¡No
encontrar lo que se busca! Parece que esto quisiera decir
que
el ideal que perseguimos es tan alto que en ninguna parte se alcanza.
Rómulo Gallegos
Varios factores
confluyen para crear una atmósfera que oprime. Dentro de un mes el caso
Ayotzinapa cumplirá nueve años sin que haya visos de una solución. Será una
novena de vueltas al sol en las que se han multiplicado las malas decisiones
del juez Samuel Ventura Ramos, quien ha dejado sin responsabilidad penal a 101
acusados por la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural Isidro
Burgos. A todo esto hay que agregar el lamentable trabajo de la Procuraduría
General de Justicia de la época de Jesús Murillo Karam, con su cuestionada
“Verdad Histórica” y sumando las debilidades que exhibe el Estado mexicano (en
esta administración federal) en el esfuerzo por encontrar la verdad sobre los
hechos y la justicia plena para el multipresente caso Ayotzinapa.
Hace un mes el
Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), que acompañó las
investigaciones durante estos años, presentó su Sexto y último Informe. Ese
documento es muchas cosas para las familias de los desaparecidos, para su
escuela, para sus compañeros estudiantes y para la sociedad mexicana. ¿Por qué
lo decimos? Porque de muchos aspectos del caso y de su investigación tenemos
certezas. Y ello no implica que las mismas sean buenas. Al tomar el informe nos
pesa demasiado, no sólo por la densidad de los hechos a que se refiere, sino
por la trascendencia histórica para nuestro país.
El Sexto Informe
nos confirma que las autoridades municipales de Iguala, Guerrero, tienen una
responsabilidad directa en la desaparición de los jóvenes estudiantes, que las
corporaciones policiales de los municipios de Iguala y Huitzuco, también son
parte de los actores que violentan los derechos humanos de los normalistas.
Pero las policías estatal y federal hicieron presencia en el lugar y los hechos
de la noche del día 26 de septiembre de 2014 en Iguala. Y no hubo excepción de
autoridades en la tragedia de esa noche que cimbró las conciencias de la
opinión pública mundial, pues a elementos del Ejército mexicano también les
resulta responsabilidad. Como lo confirma el trabajo que en su momento presentó
el Subsecretario de Gobernación Alejandro Encinas.
Más allá del
Sexto Informa del GIEI seguimos recibiendo sorpresas: muy recientemente las
organizaciones Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, Fundar,
Serapaz y el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlalchinollan,
denunciaron públicamente que el Poder Judicial ha otorgado privilegios al
general Rafael Hernández Nieto, que fuera jefe del Batallón 41 de Iguala, para
que lleve su juicio fuera de prisión. Todos recordamos que el Juzgado Segundo
de Distrito en Procesos Penales Federales del Estado de México, giró orden de
aprehensión contra16 militares.
No olvidemos
tampoco, que nueve meses antes la Fiscalía General de la República tuvo el
descaro de solicitar la cancelación de dichas órdenes, mediando una fuerte
presión desde el Instituto Armado, y otros actores desde la prensa y de
posiciones de poder económico y político.Las organizaciones citadas han denunciado, y con mucha razón, que “el
general recibió un inusual beneficio para enfrentar su proceso en prisión
domiciliaria”. El 18 de agosto de este año, la jueza Raquel Ivette Duarte
Cedillo, otorgó esa medida.
Dos goles contra
cero para el caso Ayotzinapa en los últimos meses, sería una triste y lacrimosa
realidad. Qué otra conclusión podemos sacar cuando al requerirse por el GIEI
documentación de archivos de la SEDENA, sencillamente fueron negados y ahora,
de manera insólita, hay una situación de privilegio para un acusado en el Caso
Ayotzinapa.
Dentro de un mes
contaremos nueve años desde la lamentable Noche de Iguala. Y también
recordaremos que los procesos que se siguen contra los indiciados en el Caso
Ayotzinapa, son un verdadero galimatías: armados por distintas instancias del
Ministerio Público, atendidos por diversos jueces y magistrados del Poder
Judicial, difícilmente se apunta en un solo sentido en la masa de procesos. Y
una de las cosas que quedan muy claras es que la justicia, en las condiciones
descritas, difícilmente llegará para el Caso Ayotzinapa. Arribaremos al 26 de
septiembre del presente año con un sentimiento de orfandad y peleándonos contra
una idea que ronda al caso de los 43 estudiantes normalistas: Las limitaciones
del Estado mexicano las ha definido el Caso Ayotzinapa.
Puestas así las
cosas, ¿qué le queda a la sociedad mexicana? ¿Resignarse a que todo está
perdido para este y para todos los casos similares? ¿Qué futuro puede tener el
caso de los normalistas de Ayotzinapa? El primer reto es hacer conciencia de lo
particularmente difícil del caso, sin que ello lleve al desánimo y a arriar las
banderas que se izaron en su momento. La sociedad entendió que las instancias
de procuración y de administración de justicia “no son mulas que dejen flete”,
como dijeran nuestros mayores y que, por lo mismo, no podemos esperar de brazos
cruzados a que la justicia llegue, sin más. Ahora, más que nunca, la causa de
los jóvenes de Ayotzinapa reclama del activismo social consecuente para que sea
posible, en un futuro próximo, conocer la verdad sobre los hechos de la Noche
de Iguala y que la justicia se siente a la entrada de cada uno de los 43
hogares de los normalistas y del arco de acceso a la Normal Rural de
Ayotzinapa, Guerrero. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com