OCADIO GARCÍA,
EN BUSCA DE LA JUSTICIA Y UN TOCAYO
Fervoroso en las
causas de los pueblos
luchó sin buscar
glorias ni laureles.
Rosalío Morales Vargas
El Cayo es mi gallo. Ese fue el
slogan de campaña de Ocadio García Espinoza. Y con
ese llamado se convirtió en diputado local por el Distrito 18. Lo respaldaba
una larga e intensa lucha al lado de los productores de maíz en el valle de
Culiacán. Marchas, plantones, tomas de casetas y de Sagarpa,
y eternas mesas de diálogo, extrañarán la presencia y la voz del incansable
luchador quilense.
El buen humor siempre acompañó al buen
amigo “Cayo”. Ni cuando llegó a estar detenido lo abandonó la sonrisa y ese
talante a prueba de todo. Marcos García, Síndico de Quilá,
convocó a un plantón en Palacio Municipal para presionar al Alcalde culichi, luego de algunas diferencias por proyectos
locales. A ese plantón acudieron en apoyo de su hermano Ocadio
y Esteban García Espinoza. Fueron detenidos varios de los que protestaban
frente al Ayuntamiento, sin faltar los tres García. Y se fueron directo a los
separos de la Policía Judicial del Estado.
Allá fuimos a verlos el licenciado
Ricardo Arnulfo Mendoza Sauceda y un servidor. La idea
central de Ricardo Arnulfo era ampararlos y empezamos por anotar los nombres
correctos de cada uno de ellos. Ya llevábamos la tarea como en el número 7 de
los detenidos cuando le tocó a “el Cayo”. Muy serio Mendoza Sauceda le
pregunta, ¿algún otro nombre Ocadio? —Ojalá.
—Contestó “el Cayo”. —Mi madre le obsequió el José a Esteban y el Antonio a
Marcos, pero a mí me dejó huérfano con el Ocadio.
La familia García Espinoza cuenta con
una larga saga en su participación política y social. En 1974, Esteban estuvo
presente en el “asalto al Cielo”, como se le llamó al ensayo de insurrección
del 16 de enero de ese año en el Valle de Culiacán. Unos 10 mil jornaleros
agrícolas pararon sus labores y hubo enfrentamiento con las fuerzas policiales
y el ejército. Esteban fue preso político por ese motivo. Ocadio
y Marcos se iniciaron en la vida política muy cerca de su hermano.
No fue la política la única pasión de
los tres García. No sé cómo le harían, pero entre persecuciones de policía, les
entró la ventolera por el deporte. A lo mejor esas correteadas les fortaleció las canillas. El caso es que se convirtieron en
los pioneros de la hoy tradicional carrera de la Virgen de Quilá,
que arranca de El Saldo y va a parar hasta el corazón del pueblo que los vio
nacer. Era un espectáculo ver trotar a los tres García y a un creciente número
de jóvenes por la serpenteante carretera que sube y baja varias lomas antes de
llegar a las viejas vías del ferrocarril. En esas famosas carreras, las talistes zancas de “el Cayo” en más de una ocasión se
negaban a dar otro paso, pero sacaba fuerzas de flaqueza para llegar a la meta.
Los García “inventaron” esa competencia. Y si los tres participaban en el
“Santiago”, los tres tenían que llegar a la meta. Faltaba más.
Con su leal e incanzable
lucha al lado de los campesinos productores de maíz, “el Cayo” se convirtió en
el Presidente del Congreso Agrario Permanente. En esa calidad, se vio en la
necesidad de buscar un local para instalar las oficinas del movimiento. Con
mucha gracia comentaba que estando en esa búsqueda encontró el teléfono donde
se presumía que rentaban un local cerca del Palacio de Gobierno. Llamó y
manifestó su interés en rentar el despacho. Sin presentarse aún llegaron a un
acuerdo, pero para amarrar el mismo “el Cayo” le preguntó, —¿Con
quién tengo el gusto?—Me da pena
decirle mi nombre. Es muy feo. —Le dijo el dueño del local. —No se preocupe.
—Le contestó “el Cayo. —Yo me llamo Ocadio y el día
que nos encontremos vamos a festejar nuestros nombres. ¿Cuál es el suyo? —Me
llamo Bardomiano. —Contestó más animado aquel
interlocutor.
Llegó al Congreso del Estado en un
momento histórico irrepetible, montado en ese tsunami que levantó Andrés Manuel
López Obrador. La sólida formación de Ocadio lo
mantenía muy claro del papel a jugar en la Cámara de Diputados. Sabía qué hacer
en defensa del sector de los campesinos a cuyo seno pertenecía y estaba muy
consciente de la disputa que se abría al iniciar el presente régimen: la lucha
por dirigir la Nación. Quienes fueron derrotados en las urnas en 2018 no
renunciarán tan fácil a los privilegios que ostentaron. Tenía mucha claridad
sobre el trabajo a desarrollar en el Congreso y en la sociedad. La República no
puede renunciar a la democracia y a la justicia social. Lo dijo muchas veces.
El paliacate descansando en difícil
equilibrio sobre el cuello se convirtió en el símbolo de su lucha. Fue tan
consciente de su responsabilidad como representante popular, que no pocas veces
se presentó en condiciones malas de salud al trabajo parlamentario. Luchó por
la justicia social para los campesinos productores y no podrá quejarse que haya
fracasado en ello. En muchos aspectos fue exitoso. Pero hubo uno muy marcado en
el que no tuvo resultado positivo. Me lo confesó en muchas ocasiones: siempre quiso
conocer a un tocayo, a otro Ocadio, pues. La vida lo
llevó hasta un Bardomiano, pero nunca le obsequió el
gusto de conocer a otro Ocadio. No todo es miel sobre
hojuelas en este mundo. A manera de un adiós, le decimos a “el Cayo”, te vas en
medio de una crisis en la que extrañaremos tu determinación de lucha y tu
inteligencia. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com