La pandemia incursiona peligrosamente en
Palacio de Gobierno. Al menos cuatro secretarios de Estado están confinados por
razones de Covid-19. Desde esta columna les deseamos pronta recuperación y que
en breve se reincorporen al trabajo en el gabinete estatal. La situación
personal de los funcionarios habla, por sí sola, de los riesgos que entraña
esta tercera ola del coronavirus y de los cuidados que todos y todas (sin
excepción de edad, sexo, ocupación, vacunados o no), debemos tener. Y nos exige
a voz en cuello que las locuras de promover grandes concentraciones por motivos
de cumpleaños, verbenas populares y deportes, como sucede en algunos
municipios, deben parar de inmediato.
Este martes 4 de enero llegó a nuestras
oficinas la ciudadana Alva Zazueta, madre soltera, con dos hijos menores que
demandan de su atención y con el fardo a sus espaldas de que puede perder su
modesta casa al vencerse una impostergable hipoteca el próximo mes de febrero.
Tenía 5 años con un pequeño puesto semi fijo en el
costado sur del Hospital General, que la pandemia obligó a cerrar por más de 12
meses. Pidió prestado para invertir el pasado fin de año y regresar a su puesto
de trabajo. Un funcionario del ayuntamiento le aseguró que no
tendría problemas para la reapertura del negocio y que él la apoyaría en caso
de alguna dificultad. Y confiada en ello, reabrió el puesto.
El lunes 3 pasado hicieron presencia dos
patrullas de la Policía municipal y algunos agentes de tránsito, además de
empleados administrativos para remover el mencionado puesto y llevárselo,
suponemos que a las bodegas del municipio. No hubo un aviso previo, sólo la
acción policial, sin más. Por si eso fuera poco, la esposaron y no le
permitieron sacar sus modestas pertenencias del puesto (incluido un poco de
dinero). Se la llevaron detenida y fue maltratada por una agente de policía
estando en la patrulla. Y detenido con ella se llevaron a un ciudadano que
viendo la acción injusta grabó la escena con su celular.
La jueza que atendió el caso en el
Tribunal de Barandilla no quiso ponerle mucha atención a la detenida, buscó
resolver como es costumbre en esa instancia: escuchando al que acusa (agentes de policía) y no valorando la razón de ambas partes.
Le dijeron que sus opciones eran pagar más de 6 mil pesos o pasar 12 horas detenida. ¿Cuáles fueron las faltas al Bando de Policía?
Será interesante documentarlas. Pasó esas 12 horas parada
en una celda porque no hay una sola silla, aunque sea renga, para sentarse.
Otro asunto interesante que debe
ventilarse es que desde que fueron detenidos los dos ciudadanos
se les aseguró su teléfono celular y no se les permitió hacer la llamada a que
todos los detenidos tienen derecho a realizar, con un abogado o persona de
confianza. Llegaron a la Barandilla y tampoco se les permitió hacer dicha
llamada. Pasaron horas para poder comparecer ante la jueza y al exigir frente a
varias personas que no les habían permitido hacer esa llamada, la funcionara
dijo que ellos no habían querido hablar. ¿Quién puede creer eso?
Todavía más, cuando esos teléfonos
fueron entregados se les había borrado todo el contenido que pudieron eliminar.
¿Por qué? ¿Qué facultad tiene un policía o cualquier otra autoridad
administrativa para disponer del teléfono y de su contenido? Y lo más
lamentable es que todo esto no es un hecho aislado, pues con más frecuencia de
lo que imaginamos se llevan a cabo estas conductas que poco tienen que ver con
la verdadera función policial y con los derechos humanos.
Ojalá que no prevalezca la mala idea de
otras ocasiones en este caso: Alva es mujer, es pobre, es madre soltera y no
pertenece a ningún gremio de comerciantes ambulantes o fijos. Perfil que
pareciera invitar al abuso de autoridad, porque su vulnerabilidad lleva a las
víctimas a callar antes que a protestar. Alva ha presentado queja en las dos
comisiones de derechos humanos. Le falta tocar las puertas de la Secretaría de
la Mujer. Esperemos que lo haga y que las tres instituciones mencionadas
cumplan con la función para las que fueron creadas y reivindiquen los derechos
de Alva.
No hay duda de que en tiempos de la
Cuarta Transformación se siguen cometiendo este tipo de atropellos contra los
derechos humanos de ciudadanos, pero la verdadera tragedia sería que el manto
de la impunidad siguiera cobijando las violaciones de esos derechos humanos y a quienes los violentan apostando a que el silencio de los
ciudadanos vulnerables será el epílogo de sus malas conductas. Pero más allá
del trabajo que les corresponde a las comisiones de derechos humanos y a la
Secretaría de la Mujer, no podemos dejar al olvido lo que las instancias
municipales deben investigar y corregir lo que haya que corregir. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com