El
margen entre el discurso político y la realidad
se
ha abierto demasiado, cada uno anda por su lado, sin mirarse.
Leonardo Padura
Esta semana que
pasó el estrés volvió al Pleno de Sesiones de la ONU. El tema central a
discutir es el desarrollo sustentable y, empalmado a ese campo, las metas
propuestas para el próximo 2030. Que se incumplirán de antemano. Desde el
pasado mes de julio la agenda incluyó la revisión de los objetivos de agua
limpia y saneamiento, energía asequible y no contaminante, industria,
innovación e infraestructura, ciudades y comunidades sostenibles y alianzas
para lograr los objetivos. El Consejo Económico y Social, fue el conductor de
dichos análisis.
Un problema que
no se podía soslayar es la desagradable herencia que nos dejó el Covid-19. La
evaluación sobre el tema fue por regiones, pues cada rincón del planeta
enfrentó la pandemia con diferentes particularidades y desiguales recursos. Y
para hablar de la recuperación deben revisarse los saldos que arrojó en cada
región y las posibilidades de superar el crecimiento de las economías a partir
de factores como la infraestructura hospitalaria, la capacidad de los sistemas
nacionales de salud, la orientación y alcances de los presupuestos nacionales,
la magnitud de las deudas nacionales, la cultura de prevención y defensa ante
fenómenos de esa magnitud, entre otros.
En el año de
2015 se adoptó la Agenda 2030 y no le han faltado tropiezos en estos 8 años
transcurridos: contemos entre ellos las crisis financieras, energéticas,
alimentarias y humanitarias, que han desencadenado los conflictos y tensiones
entre los gigantes del planeta y que padecen las naciones que quedan en medio
de esas situaciones o que son arrastrados a los campos minados por las
dificultades por la vecindad y los intereses que dominan su vida interna. Algunos
factores más que la situación recomienda no dejar de lado son la ya prolongada
emergencia climática y el empeoramiento de la economía de un gran número de
países.
Partiendo que
2023 es la mitad del camino, y, un paso más, hacia la Agenda 2030, se acordó realizar La Cumbre sobre los objetivos mencionados.
Septiembre fue la fecha fijada. Y los días 18 y 19 pasados las obligadas citas.
Las cuentas que muchos ciudadanos en el mundo hemos sacado es que a mitad de la
jornada son mayores las pérdidas que las ganancias. Todo ello lleva a que se
evalúen los pasos dados y las medidas tomadas, con el fin de que nos
encaminemos con buena andadura hacia el 2030. Y que podamos alcanzar las metas
propuestas en 2015 si queremos que esa fecha renueve las esperanzas de un mundo
más justo y menos desigual.
Es muy
importante que se reiteren las 17 metas propuestas para 2030 y que nuestras
maneras de abordar los compromisos se modifiquen, en no pocos casos de manera
radical, pues el maquillaje de pátina no dio resultados en los 8 años
anteriores ni las posturas hipócritas de los países más contaminantes del
planeta ni la vocación guerrerista de quienes siguen haciendo el gran negocio
con la fabricación y tráfico de armas. Por eso es muy importante que los pasos
que se determine dar lleven el compromiso ineludible de lograr objetivos. Si el
fracaso nos espera al cerrar la presente década el futuro de la humanidad
tendrá una gran interrogante.
No es ningún
juego. La naturaleza ha sido la primera en protestar por el maltrato y ecocidio
cometido contra ella. Y la especie humana ha entrado en una crisis de
civilización.
En México y
Sinaloa debemos replantearnos el qué hacer desde ahora para cumplir las metas
para el cercano 2030. Para comenzar los presupuestos federal y local tiene que cambiar
de perfil. La orientación no puede seguir la ruta que nos impusieron los
banqueros y grandes agiotistas internacionales. No podemos seguir dilapidando
el 20 por ciento del presupuesto federal al pago de intereses de la deuda. Esos
recursos se necesitan para hacer frente a los retos expresados de manera muy
clara en La Cumbre de la ONU de los días 18 y 19 del presente mes. Esperamos
que el Estado mexicano y el Congreso Nacional, como parte del mismo, lo
entiendan y actúen en consecuencia.
La coyuntura que
enfrentamos ahora como una irregular y lastimosa temporada de lluvias y el
cacareado “fortalecimiento” del peso mexicano, que en la vida real nos pone en
serio predicamento, pues la temporada agrícola 2023-24 no está asegurada si en
lo que resta a la temporada de lluvias Tlaloc no rompe los vientres de las
nubes que surcan nuestro espacio y se ven henchidas del vital líquido. Hasta permanecen
un buen rato cerca de nosotros como si fuera una abierta provocación de parte
de la naturaleza hacia esta región que padece de sed. Y se van sin previo aviso
a otros lugares si es que no terminan desintegrándose engullidas por las fauces
de la crisis climática.
Hoy insistiría
en que los presupuestos nacional y estatales contemplen, sin ninguna excusa,
una nueva actitud frente al flagelo de la deuda pública y que entre las
prioridades estén el fin del hambre de las familias en pobreza extrema, reconstruir
el sistema nacional de salud para que no haya más enfermos sin posibilidad de
ser atendidos ni pérdidas de vidas por vivir en las fronteras de la indigencia.
La vivienda popular tiene que dimensionarse ahora (no el 2030), porque la
ausencia de techo propio desarraiga de la pertenencia a una sociedad sí dispone
de él. No hay verdadera democracia donde las oportunidades de vida, de trabajo,
educación y empleo, huyen de quienes hacen fila entre Los Sin Casa. Que no nos
alcance el 2030 con niños excluidos de las aulas y con el estómago vacío. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com