¿Qué corazón es
corazón en pecho ajeno, manantial en otro río,
fuente de amor en otro cielo?
René Valdés
El inicio del ciclo
escolar está a la vuelta de la esquina y no se ve manita de gato sobre las
aulas. Años atrás, cuando se establecieron las preinscripciones fue con el fin,
nos dijeron, de documentar con tiempo el crecimiento de la matrícula escolar. Ello
llevaría, en consecuencia, a construir las aulas, laboratorios, bibliotecas y
espacios deportivos que faltaran; sin dejar de acondicionar las instalaciones y
equipo existente. El ciclo escolar 2019-20 está por arrancar y las
instalaciones educativas allí están, como la Puerta de Alcalá, viendo
pasar el tiempo, sin recibir los cuidados que a muchas de ellas les urge.
Hay espacios de la
vida pública en los que no se pueden regatear los recursos. Es lo que debe
hacerse en el renglón educativo. Recurrir a argumentos de la existencia
de crisis económica, razones de austeridad, es querer justificar que la
educación no llegue a todos los niños y jóvenes o que la calidad que reclama la
formación de las nuevas generaciones no tenga la importancia que exige el futuro
de nuestro país.
Tenemos deudas
acumuladas con nuestras instalaciones educativas, sin que en su momento o
tiempo después hayamos comprometido recursos para aliviar daños y deterioros.
Sólo recuerdo uno de los momentos trágicos que implicó parte de esas deudas: el
Huracán Manuel del 19 de septiembre de 2013. Ese día llovió un promedio
superior a los 410 mm en Sinaloa, con la incomunicación de 95 comunidades
rurales, 200 mil habitantes sin energía eléctrica, 62 puentes dañados,
100 mil hectáreas siniestradas, 1700 kilómetros de carreteras dañados, 175 mil
damnificados, 1008 escuelas con daños, no pocas de ellas seriamente lastimadas.
El Fondem (esos recursos que deben aplicarse en
situaciones de emergencias) ni fue oportuno ni generoso. Muchas de las escuelas
se quedaron esperando y aún esperan la reparación.
Y como cada
temporada de lluvias tiene su propio comportamiento, más complicado ahora por
lo del cambio climático, impredecible a final de cuentas, no sabemos que nos
depare la presente. En todo caso y más allá de lo que reúna el Fondo Nacional
para Desastres, el gobierno del estado debe formar su propio guardadito para
atender en tiempo y forma las necesidades que presentan las instalaciones
educativas, desde reparaciones, ampliaciones y nuevas construcciones. En ese
marco, arrancar el ciclo escolar sin haber atendido la casa donde la presente
generación de niños y jóvenes pasarán 190 días formándose en los distintos
niveles educativos, no parece la mejor manera de darles la bienvenida.
Quizá no tengamos
para la adquisición de la tecnología de vanguardia y ponerla a disposición de
las generaciones que ahora asistirán a la escuela, pero formar a los futuros
profesionistas y científicos demanda sobre todo las condiciones y espacios que
inviten a despertar la imaginación e inquietudes sobre
lo que nos rodea y poder ejercer cuestionamientos con toda la libertad, pues es
el camino hacia la construcción de soluciones a los grandes problemas que casa
país tiene. Pero esos espacios deben tener cimientos y estructuras firmes, y
estar llenos de libros, y en un ambiente que rete a ir más allá de donde
llegaron las generaciones anteriores.
En vísperas del
inicio del ciclo escolar, digamos que nos urgen algunas cosas: que no se quede
excluido ningún aspirante a estudiar en cualquiera de los niveles educativos en
Sinaloa, que garanticemos todos los espacios que demande la educación en este
ciclo escolar próximo y que los libros (las bibliotecas) vuelvan a tener el
lugar que en algún tiempo tuvieron, pues abundan ahora en el sistema educativo
quienes creen que todo se salva teniendo a mano el servicio de internet y una
computadora. En la formación académica y en el despertar científico la
biblioteca y los libros cumplen una función insustituible.
La escuela no es sólo
un segundo hogar, es el espacio donde se transforman mentes y se adquiere
responsabilidad ante las necesidades de la Patria. La escuela se vuelve
imprescindible para todos, no solamente para quienes asisten a ella. Por eso
pensar que nuestras preocupaciones terminan al saber que hay un cuerpo de
maestros, unas instalaciones aparentemente funcionales, un calendario escolar y
un nutrida población que ocurre a ellas, está lejos de
lo que debemos hacer hacia las instituciones educativas.
Además de exigir que
el Estado dedique los recursos suficientes al renglón educativo, debemos
promover el debate público hacia una reforma integral educativa, que se asuma
como pilar central de los cambios que el país debe vivir en la llamada cuarta
transformación. En la época cardenista hubo un proyecto de Nación y el sistema
educativo se diseñó para impulsarlo. Cómo entender que se propuso alcanzar el
tercer grado educativo para todos en un país de analfabetas, la creación de un
sistema de internados desde primaria hasta profesional, con el fin de los
estudiantes pobres no interrumpieran su educación y el
IPN, como plataforma de promoción tecnológica de México. Tenemos la oportunidad
y el reto de alcanzar niveles insospechados en el terreno de la educación, que
no nos ahoguen los problemas del momento. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com