El Covid-19 no se ha ido: llegó para
quedarse. Sí, así como lo hicieron en su momento el cólera, la polio, la
malaria y la viruela. Sólo esta última ha llegado a erradicarse, mientras las
otras y muchas más tienen una historia que no termina, incluso que pueden
repuntar, pues la pandemia interrumpió el combate de la polio en más de alguna
región en el mundo. Dos años después de arribar el coronavirus seguramente ya
no hablaremos de pandemia, pues puede dejar de ser huésped temporal para
convertirse en un abonado permanente, predeciblemente menos contagioso y letal,
¿lo propio será llamarle endemia?
Mientras será muy sano establecer, ¿En qué
punto de la crisis nos encontramos? La Organización Mundial de la Salud (OMS)
muestra preocupación por el incremento de casos de Covid-19 durante el mes de
enero. Es prematuro declarar victoria contra la pandemia –nos dice–, así como
abandonar los esfuerzos para detener la transmisión del virus. Cuando ve que
algunos países toman medidas intentando el regreso a la normalidad conocida
antes del Covid-19, les pide prudencia. Y no le falta razón, pues de las acciones
irracionales de los gobiernos participantes en la I Guerra Mundial, al mandar
tropas a los centros de combate, a los territorios de conquista y luego
repatriarlas, hicieron posible la multiplicación de la Gripe Española de 1918.
Las cifras oficiales siguen siendo
preocupantes en estos días. Cuando apenas inicia febrero nos dicen que en 24
horas los contagios en México fueron de 43 mil 099 y que las defunciones
alcanzaron el número de 829, cifra que no se había acercado tanto a la
registrada el 15 de septiembre pasado: 897. La OMS nos dice que nadie puede
afirmar que ya hayamos pasado el peor momento. La Secretaría de Salud de
Sinaloa nos informa que la cuarta ola del Covid-19 nos dejó oficialmente 141
decesos y 25 mil 544 contagios. Pero su titular, MelesioCuén, confirma que la cifra de casos Covid-19 es
cinco veces mayor a la oficial, pues muchos laboratorios no reportan sus
registros.
Desentenderse de la realidad y de su
horizonte cercano, lleva a conductas inadecuadas. Lo decimos porque en diciembre
las estadísticas eran más prometedoras y la autoridad fue laxa en medidas y algunos
altos funcionarios hasta irresponsables en la promoción de eventos masivos y
muchos ciudadanos cansados o desesperados por la abstinencia y medidas
observadas por largo tiempo, relajaron conductas. Y enero se ha encargado no
sólo de la dolorosa cuesta de los precios, sino de pasar factura ante las
faltas de diciembre.
La UNESCO ha manifestado su preocupación por
la pérdida de horas aula y le parece que debe buscarse el regreso a las clases
presenciales. Es también mortificación de muchos ciudadanos, pero la evaluación
de lo que perdemos y ganamos en salud y educación siempre debe imponerse de
antemano. Ir sin esta herramienta puede darnos muchos dolores de cabeza.
Pero sorprende ver que hay publicidad que
convoca a eventos artísticos en los grandes estadios y empezamos a abordar la
vida cotidiana como si el entorno se vistiera así de relajado como en 2019. El
principio de fatiga hace mella sobre nuestra salud física y mental, y nuestra
condición “atiende el vuelo sin mirar las alas”, como dijera Francisco de
Quevedo. No estamos yendo a considerar las causas que provocaron la presente
pandemia y que está sentando las bases de las próximas. Y de no hacerlo las
consecuencias serán impredecibles, catastróficas.
Primera conclusión. El modelo económico,
político, social y ambiental que hemos padecido parió las pandemias de 2009 y
la presente (para hablar de las últimas). Si no lo tocamos, los factores que
hicieron posible la Influenza A(H1N1) y el Covid-19, siguen acumulando los
elementos que harán posible la incursión de nuevas pandemias. ¿De qué factores
hablamos? De los grandes monopolios agroindustriales y mineros que cada día
depredan los bosques y reservas naturales, con el fin de sostener ritmos de
crecimiento y la tasa de ganancia de sus negocios. La agresión a las zonas
vírgenes implica el contacto de animales domésticos con los salvajes y la
transmisión de enfermedades entre ellos. Y la inevitable interacción de los
humanos con ambos. La Peste Bubónica, el paludismo, el Ántrax, la Giardia y la Fiebre del Loro, son sólo algunos ejemplos.
Segunda conclusión. Para llevar a cabo
cambios de gran calado para enfrentar las consecuencias del mencionado modelo,
es necesario una nueva Constitución Política para el país y también la
correspondiente para nuestra entidad. Salud económica y salud de la población
deben ser la prioridad de la Carta Magna. Hay dos temas que no pueden separarse
de esos cambios: la reivindicación de los recursos naturales para la Nación
como el litio, el hierro, la plata y el oro y la deuda pública. Estamos muy a
tiempo de componer nuestro mundo. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com