
Ante el II aniversario luctuoso de
Javier Valdez este 15 de mayo, digamos también que la justicia no ha llegado a
su caso. Dos presuntos responsables materiales comparecen actualmente ante el
juez, sin tener claro en el expediente la autoría intelectual del crimen. Al
parecer ha tenido mayor fortuna el caso de Omar Iván Camacho, asesinado
recientemente en Guamúchil, pero lo que hace la autoridad hasta hoy no es
ninguna garantía de solución. La acción organizada de periodistas y de la
sociedad debe pugnar por una legislación integral y establecer mecanismos de
prevención y protección junto a los organismos nacionales e internacionales que
respaldan los derechos de los periodistas. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com