La cita de los jóvenes rebeldes fue en
Guadalajara. El lugar no fue gratuito. La ciudad era ya una metrópoli, adecuada
y equidistante para los diferentes grupos convocados. Por eso y la generosidad
de los anfitriones no hubo reparo para que la reunión constituyente de la Liga
Comunista 23 de Septiembre se llevara a cabo en la Perla Tapatía. La ciudad en
la que Miguel Hidalgo ejerciera el gobierno de la Revolución de Independencia
por algunas semanas y en el marco de una sonriente primavera, varias
experiencias guerrilleras fundaron un solo movimiento con presencia en las
regiones norte, noroeste, occidente, centro y sur del país.
No pocos de los jóvenes que se dieron
cita venían de los movimientos estudiantiles de 1965 en Michoacán y Sinaloa,
1966-67 en Sonora, 1968 y 1971 en diversas entidades de la República. Plantear
nuevas formas de lucha no era una ocurrencia, pues en las coyunturas citadas se
participó en las calles, en los centros de estudios y de trabajo. El Sistema
político había cerrado las puertas a la participación masiva, independiente de
los hilos de control del Estado y aún más a la posibilidad de abrir nuevos
espacios a la participación llana y sin trabas de la ciudadanía.
Algunos de los grupos participantes
venían de centros industriales como Monterrey, de estados con tradición de
lucha como Chihuahua y Sinaloa. Nuestra tierra resultaba atractiva por las
luchas universitarias y de los obreros cortadores de caña y de los piscadores
de hortalizas de exportación. Por eso no fue ocurrencia que buena parte del
trabajo con la ciudadanía se orientara a Sinaloa, particularmente al Valle de Culiacán,
al de Guasave y la Universidad.
Las actividades se precipitaron, pues
para conmemorar la fecha 23 de septiembre (en 1965 hubo un fallido asalto al
Cuartel de Madera, Chihuahua) se desarrolló toda una jornada de activismo en
algunos campos hortícolas del Valle de Culiacán. La reacción de los cuerpos
policiales no se hizo esperar y fueron detenidos al menos dos activistas; lo
mismo va a suceder en una segunda jornada de agitación, como le llamaron.
Considerando maduras las condiciones
sociales y los aspectos subjetivos de conciencia y los accesorios que le
acompañan y que son indispensables, sin valorar intensamente la capacidad de
lucha adquirida y la correlación de fuerzas frente a los grandes propietarios
del campo y las fuerzas del Estado, se preparó el llamado Asalto al Cielo. Para
el 16 de enero de 1974 se preparó la demostración de fuerza y movilización de
mayor trascendencia, pues la acción debería paralizar la vida económica del
Valle de Culiacán y parcialmente la actividad académica, social y laboral en la
ciudad de Culiacán.
El Asalto al Cielo no era un nombre que
naciera del trabajo de esos meses, era, sobre todo, un homenaje a la Comuna de
París de 1871, cuya toma del poder y experiencia democrática de gobierno
popular fue denominada así por Carlos Marx. Los saldos de la jornada en números
negativos se cargan a los activistas de la Liga: cuatro muertos oficialmente y poco
más de 60 presos, más decenas de perseguidos. La cárcel y la persecución fueron
una gran escuela para los activistas y para un movimiento que empezó a florecer
en las aulas universitarias, en las colonias populares con invasiones urbanas
en busca de terrenos donde vivir y en el campo exigiendo tierra.
En 1976 un Decreto de Amnistía local
permitió la libertad de los presos políticos. Y al regresar a la vida pública,
los presos no lo hicieron con las manos vacías: plantearon una autocrítica
sobre lo actuado en los últimos años y reivindicaron su disposición a
integrarse a la lucha social de masas. Unos se fueron a los sindicatos, otros a
las organizaciones estudiantiles, otros a los ejidos y a las colonias
populares, que por los desplazamientos que generó la Operación Militar Cóndor,
multiplicaron las invasiones urbanas demandando terrenos donde vivir, trabajo y
educación para sus hijos.
Medio siglo después los sobrevivientes
de aquellas luchas se vuelven a dar cita en Guadalajara, no para alimentar
nostalgias, sino para el balance obligado de 50 años de reinterpretar la
historia, de volver a escribirla
historia como dice Eric Hobsbawm y como le corresponde a cada época. Con un
plus: reiterar que la lucha no concluye con los cambios de tácticas o con la
estrategia central. Si se persigue una utopía (el socialismo o el ecosocialismo
como ahora lo reivindican muchos) esa sigue siendo la meta.
No fui fundador de la Liga ni testigo de
aquella reunión de 1973, mi activismo se inclinó sobre todo a la defensa de los
derechos humanos, pero no quise perderme de estar presente en el Encuentro de Rescate
y Reflexión de los días 17, 18 y 19 del presente mes. Espero que la historia de
nuestros días encuentre el alimento necesario para no desmayar y darle un
impulso a las exigencias de mayor democracia y de que la transformación del
país vaya al fondo protegiendo a los pobres. El Encuentro fortalecerá la
esperanza. Y quiero ser testigo de ello. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com