Hemos registrado
ya el quinto desplazamiento interno en Sinaloa. Todos, sociedad civil y
gobierno, volvemos a vivir y padecer los dolores que impone el desplazamiento
de familias por razones de violencia. Sin poder resolver los lastres, heridas y
empobrecimiento que dejaron las diásporas de habitantes de la sierra sinaloense
de 2009-12, 2015, 2017 y 2020, hoy regresamos, de alguna manera, al punto de
partida del desplazamiento que vivieron comunidades de Choix, El Fuerte,
Concordia, Mazatlán y Sinaloa municipio por allá en 2009 hasta 2012. Que nos
vuelva a suceder deja el mal sabor de boca de incapacidad para evitar la no
repetición de los hechos.
Aunque el número
de quienes han buscado refugio en la ciudad de Guamúchil después de la
violencia registrada en varias comunidades de Sinaloa municipio, cuyos ecos de
miedo han repercutido en otras rancherías del vecino municipio de Mocorito, no
sea hasta tan grande como tres de las cuatro diásporas anteriores, lo cierto es
que replantean en términos similares los peligros que entraña la explosión de
violencia en cualquiera de los puntos geográficos de Sinaloa. Lo que viven esos
desplazados en la humanidad de personas mayores, discapacitados, enfermos
crónicos, mujeres con maternidad reciente y niños, es una experiencia llena de
dolor e incertidumbre.
Del recuento de
los hechos sabemos que, desde una comunidad llamada La Sierrita de los Germán,
se inicia el enfrentamiento de dos grupos de civiles armados que recorrieron
varios kilómetros en sus acciones, sembrando el miedo entre los vecinos de las
poblaciones que se encuentran a lo largo de la ruta recorrida en las acciones
violentas o que están ubicadas en las coordenadas vecinas de los hechos
violentos. Y como el pertenecer a un municipio distinto no salva de ningún
riesgo, también pobladores de rancherías de Mocorito, vivieron los mismos
miedos y temores que sus vecinos, y también marcharon de sus comunidades hacia
Guamúchil en busca de seguridad para sus vidas y familias.
Huir se vuelve
un recurso válido y efectivo cuando hay orfandad en seguridad, hay ausencia de
autoridad y el poder de grupo de la delincuencia impone sus reales. Por eso
hicieron bien esas familias en dejar bienes, arraigo y querencias, buscando un
lugar seguro para sus seres queridos. Esas 450 personas (registradas hasta el
lunes 1° de agosto) creyeron que en Guamúchil encontrarían apoyo moral y
material para sobrevivir a la crisis de seguridad que se les presentó en sus
lugares de origen. No se equivocaron, porque en esta ocasión, a diferencia de
las otras cuatro anteriores, encontraron una sociedad civil muy sensible a su
problema y la autoridad se presentó a otorgar la asistencia que demandaban los
desplazados.
La situación
violenta que vuelve a presentarse impone algunas preguntas entre nosotros: ¿Qué
se hizo por las autoridades después de 2012, 2015, 2017 y 2020? Porque ni los
desplazados pudieron regresar en su mayoría a sus queridos pueblos, ni la paz
volvió a pasear sus blasones en esos lugares. ¿Hemos perdido para siempre esas
regiones de conflicto? Desconocemos hasta ahora la existencia de algún plan o
programa buscando recuperar esos puntos de la geografía para volver asentar a
sus poblaciones originarias. No hacerlo será permitir que quienes ejercieron
violencia contra los pobladores de esos lugares controlen la economía y a la
anémica población que permanece en esos rincones, todo como en los viejos
tiempos de la conquista.
De las tragedias
anteriores, resultó una legislación sobre el desplazamiento interno que hoy da
pauta para el tratamiento del mismo. Es una buena ley, pues atiende los
lineamientos de los principios rectores de los desplazamientos internos de la
ONU. Pero lo que sería imperdonable es que no se observara de manera celosa su
aplicación para el caso presente, como ya ha sucedido no hace mucho al
promoverse el regreso de los desplazados de Tepuche, sin atender lo que mandata
el artículo 25 de la Ley del Desplazamiento Interno de Sinaloa.
El artículo
mencionado ordena que previo a cualquier medida de regreso, la Secretaría
General de Gobierno debe elaborar un informe en el que se prueba que las
condiciones que hicieron posible el desplazamiento han desaparecido; dicho
informe debe ser analizado en la Comisión Intersecretarial que trata el asunto
de los desplazados y, de proceder, debe ponerse a consideración de los
desplazados.
Ante el temor de
que, por presiones de los desplazados o por decisión errónea de la autoridad,
se autorice el regreso de los desplazados de los municipios de Sinaloa y
Mocorito, la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa emitirá
este jueves 3 de agosto una Medida Cautelar, promoviendo el respeto irrestricto
del artículo 25 de la Ley del Desplazamiento Interno. Hacer otra cosa, es poner
en riesgo vidas y seguridad de la población víctima del desplazamiento. Existen
no pocos malos ejemplos al respecto en el pasado.
Los
desplazamientos internos ponen en duda la estrategia de control, de estabilidad
y de gobernanza del Estado mexicano. Y replantea la necesidad de elaborar otra
estrategia que sí dé los resultados que la sociedad demanda. En estos momentos
se agradece la presencia del Ejército mexicano, la Guardia Nacional y la
Policía Estatal en la Zona Cero (coordenadas del conflicto), pero ¿por cuánto
tiempo tendrán que permanecer en ese rincón de la geografía sinaloense? ¿Su
estadía prolongada creará las condiciones de paz y tranquilidad que permitan un
sano regreso de la población desplazada? Nada está escrito. Las áreas de
gobierno que deben trabajar para prevenir este tipo de situaciones tienen mucho
trabajo por delante, para que un sexto desplazamiento masivo por razones de
violencia no se repita. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com