El Covid-19 nos impone una agenda que no
atendemos. Vivimos en un proceso electoral y en los discursos de los candidatos
el arco y la flecha apuntan más hacia los adversarios políticos que a los
asuntos que reclaman una atención en forma. De los que debemos estar claros,
que de no buscarles solución institucional en corto plazo pueden desbordar la
vida pública y abrir las trancas para que se asomen barruntos que lastiman la
gobernanza.
Es
cierto que está corriendo la aplicación de la vacuna, como también lo es que
cobra nuevos vuelos el coronavirus en al menos 10 estados de la República. Hasta
el día 20 pasado se habían aplicado 14 millones 571 mil 509 dosis, a poco más
del 11 por ciento de la población mexicana. No está mal, pero no llevamos la
celeridad que reclama el Covid-19 y sus diversas variantes. Llamamos la
atención sobre lo que subyace detrás de todo esto: en el país se han registrado
oficialmente 2 millones 306 casos de contagio y 212 mil 466 defunciones por
coronavirus, hasta la fecha señalada. En Sinaloa se habían registrado el fin de
semana 37 mil 317 casos de contagio y un acumulado de 5 mil 947 fallecimientos
por Covid-19.
Otros temas marchan empalmados a estas
cifras, con no poco dolor y congojas para muchas familias. Me refiero a la
cantidad de huérfanos, de viudas y viudos que va dejando atrás la pandemia. Aún
no contamos con la estadística que nos hable de la magnitud exacta de lo que
implica este fenómeno. Pero lo expresado arriba nos regala un panorama que debe
preocupar a todos, en especial a quienes aspiran a gobernar Sinaloa, pues la
cantidad de huérfanos, viudas y viudos, suman miles, y su situación
extraordinaria reclama de una atención con muchas aristas: ingresos, alimentos,
techo, acceso a la salud (incluida la atención a la salud mental, quebrantada
por efectos de la pandemia), para todos y para los huérfanos el sagrado derecho
a la educación.
Y con todo ello, los daños tocan otros
campos de la vida de muchas personas. Pensemos en las familias de esas 37 mil
317 personas que fueron contagiadas por el bicho que brotó en Wuhan, China en
2019. Los gastos a que se vieron obligados pacientes y familiares, en muchos de
los casos, sobrepasaron la capacidad de pago de la mayoría de ellos. Cuando las
deudas hospitalarias fueron de decenas y algunos centenares de miles de pesos,
la venta de autos, la hipoteca o liquidación de la casa hogar fueron la
solución total o parcial de dichas cuentas; el verdadero problema fue y es
cuando la deuda hospitalaria rebasa el medio millón de pesos y cuyos límites
hacia arriba no tienen arancel, como dice mi madre.
La pandemia también nos acorraló en el
terreno económico. Al confinarnos en la primera ola de contagio, una parte nos
fuimos a casa con los salarios que tenemos, pero otros, muchos otros, como los
comerciantes ambulantes, trabajadoras domésticas, panaderos artesanos,
costureras, tamaleras y otros, esos no se quedaron en casa con ingresos. Capotearon
la crisis sanitaria y la económica, como los aprendices de toreros de Luis Spota.
Cuando la pandemia no toma aún paso
cansino y de derrota, los debates que se programarán entre los candidatos a
gobernador y a presidentes municipales no podrán ser ajenos a la situación que
hemos descrito, pues el desempleo obliga a pensar en la promoción de la
inversión y políticas públicas que estimulen la creación de puestos de trabajo,
lo mismo pensamos en materia educativa y para el fortalecimiento del sistema de
salud pública.
La seguridad también reclama un espacio en
los debates. Desde tiempo atrás hemos mencionado que la crisis humanitaria en
materia de seguridad se manifiesta en los homicidios, desplazamientos internos
y en la desaparición forzada de personas. Por una confusión entre lo que se
registra en el renglón de homicidios y desapariciones forzadas (hallazgos en
fosas clandestinas), se dice, sin más, que homicidios va a la baja. Lo cierto
es que hay zonas en Sinaloa que reclaman una política pública más integral y
que represente una verdadera esperanza de solución a la violencia que domina en
dichos puntos geográficos.
Otro problema que toca muchas puertas en
México, particularmente en Sinaloa, es el del agua. Este año ha hecho crisis de
manera severa. La Comisión Nacional del Agua señala que el 85 por ciento del
territorio nacional padece sequía y que nada asegura que este año Tlaloc
derrame su vital líquido de manera generosa en toda la geografía azteca. Varios
municipios de Sinaloa tienen sed y un sinnúmero de comunidades depende de las
pipas que les envían las juntas de agua potable. Nos llega un alarmante reporte
del campo pesquero El Jitzámuri, Ahome. Durante 14
años, nos dicen, han luchado contra la escasez de agua, pero desde hace cuatro,
de plano no sale agua de las tuberías. En pipas se abastece la población y,
ante el inadecuado tratamiento del agua recibida, las enfermedades estomacales
y de piel empiezan su abominable debut. Son 2 mil 100 habitantes en El Jitzámuri que reclaman atención. En el estado son decenas
de miles. Tienen la palabra los actuales gobernantes y los candidatos. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com