Siento mucha pena por México y por Sinaloa
en esta coyuntura electoral. La violencia está presente y de qué manera. No
esperaba un proceso electoral aterciopelado, porque en los 200 años de
independencia difícilmente podemos precisar cuántas coyunturas electorales
estuvieron al margen prácticas violentas. Pero mi preocupación encuentra una
mayor dimensión por los saldos que el proceso electoral cobra en vida de
candidatos, policías y civiles. Y por las amenazas que rodean el trabajo de
periodistas.
Apenas este lunes 24 pasado fue muerto
violentamente Joel Ernesto Soto, director de la Policía Estatal Preventiva.
Ante la presunción de la autoridad en el sentido de que el renglón de
homicidios va a la baja, no me explico por qué razones este jefe de policía
viajaba sin escolta. Si el sentimiento de inseguridad no nos ha abandonado
nunca desde hace décadas, al ser víctima un jefe importante de la seguridad
pública nos invade un pesar de orfandad y desamparo, pues si esto le pasa a los encargados de nuestra tranquilidad, qué
podemos esperar los ciudadanos de a pie.
Hasta el 4 de mayo se tenía registrada la
cantidad de 31 candidatos que perdieron la vida en este proceso electoral, seis
de ellos eran mujeres. Y solo en tres casos había presuntos responsables
detenidos. Si el registro se extiende a políticos en general el número de
muertes violentas se elevan a 79. De las víctimas mortales el 49 por ciento
militaban en la alianza PRI, PAN, PRD y el 17 por ciento en Morena. El número
de agresiones contra políticos hasta la fecha señalada era 476, que incluyen
desde amenazas, robos, secuestros, hasta homicidios. Las víctimas alcanzaron el
número de 443. Mientras redacto esta columna llega la noticia del asesinato de
la candidata en Moroleón, Guanajuato.
Y para que la pena sea completa, a la
preocupación por las amenazas recibidas por los caricaturistas Gilberto Ceceña y Arturo Vargas Colado, los columnistas Tere Guerra
y Arturo Santamaría, ahora estamos documentado el caso de América Armenta,
reportera local también. La Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en
Sinaloa, documenta y da seguimiento a estos problemas, esperando que la
autoridad esté desplegando las iniciativas a las que está obligada, con el fin
de que las carpetas de investigación no alimenten nomás estadísticas, que queden
esclarecidos los casos y se detenga esa práctica que tanto daña la libertad de
expresión y el derecho de la sociedad a estar informada.
Mientras hacemos al Congreso del Estado la
pregunta obligada, ¿dónde quedó la iniciativa de Ley de protección a defensores
de derechos humanos y periodistas? La ausencia de una buena legislación y de
instancias que hagan observar la Ley y reaccionen de inmediato ante las
emergencias y trabajen en la prevención de actos violentos y amenazantes, no
puede seguir posponiéndose. Una gran verdad es el comentario de Ceceña en el IV aniversario de Javier Valdez: mientras las
amenazas no tengan costos, los agresores continuarán actuando.
Y al referirnos a otros temas no menos
graves, bien podemos decir: lo que se ha olvidado por los candidatos y las
autoridades. Nos referimos a los pobres sin empleo y sin ingresos que nos
heredan el Covid-19 y la crisis económica. Nadie se refiere a ellos en la
campaña ni en los discursos oficiales, como lo hacen las autoridades locales en
El mejor alcalde, el Rey, de Lope de Vega; donde es la autoridad máxima quien
debe resolver los descuidos y omisiones de los primeros. La pobreza extrema no
es ni invisible ni pasa desapercibida, como lo testimonió Agustín Yañez en Pintada y ojerosa.
Y si se evade a la población que ha
quedado en calidad de extrema vulnerabilidad, también se sacará la vuelta a la
creación de un fondo en el presupuesto público para atender las necesidades más
elementales de la población que hoy no tiene ni empleo ni ingresos ni
posibilidad alguna de incluirse en los beneficios del desarrollo. Hablemos por
ellos, porque no habrá democracia ni desarrollo si condenamos a esa parte
vulnerable de la sociedad a la marginación y a la exclusión total.
Por lo demás, pareciera que la presente
campaña está discurriendo en los últimos años del siglo XX, mientras que la
crisis múltiple nos impone nuevo discurso y nuevas conductas. Somos una
población mayor, nuestros problemas se han magnificado y en el camino se
sumaron otros de reciente cuño y tan graves como los que ya arrastrábamos, como
la sequía y otras formas de violencia. Necesitamos hablar de refundar nuestra
sociedad, de cambiar reglas de conducta económica, política y social. Ni la
desigualdad puede ser nuestro rostro ni la impunidad en materia del crimen la
carta de presentación de nuestro tiempo. Una nueva Constitución Política en el
estado puede marcar el inicio de una época inédita, más justa, menos desigual y
con oportunidades en los diferentes campos para los que hoy sólo tienen la
resignación como horizonte. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com