Septiembre es
por mil razones el mes de la Patria. En él arranca una aventura patriota para
terminar con 300 años de coloniaje y dependencia de España y en dicho mes
también se consuma el anhelo independentista. Los días 15 y 21 de septiembre
han convocado a la conmemoración de la independencia nacional. Hasta en
momentos aciagos para la Nación no han faltado fiestas y la reiteración de
ofrendar vidas y patrimonios en defensa de la integridad de México.
213 años después
de que el alegre, culto y combatido cura Miguel Hidalgo y Costilla, convocara a
tomar las armas en la madrugada del 16 de septiembre en el pueblo de Dolores,
Guanajuato, para terminar con la colonia que implicaba dependencia económica,
política, social y cultural, las efemérides mencionadas vuelven a ocupar un
lugar especial en nuestras mentes y toman vida en los gritos de ¡Viva México! para
replantear la necesidad de fortalecer coraje y actitudes frente a los retos que
vive el país y la sociedad mexicana en estos momentos.
Si bien no han
faltado traidores a los verdaderos sentimientos del pueblo, este nunca ha
aceptado engaños. En tiempos del pretendido imperio de Maximiliano de
Habsburgo, los republicanos encabezados por Benito Juárez nunca rindieron la
República. La lucha por preservar la independencia costó una larga guerra y la trashumancia
del gobierno juarista, que por las vicisitudes de la guerra no podía estar
quieto en ningún punto de la geografía nacional. Y mientras los liberales
republicanos reorganizaban ejércitos y fuerzas para derrotar a los invasores
francesas y a su caricatura de emperador, el mismo Maximiliano, creyendo que
abonaba mucho en su favor, se presentó el 15 de septiembre de 1864 en el pueblo
de Dolores a dar “el Grito de Independencia”.
El primero en
manifestar la importancia de recordar y retomar las ideas independentistas fue
José María Morelos en el documento Sentimientos de la Nación, presentado ante
el Congreso de Chilpancingo en 1813. Y el primer “Grito” en Palacio Nacional lo
dio Guadalupe Victoria, primer presidente de la República el 15 de septiembre
de 1825.
Pero los
peligros de perder la independencia fueron paridos junto a la cuna que arrulló
a México. La joven y ambiciosa Nación vecina no descansó hasta arrancar de
nuestro cuerpo geográfico poco más de la mitad del territorio nacional. Ni el
desierto ni cualquier otra razón impidieron que se consumara el despojo. El
Tratado de Guadalupe Hidalgo, que da “legalidad” a dicho despojo y los demonios
que resultaron de esa pesadilla, volvieron un infierno la vida nacional,
agravada por la continuidad de gobiernos al estilo del traidor Antonio López de
Santa Ana. Las revoluciones son los recursos de última hora del pueblo
mexicano, cuando se han intentado un y mil ensayos de solución a los grandes
problemas. Y la Revolución de Ayutla de 1854 hizo las contribuciones imprescindibles
en el terreno político, social y moral, que esculpieron el perfil de la
República cercenada en su territorio, pero vuelta en pie con una filosofía de
plena independencia dentro del territorio que salva y con una población popular
que pondrá a prueba principios, coraje y temple, cuando Francia y los traidores
que traen a Maximiliano para ungirlo como emperador. La República y su pueblo
sacaron la casta.
Al gritar ¡Viva
México! en este mes, la República nos recuerda los dolores que flagelan su
geografía y la suerte de poco más de 130 millones de mexicanos: la deuda pública,
interna y externa, que nos ata a un destino poco halagador. La quinta parte del
presupuesto federal de egresos se nos esfuma pagando los intereses de una deuda
que malos gobiernos han contratado. Y el grito de ¡Viva México! debe contener
la indignación contra esa monstruosa deuda, misma que tiene que ponerse en tela
de duda por las condiciones y circunstancia en que fue contratada. Al menos hay
que cuestionar su legalidad, su legitimidad y su moralidad. No podemos posponer
nuestro derecho humano al desarrollo económico, social, cultural y ambiental,
por los compromisos mal habidos de gobiernos irresponsables.
¡Viva México!
lleva el sentimiento solidario hacia los que menos tienen. Y ello implica que
no pasa desapercibido el diseño que el presupuesto federal tiene en la
distribución de los recursos. La salud, la educación, la creación de empleos y
la atención al derecho humano a una vivienda digna y decorosa no pueden estar
fuera de las prioridades. Ninguna Nación es soberana si una buena parte de su
población vive en la pobreza, endeudada, sin derecho pleno a la educación y sin
techo, pues el sentido de pertenencia y arraigo a un terruño, a una cultura y a
un patrimonio es el verdadero crisol en el que se forjan justicia social y
patriotismo.
¿Sigue habiendo
enemigos de la Nación? Sí, dentro y fuera de México. Los banqueros y las
grandes transnacionales no pierden de vista los recursos petroleros, el litio y
todos los minerales estratégicos. Por sus intereses se abandonaron en el país
los centros de investigación en la agricultura, también los de la industria
farmacéutica y tantas cosas en las que teníamos avances que impulsarían el
desarrollo independiente de nuestra Nación. Y frente a la coyuntura electoral
de 2024 los riesgos de retroceso no están exentos de México. Cuando hinchemos
el pecho para gritar ¡Viva México! que en ello vaya nuestra firme decisión de
cumplir con esa estrofa del Himno Nacional que dice: Mexicanos, al grito de
guerra del acero aprestad y el bridón. La determinación de luchar siempre por
la independencia de México y porque su razón de ser la felicidad y el disfrute
de sus riquezas por todas y todos los mexicanos, incluidos los pobres. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com