Ayotzinapaes ya la piedra angular del México presente. La noche de
Iguala del 26 de septiembre de 2014, se volvió parteaguas
y punto de partida en la consideración de muchas cosas de la vida pública de
nuestro país. En materia de desaparición forzada de personas así lo es, pues
habiendo un registro oficial de personas en calidad de desaparecidas desde
1964, lo acaecido con los normalistas de Ayotzinapa
marca un hecho sin precedentes y establece nuevos elementos para considerar que
se inicia una nueva época en el campo de las desapariciones: por la
participación del Estado, del crimen organizado y por el despertar de la
sociedad en respuesta ante un delito de esa naturaleza.
Ayotzinapa cuenta ya una historia compleja que refleja las
complicidades en el pasado y las deficiencias en la actual administración
federal para gestionar la justicia plena. Hagamos un breve resumen: el mundo
condenó los hechos de la noche de Iguala de aquel 26 de septiembre y reclamó
justicia para las víctimas. Las calles y las plazas públicas de las grandes
urbes y de pequeños pueblos fueron tomadas en solidaridad con los familiares de
los normalistas, las universidades exhibieron 43 butacas solitarias en espera
de los estudiantes ausentes, los consulados mexicanos recibieron en su entorno
a miles y miles de ciudadanos de todo el mundo: un verdadero arcoíris de razas,
de creencias religiosas, de ideologías, de edades y sexos, exigiendo justicia.
El Estado mexicano se vio precisado a dar una
respuesta ante el empuje de una sociedad agraviada y la dimensión de la
solidaridad internacional. Y el Presidente Peña Nieto hizo un fallido intento
de retomar la agenda nacional el 4 de diciembre de 2014 convocando “a superar
ese sufrimiento”, con una frase mal acuñada y peor recibida. No sería el único
paso dado en falso, pues al menos se acumularon los siguientes: la tan
vapuleada “Verdad histórica” que la PGR de Jesús Murillo Karam
y Tomás Zerón de Lucio, pretendieron presentar como
la madre de todas las investigaciones en torno al caso Ayotzinapa
y que sólo exhibió las grandes fallas y las abominables complicidades en las
indagatorias.
Mencionemos también la ausencia de citatorios
para que comparecieran elementos de la Policía Federal y del Ejército Mexicano,
presentes en los acontecimientos registrados en la llamada Noche de Iguala.
Luego vendrían las polémicas resoluciones del Poder Judicial: a principios de
septiembre de 2016 se concede amparo a Sidronio
Covarrubias, capo implicado en la desaparición de los normalistas; el 4 de
junio de 2018, un tribunal de Reynosa, Tamaulipas, ordena la creación de una
Comisión de la Verdad y la Justicia, ante indicios de tortura en cinco de los
acusados; enseguida otorga cuatro amparos por la misma causa.
En septiembre de 2019, la defensa de los
familiares declaró que con la liberación de Gildardo López Astudillo “el Gil” y
sus compañeros, se perdió información muy importante para el esclarecimiento
del caso de los 43 normalistas. Un poco antes de esas declaraciones que dejan
un sentimiento de frustración, llegó un compromiso esperanzador de AMLO.
Fue el Estado, como lo dijo siempre la familia
y la sociedad mexicana, y como lo reconoció el Gobierno de AMLO, pero al
trabajo de procuración sobre el caso algo lo detiene. Pregunto, ¿El Estado es
algo más que las instituciones que lo conforman de acuerdo a la Constitución?
¿El Estado subyace bajo alguna estructura de poderes fácticos que le impiden
una acción autónoma? Porque a final de cuentas ni los compromisos del Gobierno
federal ni las investigaciones nos acercan al conocimiento de la verdad sobre
los hechos, como es nuestro derecho, ni tampoco se garantiza en este estado de
cosas la justicia plena para el caso.
¿Qué hacer ante estos 7 años de ausencias de
los 43 de Ayotzinapa y de una cifra oficial que hasta
el mes de julio reconocía 90 mil 34 personas desaparecidas? Ninguna otra deuda
pesa tanto como esta. Su dimensión habla por sí misma. Y aunque la Comisión
Nacional de Búsqueda nos dice que el registro de personas desaparecidas en el
país va a la baja en un 22.5 por ciento, el número total nos pone la piel
chinita y el corazón late muy fuerte. El fenómeno pone de manifiesto ahora que
el porcentaje de mujeres en el universo de desaparecidos alcanza el 25 por
ciento. Y casi el 56 por ciento de ellas son menores de 18 años. Esto no debe
pasar desapercibido por las autoridades. Ni por la sociedad.
No sabemos qué vaya a presentarse el próximo
domingo 26 ante los familiares de los 43 normalistas y ante la sociedad por
parte del Estado mexicano, pero sí estamos ciertos que ya se consumieron
7 largos y desesperantes años, tres de ellos del presente Gobierno, sin que la
verdad toque a las puertas de las familias y de México y sin el consuelo de que
la justicia plena haya ocupado el lugar que le corresponde ante los deudos de
los normalistas, ante el dolor de las familias de los otros 90 mil mexicanos
que no han regresado a casa y ante la historia. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com