o cómodo siquiera
cuando al lado sufren los suyos!
Alfonso Reyes
¿Por qué te fuiste Rosario Ibarra? Sabías
de los dolores de nuestra sufrida Patria porque tu piel y tu corazón estaban
tatuados con las mismas heridas y las mismas ofensas de México. Perdiste un hijo
en la abominable práctica de la desaparición forzada y ganaste decenas de miles
más al dedicar vida y afanes a la búsqueda de todas aquellas personas,
activistas sociales o no, que han tenido el mismo destino que tu hijo Jesús
Piedra.
¿Por qué te fuiste Rosario, si tenías
conciencia plena de la inmensidad de tareas pendientes en el campo de los
derechos humanos? Sí, sabemos que pesaban sobre tus espaldas 95 años de vida,
más de la mitad de ellos en activismo febril por una noble causa que ahora es
de muchos. Un lema de combate y una convocatoria tuya aglutinó a las Madres con
Hijos Desaparecidos de Nuevo León, Chihuahua, Coahuila, Sonora, Sinaloa,
Jalisco, Puebla, Veracruz y Guerrero, entre otros estados: ¡Vivos se los
llevaron, vivos los queremos!
Las mil una batallas libradas desde los
años setenta, aun contando persecuciones, golpes, campañas difamatorias y
tantas infamias contra los activistas, te vuelven invicta, porque la causa de
Amnistía para presos, perseguidos, exiliados y desaparecidos políticos, primero
y luego la dolorosa e interminable lucha por la presentación de los
desaparecidos no ha perdido el vigor de los años primeros, pues se ha
convertido en un sismo social que sacude los cimientos de la estructura
gubernamental (de ayer y de hoy). La legislación especializada que ha ido
tomando cuerpo en el país y las instancias que deben acompañar a los familiares
con desaparecidos, son también legado de tu lucha.
Lo confesamos, nos gana un cierto
sentimiento de orfandad con tu partida, pero tu ejemplo y entrega al movimiento
porque prevalezca una cultura de los derechos humanos, nos inyecta ánimos y
volvemos a velar armas, como el Caballero de la triste figura, para dar
continuidad a la lucha que por casi 50 años encabezaste. Tu figura, como la de Leona
Vicario o la de Agustina Ramírez, será el exitoso estandarte que nos acompañe
en las importantes jornadas que viviremos junto a los familiares con
desaparecidos y con todos los ciudadanos que luchan y anhelan un país más justo
y menos desigual.
El pasado 16 de abril se cerró toda una
época de la lucha por la defensa y el respeto de los derechos humanos. Ese día
se abre un nuevo ciclo en México buscando resolver los múltiples entuertos que
deja la violación de derechos humanos en todos los rincones habitados de la
República. Que nos quede muy claro a todos, ese día perdimos a la pionera y
cabeza del movimiento histórico por la vigencia de los derechos humanos en
México, pero no la brújula, no el cuadrante, no el astrolabio, ni las cartas de
navegación. Es cierto que de las madres sobrevivientes de aquellas épicas
jornadas de los años setenta nos quedan pocas y en malas condiciones de salud,
pero a partir de 2006 apareció una nueva hornada de familiares con
desaparecidos, centenares de colectivos que hoy son arco y flecha en estos
difíciles días.
Urge que la parte pensante del movimiento
por los derechos humanos se ubique en el terreno que pisa, pues el país pasa
por momentos de emergencia. La pandemia y la crisis que la ha acompañado siguen
poniendo en aprietos a nuestra economía y, desde luego, a la población más
desamparada del país. El crecimiento económico se vuelve una seria
interrogante, pues a las preocupantes condiciones económicas nacionales, se
suman las de una coyuntura internacional enmarcadas por la guerra en Ucrania,
la inflación en países desarrollados y problemas de abasto en los mercados
mundiales. En ese marco hay que desarrollar la lucha.
Para hablar de una nueva política pública
en materia de seguridad, particularmente en el renglón de derechos humanos,
partamos de que hay una crisis humanitaria desde hace años y que se expresa en
tres campos: homicidios, desplazados y desaparecidos. Y hablemos claro: no
bastará con la mera voluntad de hacer algo desde algunas instancias de
gobierno. Hay cambios y objetivos que sólo se logran con los cimientos que
funde una nueva Constitución. Y hablar y luchar por una nueva Carta Magna en
Sinaloa debe convertirse en vértice y remate de las conversaciones en los
cafés, en la escuela, en la calle y los centros de trabajo.
La etapa que se abrió a partir del deceso
de Rosario Ibarra, exige que vayamos más allá de acompañar a las Madres que
buscan a sus seres queridos que desaparecieron. Hay una sentencia que se repite
en los actos públicos y en los textos que hablan de desapariciones: ¡no hay
democracia con desaparecidos! Tienen razón. Y si le urge una democracia plena a
México, la condición previa que debemos resolver es detener lo antes posible la
demente y amenazante desaparición forzada de personas. Son las tareas que hay
que emprender en esta etapa que se abre a nuestro paso y nos pide que no haya
demora, porque cada día desaparecen tres personas en Sinaloa, ¿cuántas en el
país? Las cuentas son demasiado dolorosas como para darnos el lujo de posponer
las tareas. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com