Urge que el gobierno de Andrés Manuel
tome medidas de protección a defensores y periodistas. Apenas el martes pasado
nos llegó la grave noticia de que Obtilia Eugenio
Manuel e Hilario Cornelio Castro, activistas de la Organización del Pueblo MéPhaa, fueron privados de la
libertad y desaparecieron. Eran las 7:30 de la mañana y viajaban en el tramo
Tierra Colorada-Ocotito, rumbo a Chilpancingo. No alcanzaron a llegar a su
destino.
Obtilia es integrante
del Concejo de Autoridades Comunitarias del municipio de Ayutla, Guerrero y
cuenta con una medida cautelar emitida por la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos desde 2009. En noviembre pasado Obtilia
denunció que había sido objeto de amenazas de muerte. Por lo visto a los enemigos
de los derechos humanos no les mortificó mucho el cambio de régimen.
No son los únicos casos a lamentar. El
jueves 3 de enero Sinar Corzo Esquinca
fue asesinado en Arriaga, Chiapas, poco después de haber gestionado ante el
ayuntamiento de ese municipio el arreglo de camino vecinal hacia la comunidad
La Línea. A pesar de este hecho y de lo que se dijo a voz en cuello sobre los
presuntos responsables, el día 18 de enero aparecen muertos Noé Jiménez Pablo y
José Santiago Gómez, en el pueblo de Amatán, Chiapas.
Habían sido levantados junto a otros 48 miembros del Movimiento por el
Bienestar, la Paz y el Bien Común de Amatán el día
17.
El sábado 9 pasado, en el municipio
Emiliano Zapata, Chiapas, fue asesinado el periodista de radio Jesús Ramos
Rodríguez, director del noticiero Nuestra región hoy. En todos los hechos se
exigen medidas cautelares para prevenir que la violencia cobre víctimas entre
los familiares de quienes perdieron la vida, lo que no deja de ser correcto,
sin que perdamos de vista que ello habla de que hasta hoy vamos atrás, muy
atrás, de quienes asesinan a periodistas y a defensores de los derechos
humanos.
Cabe mencionar que algunos de ellos
contaban con medidas cautelares, que a final de cuentas no pudieron evitar el
mal mayor. Y en referencia a ese tipo de medidas que emiten organismos como la
CIDH, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), las comisiones
estatales y organismos de la sociedad civil, debe hacerse una revisión de los
casos mencionados, para observar en detalle qué tanto se atendió dichas medidas,
pues del incumplimiento de esas medidas maduraron las condiciones para que
perdieran la vida los beneficiarios mencionados arriba.
Y esta recomendación no debe ser echada
en saco roto, pues hay otros activistas de derechos humanos y periodistas que
cuentan con ellas, y no les han faltado sustos en los años y meses anteriores;
que si bien conservan la vida, ésta la viven con el Jesús en la boca. En estos
casos hay sobrada materia de trabajo para Alejandro Encinas, subsecretario de
gobernación y para las secretarías generales de gobiernos de los estados y las
áreas de derechos humanos de esas entidades. En Sinaloa hay al menos dos casos,
en el personas cuentan con medidas cautelares emitidas por la CIDH y que no son
valoradas en su justa dimensión por las autoridades locales, a pesar de la
insistencia de sus beneficiarias y de las reiteradas circunstancias delicadas
en que se han visto envueltas.
Es cierto que Alejandro Encinas tiene
mucho trabajo, pero no menos cierto es que la vida democrática de la Nación
languidece y muere si la violencia sigue cobrando víctimas entre defensores de los derechos humanos y periodistas. Los
partidarios de la violencia están tocando las dos aristas más sensibles de la
vida nacional y en un régimen que se reivindica democrático y partidario de la
libertad de expresión y de proteger no sólo los derechos humanos, sino a sus defensores,
aquellos no pueden seguir asesinando o desapareciendo a nuestros activistas y
reporteros. Permitirlo es ahorcarse con el mismo lazo que mata a periodistas y
defensores.
La situación obliga a todas las
instituciones del Estado mexicano [de los tres poderes y de los tres niveles
(federal, estatal y municipal) de gobierno], incluido el sistema no
jurisdiccional de derechos humanos, los organismos no gubernamentales y
asociaciones de periodistas, a coordinar esfuerzos y fortalecer los mecanismos
deprevención y protección a periodistas y defensores de los derechos humanos. Los
casos que se han presentado desde el 1° de diciembre pasado hablan de una
emergencia y debemos asumirla con toda la dimensión que tiene. Emprender el
esfuerzo de coordinación mañana nos dice que empezamos con retraso, no sigamos
con esta falla, porque lamentaremos nuevas víctimas. Si los enemigos de la
democracia y los derechos humanos tienen ojos y manos en todos lados vigilando
a periodistas y defensores de los derechos humanos, la sociedad debe tener
ojos, manos y corazón en cada rincón del país para defender sus espacios, a los
defensores y periodistas. Y el Estado debe tener prestos su estructura y su
fuerza política en defensa del Estado de derecho. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com