Si la vida o un tercer interesado
creyeron despedir a Aimé Joanna ignorada y en silencio, se equivocaron. La
familia y sus amigos entraron en una febril búsqueda desde que sintieron su
ausencia física en casa y el extraño vacío en las redes sociales. El cariño y
la estimación de quienes compartieron con ella techo, aulas, bibliotecas y
espacios públicos, se manifestó en mil llamadas telefónicas, en múltiples
mensajes de redes, preguntando y queriendo encontrar la punta de la madeja que
los llevara al punto geográfico en que te encontrabas.
Era tanto el dolor y la desesperación
que las calles mazatlecas no quisieron guardar silencio. Si el mundo virtual no
encontró sosiego ante la desaparición de Aimé Joanna, la vía pública cobijó el
reclamo de decenas de personas que exigían la acción inmediata de la autoridad
para dar con el paradero de la estudiante de nutrición de la UAdeO. Hasta el día lunes 3 ninguna señal en el horizonte
mostraba un camino, una brecha o al menos una sospecha de ruta por donde pudo
caminar la joven Reina de la Ciruela.
El martes, cerca de Malpica, Concordia,
fue encontrada sin vida Aimé Joanna. De acuerdo a la información oficial estaba
en el asiento del piloto, en un auto que presuntamente se desbarrancó unos 30
metros y con lesiones que se corresponden a un accidente como el mencionado. El
auto portaba placas a nombre de la accidentada.
La reacción de la familia y los datos
que aporta nos mueven el piso, pues chocan con la información de la autoridad:
Aimé Joanna no sabía manejar y no tenía automóvil, y su teléfono celular fue localizado
a una distancia considerable del lugar donde se encontró su cadáver. Ella había
salido de su casa en Mazatlán el día sábado por la noche, en un carro de
distinto color al del accidente y acompañada de un joven con el que cenaría.
También se hizo público que el auto accidentado fue emplacado
el día viernes 31 de marzo a nombre de Aimé Joanna. La información
proporcionada es digna de tomarse en cuenta y merece, al menos, fortalecer los trabajo de investigación, pues hay amplia diferencia
entre los datos que aporta la familia y los que comparte la autoridad.
Para quienes no somos especialistas en
los temas de seguridad, tampoco pasa desapercibido que
al salir de su casa Aimé Joanna subió a un auto gris u oscuro, conducido al
parecer por un amigo. El celular no estaba con ella y para sorpresa de la
familia aparece muerta y en un auto de su “propiedad”. De los elementos que hoy
conocemos seguramente se desprenderán muchos otros. Pero la autoridad debe
indagar sin demora quién diablos estaba interesado en poner a nombre de Aimé
Joanna un auto y adquirir las placas apenas un día antes de su desaparición.
¿Qué prisas lo apremiaban? ¿Morir desbarrancada, al volante de un auto sin
conocer el abc de la conducción? ¿Con quién salió la
noche del sábado 1°? Si los celulares son nuestra segunda piel, ¿cómo se
explica que el teléfono de Aimé Joanna fuera encontrado a kilómetros de
distancia? Mucho trabajo tendrá que desarrollar la Fiscalía General del Estado
para esclarecer los hechos y encontrar la justicia que el caso reclama.
El expediente de Aimé Joanna no termina
en los límites que pueda reclamar su causa. No sólo es parte de esa
constelación de casos de personas que desaparecen y luego son encontradas sin
vida. Esta muchacha de Aguacaliente de Gárate se ubica en el corazón de la crisis humanitaria que
vive Sinaloa y el País, pues en los renglones de homicidios, desplazados y
desaparecidos, caben tantas víctimas de la ciudad y del campo; no pocas con un
perfil similar al de Aimé Joanna. Ojalá que el coraje que han demostrado
familiares y amigos (tan activos los días martes y miércoles) alcance para
encontrar las causas de la tragedia y, de ubicarse en el terreno del crimen,
para el castigo de quien resulte responsable.
A pesar de las pérdidas acumuladas y de
una esperanza muy atropellada, no hay estrategia integral para superar la
crisis humanitaria en México. Tampoco Sinaloa ha empeñado fuerzas buscando
detener la práctica de la desaparición forzada, abatir los homicidios y parar
los desplazamientos forzados de familias y comunidades. Y mientras no la haya,
las diásporas, los homicidios y las desapariciones seguirán diezmando la vida
comunitaria y familiar en Sinaloa y México.
¿Qué hacemos como sociedad en
desagravio? Hay tres elementos que deben observarse en la vida privada y la
pública, pues en ellos nos va la seguridad y descansa la tranquilidad de todos:
el sentimiento de alerta es esencial para cuidarnos y cuidar a quienes están
cerca de nosotros por razones de sangre, amistad, trabajo o estudio; la revista
permanente (procurarnos a cada rato) de quienes nos rodean limita los riesgos de
daños por terceros; y, la capacidad de asombro y coraje, como lo demostraron
los mazatlecos, que nos lance a la calle y a las oficinas públicas a reclamar
la acción inmediata de la autoridad. Haciendo de las redes sociales un efectivo
recurso de localización y solidaridad. Observemos estos hábitos, son nuestros
pasaportes de seguridad. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com