Tuvo que huir el
tiempo a otros confines en busca de trabajo,
pero se devolvió porque bajo la máquina inerte
había quedado el alma.
Agustín Yañez
El coronavirus nos puso de vuelta y
media en todo. Pero hay comportamientos que no nos puede desterrar: salir a la
calle por necesidad de trabajar, para compras esenciales o no y la vocación por
los bolones de convivencia familiar y con amigos. Todos de una u otra forma
contribuyen a que la curva con que se miden avances y caída (que no ha llegado)
del Covid-19, tenga ahora una hermana gemela, más intensa y pronunciada: por el
rebrote de casos luego de los descuidos del día del niño, del día de la madre,
de la apertura de expendios, marchas de protesta y de fiestas de fin de semana,
que en los últimos reportes al 911 alcanza los 900 como cuota hebdómada.
Ya se ha señalado que más allá de las
actividades que fueron autorizadas por ser esenciales para
el funcionamiento de la sociedad y del Estado, también está esa parte de
ciudadanos desempleados crónicos, despedidos durante la crisis, trabajadores
informales, pequeños y medianos empresarios que tienen que buscar el pan para
sus familias. El Plan para la atención de la emergencia del gobierno federal y
las medidas locales, no son respuesta suficiente para las necesidades de esos
sectores y menos para mantenerlos en confinamiento. La otra parte, la de las
fiestas y reuniones, así sean en casa, son bolones que contribuyen a promover
los contagios.
No tenemos la mejor calificación en este
comportamiento. Quienes deben presentarse al trabajo -por esencial- han pagado
una alta cuota de salud: personal médico, enfermeras, policías y trabajadores
de empresas. Los demás bien podemos decir que el confinamiento nos tiene
hartos, pues desde el 23 de marzo iniciamos la llamada sana distancia y se promovió
la medida de Quédate en casa. Y hasta el día 17 de mayo se relajaron oficialmente
algunas disposiciones y el último de este quinto mes del año -era la promesa-
se terminaría el confinamiento y las duras recomendaciones. Llevamos medio
junio y no debemos distender conductas porque un repunte de la curva de
contagios nos sigue indicando que hay altos riesgos de contagio y registro
creciente de víctimas fatales.
Si en general todos sentimos cansancio
físico y mental por la postración e inamovilidad obligada y la parálisis económica
y social de muchos, ¿cómo estará el sector de médicos y enfermeras?
Ellos llevan sobre sus hombros el mayor peso que esta crisis sanitaria impone.
Allí hay cansancio físico y mental como los que generan las guerras prolongadas
en el personal sanitario que está en las líneas de combate. Quizá es mayor,
porque en todo conflicto bélico hay momentos de tregua y hasta de negociación
entre las partes, que permiten el descanso y cargarse de energías; además se
tiene un enemigo visible. En la guerra contra el coronavirus sólo hay un
combate continuo, que no interrumpe la jornada de trabajo, con un enemigo
invisible y cuyas armadas apenas se van desvelando en la medida que se avanza
penosamente en su combate. Hay cansancio físico y mental.
Y puede haber cansancio físico, como en
las guerras formales entre humanos, pero si la conducta de las tropas es
ejemplar en la derrota como en la victoria, los médicos y las enfermeras se
alimentan de la moral alta y de los valores de su ejército. Otra cosa es esta
crisis de Covid-19, que se prolonga agravando las bases económicas y golpeando
nuestras fortalezas morales, ¿qué pueden sentir esos trabajadores de la salud,
que al término de su jornada de trabajo ven a un alto número de ciudadanos en
la calle multiplicando el riesgo de contagio? Su cansancio mental no tiene
asideras ante este triste panorama.
Lo ideal no es que haya más camas y
ventiladores en los hospitales, sino menos pacientes que
los demanden. —Dice el Dr. Sergio Loza, Director del Hospital General de Los
Mochis. ¿Cómo decirle que no está en lo cierto? Hace unos días se informaba que
más de 800 trabajadores de la salud en México han sufrido de contagio, mientras
el Consejo Internacional de Enfermeras nos compartía en un comunicado que más
de 230 mil trabajadores de la salud han contraído el coronavirus y lamentaba
que más de 600 enfermeras y enfermeros han fallecido en el mundo a
consecuencias de este padecimiento.
¿Y qué hacer para que haya menos
pacientes que demanden los servicios de cama en hospital y ventiladores? Observar
las disposiciones recomendadas por la autoridad de salud en la medida que nos
sea posible y contribuir como sociedad para que todos los ciudadanos actuemos
con la responsabilidad que demanda la crisis civilizatoria que vivimos. El avance
de la crisis del coronavirus y económica dejan muy claro que el Plan de
atención a la emergencia del Gobierno de AMLO requiere de un fortalecimiento.
Le faltan recursos económicos y objetivos que vayan más allá de la emergencia,
que apunten de manera clara hacia la transformación demandada por el pueblo
mexicano desde antes del 1 de julio de 2018. El Covid-19 no debe ser rémora,
sino oportunidad para empujar cambios de mayor justicia y menos desigualdad
social. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com