Este 27 de enero se conmemoró el XXI
aniversario luctuoso de Jorge Aguirre Meza, compañero entrañable en la defensa
de los derechos humanos. Su muerte sigue impune, pero su ejemplo sigue
brillando en cada tarea y en cada caso que atienden los activistas de derechos
humanos. Éstas fueron mis palabras en su merecido homenaje.
Jorge, difíciles días los que vivimos hoy.
En tu tiempo nunca imaginamos que pasaríamos por una crisis sanitaria como la
presente y menos acompañada de una recesión de la que no saldremos bien
librados antes de unos cuatro años más. En medio de la pandemia de Covid-19 que
mantiene en vilo al mundo entero, nuestro pensamiento nos lleva a reflexionar
que somos tan frágiles que esta crisis sanitaria es como el “viento que nos
lleva desnudos desde el suelo y quien sabe hasta (y hacia) dónde”, como dijera
Mario Benedetti.
Sólo dos momentos ponen en riesgo la
vigencia plena y total de los derechos humanos: un conflicto armado como la II
Guerra Mundial y la pandemia que hoy padecemos. No es algo grato vivirlo Jorge,
pero nos hubiera dado mucho gusto que estuvieras con nosotros en estos días de
guardar. ¿Sabes por qué? Porque las diferentes medidas que desde las
autoridades de salud y políticas se han tomado para gestionar las crisis
gemelas que vivimos, han demandado de toda nuestra imaginación y capacidad
creativa para emitir recomendaciones, medidas cautelares y toda clase de
propuestas, con el fin de evitar en lo posible, violaciones mayores a los
derechos ciudadanos, cuando no daños irreversibles a los mismos.
Tu pensamiento fresco y febril hubiera
encarnado en contundentes e imaginativos documentos urgiendo a las autoridades
a proteger a los amplios grupos sociales, cuyo desamparo fue mayor en la medida
en que se profundizaban la pandemia y la crisis económica. Hemos salido
adelante, no sin dificultades, pero estimulados con tu memoria y ejemplo. Donde
quiera que te encuentres, debes estar seguro que hemos estado pendientes de
quienes quedaron desempleados al ser enviados a casa o con ingresos menores a
los anteriores a la crisis, de quienes tuvieron que cerrar sus micro y pequeños
negocios al venirse encima la pandemia. No podíamos hacer menos, si pensamos,
sobre todo que en México, como en el mundo, las
consecuencias económicas de la pandemia han borrado de un doloroso jalón los
tímidos avances logrados contra la pobreza extrema y que eran parte de los
compromisos llamados del milenio.
Además de los cuidados a los que nos
obliga este terrible mal, hemos adquirido por obligación la costumbre de
desayunar amarga sopa de estadísticas, pues los números nos dicen cómo anda el
mundo y con qué tropiezos se encamina nuestro país. Y este día no ha sido la
excepción, pues el amanecer nos trajo la amarga nueva de que ya arribamos a los
100 millones 923 mil 282 de personas contagiadas en el planeta y a los 2
millones 169 mil 489 fallecidos por coronavirus. Y el caso de México no es
menos grave, pues hoy se registran 1 millón 788 mil 905 casos de contagio y 152
mil dieciséis decesos por Covid-19. Contamos muertos y tragedias Jorge, en
lugar de alcanzar el descanso de final del día con las historias que nos
recuerda Agustín Yañez en su Flor de juegos antiguos
o con las tallas de Belén Torres.
Podemos informarte que hubo ayuntamientos
con buenas reacciones ante la masa de ciudadanos que no tenían alimentos
durante el confinamiento. Así lo hicieron Salvador Alvarado (a cuyo presidente
le costó la vida), Navolato y de alguna manera Culiacán. Pero la Comisión se la
jugó en esos días; así como tú lo hubieras hecho Jorge: teléfono en manotocamos hasta
las puertas del infierno, para solicitar despensas y ponerlas en casa de las
familias más vulnerables. Tuvimos buena respuesta, pues la solidaridad aún es
moneda de regular circulación entre amplios sectores de la población. Nuestra
Comisión no dejó de atender quejas y peticiones ciudadanas, de manera virtual o
presencial. Es nuestro orgullo.
La pandemia ha evidenciado las grandes
fallas que heredamos del pasado inmediato: el modelo neoliberal se dedicó a la
privatización de todos los bienes públicos en el mundo, incluidos los sistemas
de salud. Y así nos ha ido. Nuestro sistema de salud pública prácticamente
estaba en terapia intensiva cuando llegó el nuevo gobierno, por fortuna durante
2019 se terminaron de construir unos 130 hospitales que los regímenes
anteriores dejaron a medio camino. De no haberse hecho, la pandemia nos hubiera
encontrado en un desamparo mayor que la Comala de
Juan Rulfo.
Eso no es todo Jorge Aguirre, pues la
aparición de vacunas para atajar la pandemia trajo consigo de manera natural
una esperanza. Pero la existencia de vacunas no garantiza por sí solas que
lleguen a todos. Hay lecciones que no hemos aprendido a pesar de tantos
tropiezos con la misma piedra. La OMS describe descarnadamente la situación de
hoy: hay un fracaso catastrófico moral, pues el 95 por ciento de las vacunas
aplicadas se concentran en sólo 10 países. La institución busca asegurar con
laboratorios una parte de la producción de vacunas, para que el 20 por ciento
de la población más vulnerable de 170 países, los que pudiéramos llamar como
Franz Fanon “los condenados de la tierra” (los pobres
entre los pobres), eviten la muerte de millones de sus habitantes. Ojalá se
logre Jorge, porque si el egoísmo de los laboratorios y de los países ricos se
impone, es “como si el cielo se incendiara en el horizonte”, en La noche boca
arriba, de Julio Cortázar.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com