Estos tiempos son también de contar
pérdidas. Lo estamos haciendo con la penosa ausencia de periodistas, con las
desapariciones forzadas y los desplazamientos que no paran. Y hay que sumar la
tragedia que viven no pocos defensores de derechos humanos, del medio ambiente
y otras actividades que mejoran el perfil humano de la sociedad. Hemos llorado
la muerte de ocho periodistas en lo que va del año y de al menos cuatro
defensores de derechos humanos, lamentando además las amenazas, acoso y daños
en la salud de otros más.
Este sábado 19 de marzo, al filo de la
media noche, fue asesinada la defensora de pueblos originarios Patricia Rivera
Reyes. Patty no era ninguna improvisada en el tema, tenía décadas dedicada al
tema con la vocación y profesionalismo propios de una verdadera militante.
Tijuana fue la ciudad sede de su activismo y también en la que rindió tributo a
la madre tierra. Los cucapás, los kimiais,
ku´hales, cochimíes y las
etnias migrantes en Baja California, extrañarán con dolor a Patty. También
nosotros.
Con Patricia vivimos algunas experiencias
inolvidables. Dos veces coincidimos en los cursos de especialidad que el
Instituto Interamericano de Derechos Humanos imparte los veranos de cada año en
San José, Costa Rica. En uno de ellos el examen final consistía en documentar
una solicitud de Audiencia temática ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos. El equipo constituido por Patty, otros compañeros y yo, fue el
ganador. El tema era la desaparición forzada de personas en México. El subtema,
un caso de cooperativistas oaxaqueños que se trasladaron a comprar equipo
industrial a la frontera norte y desaparecieron luego de tener problemas con
autoridades y la ausencia de legislación sobre la materia en Sinaloa.
Nos concedieron la Audiencia temática en
Washington, donde compartimos tiempo y acción con el equipo que formaban el hoy
senador Emilio Álvarez Icaza y el poeta Javier Sicilia. De Sinaloa íbamos
Leonel Aguirre y yo. Vivimos una buena experiencia en la CIDH y también en las
calles, pues el movimiento Occupy Wall Street había
tomado la Plaza Lafayette y otros espacios públicos, en los que Leonel Aguirre
no perdió la oportunidad de echarse una cascarita de futbol con los activistas
en plantón.
Allá coincidimos con Felipe Zamora Castro,
subsecretario de derechos humanos de Felipe Calderón, hijo de don Esteban
Zamora, sinaloense; con Marco Antonio Zazueta Félix, subsecretario de gobierno
en Sinaloa y Rafael Oceguera Ramos, secretario. Se tomaron buenos acuerdos, lo
que sea de cada quien, pero tres semanas después se desplomó el helicóptero en
que viajaban Zamora Castro y su jefe Blake Mora. Allí terminaron las carreras
de dos altos funcionarios calderonistas y nuestras esperanzas de que se
cumplieran los acuerdos tomados semanas antes en Washington. Patty fue una
buena exponente en la Audiencia temática mencionada.
Años después Patty organizó un Foro sobre
derechos humanos en Tijuana apoyada por la Procuraduría de Derechos Humanos de
Baja California (hoy CEDH), de la que era distinguida consejera. El Instituto
Interamericano de Derechos Humanos le dio respaldo técnico enviando a uno de
sus mejores cuadros: Vittorio Corasaniti. Los
acompañamos con mucho gusto, pues la amistad con ambos siempre ha sido
entrañable. Aún los imagino trabajando en el desarrollo de las mesas de trabajo
y en las plenarias del aquel foro.
Vittorio me habló temprano el lunes 21, su
voz expresaba un inmenso dolor por la pérdida de Patricia; yo ignoraba aún la
suerte de la defensora de los pueblos originarios. Me informé de inmediato y
compartí con él la impotencia de no haber estado con Patty en sus momentos de
mayor peligro y de no haber tomado las providencias que su caso demandaba.
Pedimos perdón por ello. Y si algo puede enmendar la omisión de cuidado, es
trabajar por el establecimiento de las alertas tempranas y el mapa de riesgos
que debe haber entre los organismos defensores de derechos humanos y activistas
defensores del medio ambiente.
El sentimiento de orfandad entre
periodistas y defensores de derechos humanos cobra ahora un estado especial.
Sí, porque con el cambio de gobierno en 2018 esperábamos una declaración y
acciones contundentes contra los enemigos de la libertad de expresión y de la
promoción y defensa de los derechos humanos. No fue así, y hay algo que no
embona cabalmente entre filosofía de la 4T y el comportamiento oficial. No
bastan los afanes del subsecretario Alejandro Encinas, que anunció el 17 de
enero reformas a la Ley de Protección a Periodistas y Activistas de Derechos
Humanos. No basta, pues después de ese anuncio pierden la vida el 22 de enero la
activista Nayeli Martínez Vázquez, en la Ciudad de México y el 27 de enero la
luchadora Ana Luisa Garduño, en el estado de Morelos. El día 14 de febrero cayó
víctima de la violencia el defensor Francisco Vázquez también en Morelos. Y
Patty es el dolor más reciente. ¿Falta más legislación? Sí, pero falta sobre
todo acciones contra la impunidad y protección contundente del Estado para
activistas de derechos humanos. Protección en serio y ya. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com