Se fue Mario
Álvaro Cartagena López “el Guaymas” y
con
su partida empieza a cerrarse una heroica etapa de lucha social
que nació
en los 70´s.
La tercera
oleada no es un saldo de la casualidad. Seguramente en la responsabilidad
nos alineamos muchos y todos debemos asumir la cuota que nos corresponde, pues
las consecuencias que hoy se padecen en número de contagios y decesos por
razones de Covid-19, de nueva cuenta cuestiona nuestro comportamiento y nos
emplaza a evitar una cuarta oleada que puede prolongar esta terrible pandemia
más allá de 2022.
No quiero entrar en la polémica del
papel que jugó el barco petrolero hindú M/T StiGarnet que atracó en Mazatlán la primera quincena de mayo
pasado, pero creo que la opacidad sigue cubriendo el caso y alimentando dudas
sobre la actuación de las autoridades portuarias y sanitarias del puerto; pero
no es el único renglón que preocupa, pues emocionadas las autoridades estatales
y las del puerto mazatleco por el éxito económico durante la Serie del Caribe y
las vacaciones de Semana Santa, se lanzaron a conquistar un prometedor verano
autorizando conciertos masivos y convocando a saturar la capacidad de
hospedaje.
También las campañas electorales
fueron un factor importante, pues los actos masivos se convirtieron en una
ventana abierta ante el riesgo inminente de contagio y la conducta ciudadana
relajada en varios renglones de la vida social, particularmente de los jóvenes,
que significó “ponerse en el tocadero”. Para la
autoridad y la sociedad es muy importante precisar los tropiezos con el fin de
evitar otros de mayor calado. Pero precisar errores y responsabilidad implica
plantear sanciones donde corresponda y vigilancia sobre sectores sociales,
zonas y regiones en los que hay poca observancia de las recomendaciones de las
autoridades sanitarias.
Volvemos a los meses de mayo, junio y
julio de 2020 en que sin alcanzar el pico de la curva de contagios, vivimos con
el Jesús en la boca. Por lo pronto tenemos el consuelo que al profundizarse los
contagios, los decesos no guardan la proporción respecto a los contagios de
aquellos aciagos meses, pero nadie garantiza que no suceda en las semanas
siguientes, pues 24 variantes de la cepa principal del coronavirus nos asedian
a lo ancho y largo de la geografía nacional. Por eso la vigilancia en estos
días debe tener mayor rigor y la solidaridad que de ello se desprende reclama
un perfil más humano, comenzando con la que se origine desde las oficinas
públicas. No basta que el 40 por ciento de la población nacional esté ya
vacunada. Nos lo dice claramente la situación que vivimos.
El alfabeto griego vuelve a desfilar
frente a nuestros ojos, no para desplegar cultura mediterránea, sino para advertirnos
del peligro que entrañan las variantes principales del Covid-19 de acuerdo al
orden en que se alinean. Pero las sorpresas nunca terminan en este terreno que
vamos conociendo parcialmente en la medida que avanza la pandemia. La OMS dice
que la variante Delta se está volviendo más agresiva y que ya arribó a 105
países, aún lejos de la variante Alfa presente en más de 170 países, pero
acercándose velozmente.
Los problemas que la pandemia
“obsequia” a nivel internacional está llevando a las
alertas que los gobiernos plantean sobre los viajes internacionales a sus
connacionales, medidas drásticas en fronteras y cercos sanitarios sobre amplias
zonas y regiones. Siento que a nivel nacional llevamos
retraso en las medidas y que un año y cuatro meses no han sido suficientes para
que la sensibilidad en los diferentes niveles de gobierno sea la base para ver
y tratar los problemas relacionados con la pandemia y los grupos sociales más
vulnerables.
Aunque la economía marche bien hasta
ahora, no descartemos la posibilidad de ir al confinamiento si la pandemia nos
juega una mala pasada. Somos una economía de exportación y lo que pase en el
mercado mundial nos afecta de manera múltiple. Todo ello nos pone ante las
interrogantes, ¿qué pasará si hay tropiezos a nivel internacional? ¿Qué tan
ciertos son los riesgos de un nuevo confinamiento? Y aunque busquemos evitarlo,
la vista se vuele hacia el Presupuesto federal 2022. De su orientación
dependerá en mucho blindar a nuestra economía contra los vaivenes de la
pandemia y la crisis económica que aún no se ha resuelto.
La coyuntura económica, política y
social de hoy, es inédita. Seguimos viviendo tiempos de emergencias, las que no
deben ser ignoradas ni por el gobierno saliente ni por los que se preparan para
hacer el relevo administrativo el 1° de noviembre. Urge contar con las vacunas
suficientes para la población que aún no ha sido beneficiada con ellas, un
programa de apoyo para los que desempleó la pandemia o ya eran cesantes
anteriormente, un fondo que reactive la economía y salve a las empresas que
están en la frontera de la quiebra y una estrategia que siente los reales de un
Estado de derecho en Sinaloa, pues la peor condena es sufrir los males
descritos y sumarle a todo ello la más odiosa pandemia: la violencia, que nos
impone una dolorosa estela de muertes, desplazados y desaparecidos.
Los grandes retos de nuestros días
demandan otra concepción para entender y tratar los problemas que tenemos. La
nueva administración de ejercitarse en este campo antes de iniciar la gestión
pública. Lo peor será llegar y empezar a buscar alguna posible solución sin
tener en la mano el conocimiento pleno de los problemas a resolver. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com