Imposible
sentirse bien cuando nos abruman las malas noticias. No es para menos. La
madrugada del lunes 27 fueron asesinadas dos jovencitas en la sindicatura de Sanalona, sumando un número de siete mujeres en el estado
que culminan su vida de esta manera tan lamentable. El marco en que se da su
muerte hace que el dolor sea mayor, pues de acuerdo a la información hecha
pública, fue al pasar un retén de la Policía Estatal Preventiva. Que la
autoridad contribuya a incrementar la cifra de personas muertas violentamente
resulta muy enojoso.
Hasta
el momento de elaborar la presente columna no teníamos noticias de que los
presuntos responsable de este doloroso acontecimiento
hayan comparecido ante la autoridad. Lo aclara el Fiscal General del Estado y
lo calla el Secretario de Seguridad Pública. Se dice que las jovencitas son
sobrinas del Gobernador del estado de Durango, no lo hemos confirmado, pero la
gravedad del caso no es menor si no lo son; sin embargo, esa situación (de ser
familiares) complica las relaciones entre las autoridades de Sinaloa y las del
estado vecino.
El
caso de por sí nos mueve el tapete en varios sentidos. No termina el mes y la
cantidad de mujeres que mueren violentamente ya empata la cifra de enero de
2019, lo que nos indica que las promesas de políticas públicas más efectivas en
la protección de mujeres no han dado un paso adelante. Los hechos de Tamazula
nos obligan como sociedad y como autoridad a dimensionar el valor de la vida
humana. Lo mencionamos porque no es un hecho aislado y porque ya no podemos seguir
volteando la vista hacia otro lado cuando suceden estas cosas tan graves. Hace
muy poco tiempo Navolato sufrió la pérdida de dos
vidas jóvenes, en la que están involucrados, de acuerdo a la información
oficial, agentes de la Policía Municipal de ese municipio.
Darle
la dimensión que corresponde a la vida humana, a la que está obligada la
autoridad y todos nosotros, plantea una emergencia: la comparecencia sin demora
de los responsables de los crímenes contra la vida, el cambio de jefes de las
corporaciones policiales que se han visto involucradas en esas faltas graves
contra la vida, el establecimiento de mecanismos de control civiles hacia el
que hacer de las instituciones de policía y la revisión de nuestro marco legal
en la materia.
La
otra terrible noticia es la sentencia judicial que obliga a Sergio Aguayo a
pagar una indemnización a Humberto Moreira, ex Gobernador de Coahuila, por
“daño moral”, según el juzgador. El 20 de enero de 2016, Aguayo afirmó en su
columna de Reforma que Moreira destilaba “un hedor corrupto”. Como todos
recordamos el ex Gobernador fue detenido el día 15 de ese mes en la ciudad de
Madrid acusado de lavado de dinero. Con motivo de dicho acontecimiento Moreira
también escribió: Humberto Moreira se enfrenta, finalmente, a una justicia: la
española, que con ese acto muestra que las instituciones mexicanas son
virtuosas en la protección de los corruptos.”
No
pararía allí en sus afirmaciones, pues de manera contundente abundó: “Moreira
es un político que desprende hedor corrupto; que en el mejor de los escenarios
fue omiso ante terribles violaciones a los derechos humanos cometidos en
Coahuila, y que, finalmente, es un abanderado de la renombrada impunidad
mexicana.” Confiado en los tribunales de su tiempo, esos que nunca administraron
justicia para los desparecidos históricos y los más recientes, esos que no
tocaron a tantos políticos y banqueros que han dejado en la ruina a este país,
Moreira se lanzó a la carga contra el autor de La Charola en julio de 2016.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com