Volver a empezar. Ya no sé si es divisa, consigna o destino. Volver a
empezar cada año, cada sexenio y, envueltos en la bruma de una esperanza a la
que contribuimos con un granito de arena, volver a empezar con el cambio de
régimen político. Con cada cambio de gobierno local o nacional, el hito
inexorable es volver a retomar la interminable tarea de mostrarles a los nuevos
gobernantes lo que hacemos y los compromisos de México ante la comunidad
internacional en materia de derechos humanos. Y el lugar que ocupamos en ese
amplio mundo que humaniza la vida y la actividad de los seres humanos.
El pueblo entendió la
necesidad de un cambio profundo el 1 de julio de 2018 y abrió las trancas para
que ese anhelo de cambio fuera posible. Lamentablemente los beneficiarios del
cambio político no lo han entendido así. En su momento he saludado las medidas
que considero son positivas como el apoyo a jóvenes estudiantes y personas
adultas mayores, el combate a la corrupción, entre otras, pero cuando se trata
de la relación con organismos de la sociedad civil pareciera que produce
urticaria a no pocos funcionarios de la nueva administración pública.
Al parecer prevalece la
idea de que nacieron sobre todo para vivir de los fondos públicos, sin hacer
ningún trabajo en favor de la sociedad. Y se hace rasero de todos los
organismos. A pesar de la historia de muchos de ellos, como la escrita por la
Comisión de Defensa de los Derechos en Sinaloa. La actitud del Congreso de
Sinaloa fue de no incluir a la CDDHS en el pequeño renglón de apoyos que había
contemplado para el presupuesto de 2019. Ante esa determinación nos obligan a
continuar nuestro trabajo partiendo de cero recursos a partir de este enero. No
resulta nada halagüeño, pero sí aleccionador. Los 36 años de activismo en
defensa de los derechos humanos ha ganado presencia y
respeto en la sociedad sinaloense y esperamos que también resulte en el
respaldo necesario para que la oficina siga atendiendo las quejas y peticiones
de los ciudadanos. Propios y ajenos saben que nunca interrumpimos nuestro
trabajo, pase lo que pase, no será el caso en estas circunstancias.
En otro orden de cosas,
creo que hay asuntos de alta prioridad que no deben descuidarse en el presente
año, comenzando con el problema de la desaparición de personas, fenómeno que se
disparó en fin del año pasado. Y dentro de ese tema es necesario dar puntual
seguimiento a los casos de mujeres, muchos de los cuales terminan en
homicidios. Nosotros hemos insistido mucho en la adquisición de perros
entrenados en la búsqueda en vida de personas, dando diversas razones para
ello, a saber: que esos perros han contribuido al éxito de no pocos casos en el
estado de Querétaro, que la sensibilidad olfativa canina permite registrar los
olores de víctimas y victimarios hasta 48 horas después de cometido el delito,
si se ubica el lugar exacto de los hechos, entre otras ventajas. Le damos la
bienvenida al Protocolo Alba, pero manifestamos que no será suficiente, que
necesitamos combinar todas las medidas posibles y la experiencia adquirida en
el campo de la búsqueda de personas desaparecidas.
No podemos descuidar el
caso de los desplazamientos internos por motivos de violencia, pues hay un
universo no menor a las 40 mil personas en el estado que demandan vivienda,
salud, educación para sus hijos y, desde luego, trabajo para mantener a sus
familias. El Congreso acordó un monto de 40 millones para apoyos diversos para
los desplazados, 10 más que en 2019. No está mal. Pero el verdadero problema es
la atención integral al mundo de desplazados en las zonas donde se han ubicado
y hasta donde les ha alcanzado la violencia que los hizo bajar de la sierra y
también las acciones preventivas para evitar que el fenómeno siga creciendo en
las zonas expulsoras. Hasta el día de hoy se desconocen esas acciones y de
manera extra oficial se sabe que las bandas violentas que obligan al
desplazamiento continúan como Pedro por su casa, sin mayores consecuencias.
Otro problema es la mala
experiencia vivida en la Noche Buena y en la Noche del 31 de diciembre. El
comportamiento que tuvimos como ciudadanos habla muy mal de nosotros. Tiramos
cohetes por toneladas y los disparos de arma dieron vida a los malos recuerdos
de las guerras balcánicas, las de Irak y para no ir muy lejos, los
acontecimientos del día 17 de octubre pasado en esta mismísima ciudad de
Culiacán. La lección que nos deja esa experiencia, es que el trabajo de
invitación al no uso de pirotecnia al no uso de armas de fuego, no es un asunto
de los días previos a la Navidad y Año Nuevo. Es una tarea que hay que llevar a
cabo todos los días del año. Y que no puede circunscribirse a la radio, la tele,
prensa escrita y redes sociales. La escuela, no puede quedarse al margen.
Finalmente, hacemos una
invitación al gobierno de AMLO para que las políticas públicas que apuntan a la
austeridad, discriminen los campos donde ahora se aplican. Lo decimos porque
donde le ponen límites a los gastos de funcionarios ayudan a darle más sentido
a los presupuestos, pero en las inversiones en programas sociales y productivas el criterio debe ser otro. Querer mantener el
equilibrio en el gasto público forzando a que el déficit no vaya más allá del
0.7 por ciento, eso a toda costa, termina limitando inversión, empleo y los
mismos programas sociales. Sobre todo si se combina con altas tasas de interés.
Casarse con esta idea también es caer en el neoliberalismo, el llamado blando,
pero neoliberalismos al fin. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com