La deuda
pública es ya el principal dolor de cabeza. Inexplicablemente nos siguen
distrayendo otros rubros de las finanzas nacionales, que sin dejar de ser
importantes no deben ocultar el embrollo central. Pero las crisis gemelas:
Covid-19 y la prolongada recesión económica, son tan tercas que en todas sus
manifestaciones nos remiten a reflexionar qué hacer con la deuda, pues sin
recursos económicos suficientes cómo podemos atender los problemas de salud nacionales
y los que presenta la recuperación de la economía.
Es cierto que
para algunos economistas llama la atención el disparo de las deudas públicas de
los países (incluidos los desarrollados), las de empresas y las de los hogares.
Pero centrémonos nosotros, por ahora, en las de carácter público. Y al
ocuparnos de las deudas públicas no nos circunscribamos sólo a la que
corresponde al ámbito federal, que para diciembre próximo alcanzará los 12.6
billones de pesos y cuyo costo financiero para este 2020 tiene la dimensión de
723.9 mil millones de pesos.
La Secretaría
de Hacienda muestra preocupación porque las entidades federativas, tan solo en
lo que va de la crisis presente, han contratado deuda por 120 mil 297 millones
de pesos y de ese monto se han canalizado no más de 30 mil 985 millones de
pesos a la inversión productiva. Y con mortificación señala que tres de cada
cuatro pesos han sido empleados por estados y municipios para el pago de
pasivos previos o cubrir “boquetes de liquidez” en sus finanzas.
La senda por
la que transitan los gobiernos locales también invita a la preocupación, pues
si la inversión pública alcanzó en 2019 el 4.5 por ciento de los presupuestos
ejercidos, el pago de sus deudas representó el 4.3 por
ciento. Con los compromisos a cuestas de este año y las consecuencias que pueden
traer las recientes reformas a la Ley de Disciplina Financiera de las
Entidades Federativas y los Municipios, que autoriza a los gobiernos locales a
contratar y reestructurar financiamientos en caso de desastre natural o
emergencia sanitaria, sin el aval de los congresos locales, esto se puede
disparar y salir de control.
Los estados que han contratado mayor
deuda este año son Quintana Roo, con 19 mil 923 millones de pesos; Veracruz, 17
mil 972; Oaxaca, 16 mil 310 millones; Baja California, 12 mil 450 millones y
Jalisco, 9 mil 982 millones. Algunas entidades llaman poderosamente la atención
al sistema de Alertas de la Ley de Disciplina Financiera: Chihuahua, Nayarit,
Nuevo León, Coahuila y Quintana Roo, cuyas deudas representan el 177.7 por
ciento de las participaciones federales, 178.4 por ciento, 166.6 por ciento y
170.7 por ciento, respectivamente (exceptuando Nayarit que hasta 2018 había
contratado deuda por 5 mil 657 millones y este 2020 por otros mil 52 millones);
el segundo trimestre de este año se encendieron los focos rojos. Coahuila y
Quintana Roo presentan mayor riesgo en el renglón de pago del servicio de la
deuda..
El Instituto Belisario Domínguez de la
Cámara de Senadores, manifiesta que para el primer trimestre de este año la
deuda de las entidades federativas y municipios de México alcanzaba los 597 mil
791.6 millones de pesos, casi el doble de lo que se aplica en los programas
sociales federales. Las preocupaciones de Hacienda y del Instituto Belisario
Domínguez desafortunadamente no han encontrado el espacio que merecen en las
cámaras del Congreso del Congreso de la Unión.
Las deudas no son un asunto de reciente
cuño en nuestro país o en la vida de las empresas y familias mexicanas. México
nació con una economía saqueada y disminuida sensiblemente por 11 años de
guerra civil, y para dar los primeros pasos como república tuvo que recurrir al
endeudamiento con los agiotistas internacionales. Y no hemos tenido época en
que las deudas nos den un desahogado respiro. Pero el presente momento, este de
las crisis gemelas, hasta para organismos como el FMI y el BM es motivo de
análisis y discusión por las consecuencias que las deudas tienen sobre las
economías de los países pobres.
Por las razones anteriores, los
legisladores federales no tienen justificación alguna para no incluir en la
agenda del Congreso de la Unión el problema de la deuda pública. Algunas
instituciones privadas como el Citibanamex ven que la recuperación de la
economía puede remontarse hasta el 2025, lo que no resulta tan fuera de la
realidad y da nuevos elementos para que no se cometa el error de aprobar el
Presupuesto de Egresos de la Federación bajo el diseño y concepción de una
política hacendaria que sigue lindando con el neoliberalismo, a pesar del
discurso presidencial que lo condena como responsable de las tragedias que hoy
padece el país. La demanda de suspensión de la deuda reclama un espacio en la
agenda legislativa ya. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com