Texto leído en
el acto conmemorativo del noveno aniversario. El recuento de los últimos días
en el Caso Ayotzinapa nos habla de un bloqueo a las entradas de Campo Militar
Número 1 en Lomas de Sotelo, Ciudad de México, el pasado día 21. En esa acción
estuvieron Padres de Familia de los 43 estudiantes desaparecidos y poco más de
300 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa. El día lunes 18 esos normalistas
hicieron presencia ante el 27 Batallón de Iguala, donde lanzaron petardos
contra las instalaciones y quemaron una camioneta de transporte de personal a
la entrada del cuartel. La Guardia Nacional respondió con gases lacrimógenos.
Previamente, el jueves 14, un grupo de estudiantes de la Normal Rural se
presentaron a las puertas de la 35va Zona Militar de Chilpancingo, lanzando
piedras y cohetones y bloqueando la entrada con una camioneta de transporte de
mercancías. La respuesta fue una andanada de gases lacrimógenos.
Hoy se cumplen 9
años de la monstruosa noche de Iguala en la que desaparecen 43 estudiantes de
la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. El aniversario nos obliga a un balance
de lo acontecido desde la larga noche de Iguala y a reconocer las limitaciones
y posibilidades que en el futuro tenemos para conocer la verdad sobre los
hechos del 26 y 27 de septiembre de 2014, saber del paradero de los estudiantes
desaparecidos y tener el consuelo de que la justicia plena toque a las puertas
de la Normal Rural y de las casas de cada uno de los estudiantes normalistas
desaparecidos.
Cuando el Grupo
Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) presentó su Sexto y último
informe de trabajo en julio pasado, nos dijeron lo siguiente: “Existe el riesgo
de que la mentira se institucionalice como respuesta, lo cual es inaceptable”.
Y tienen mucha razón. La historia de su investigación la resumen así: El
esfuerzo fue muy complicado porque en el inicio los testimonios recabados se
obtuvieron bajo tortura; el informe muestra los distintos niveles de
responsabilidad de las autoridades involucradas en la desaparición de los 43
estudiantes; hay comunicaciones (además de las de autoridades) debidamente
identificadas en los peritajes a las que no se dan nombres y que se identifican
como redes no oficiales de SEDENA.
También se dice
en el Sexto Informe que lo que explica que todo haya pasado en una ciudad
pequeña como Iguala, son las relaciones de corrupción entre narcotráfico y
autoridades, y la visión contra insurgente que estigmatizó a los estudiantes
(los calificaron de guerrilleros). Tampoco existe ningún indicio de relación
entre estudiantes y el crimen organizado. Queda muy claro que las autoridades
de Iguala, Taxco, Cocula y Huitzuco, sí tenían esas enfermas relaciones.
El GIEI termina
haciendo estas recomendaciones al Estado mexicano: “Brindar protección efectiva
a los testigos del caso, quienes han sido perseguidos, amenazados e incluso
muerto. Brindar protección a los fiscales que sí han cumplido con su labor. Que
la Fiscalía General de la República opere con completa independencia. Atención
integral a las familias de los 43 y también de los sobrevivientes”. Todo bajo el
principio de que la salud es un derecho, no un favor que se otorgue.
Entre los
tropiezos que hay que señalar con índice de fuego están la pretendida “Verdad
Histórica”, que quisieron hacer valer Jesús Murillo Karam, Tomás Zerón y
Enrique Peña Nieto. “Verdad” que fue fabricada con elementos de tortura,
siembra de pequeños restos óseos y una narrativa de la PGR en la que se buscó
tener a salvo a elementos del Ejército y de la Policía Federal. No prosperaron.
Hoy Murillo Karam está en la cárcel por ello y Tomás Zerón prófugo por la misma
razón.
Imposible
olvidar en este espinoso proceso el papel del Juez Tercero de Distrito de
Procesos Penales Federales de Tamaulipas, Samuel Ventura Ramos, que absolvió a
José Luis Abarca, presidente municipal de Iguala, Guerrero y responsable
directo de las acciones en contra de los normalistas de Ayotzinapa la noche del
26 de septiembre de 2014. No ha sido una piedra en el camino, sino el infierno
mismo, pues 120 acusados más han recibido resoluciones absolutorias a pesar de
su responsabilidad en caso Ayotzinapa. Fue denunciado penalmente y se interpuso
una queja en su contra ante el Consejo de la Judicatura. Pero no tenemos
noticias de alguna sanción.
A nueve años de
la tragedia que sacudió al mundo, todas estas perlas que hemos mencionado nos
ponen ante una triste realidad: ni los familiares ni la sociedad mexicana hemos
tenido acceso a la verdad en el caso de Ayotzinapa y la justicia sobre el caso
aún aguarda tímida en la Escuela Normal Rural Isidro Burgos, en las plazas públicas,
en los juzgados que atienden el caso y, con más temor que nunca de encontrarse
con el inquisidor de matones, el juez Samuel Ventura Ramos.
Otra enseñanza
de esta lucha y de este caso: son los límites del Estado mexicano. El gobierno
federal es producto de un tsunami electoral en 2018. Representa una esperanza
de cambio para las mayorías del pueblo. Pudo atender la urgencia de ingresos
para los adultos mayores y los jóvenes que estudian. Ha incursionado con
algunas iniciativas en el terreno de la educación rural y lleva a cabo un
esfuerzo por rescatar petróleo y desarrollar el atrasado sureste del país. Pero
en el renglón de la seguridad ha perdido rectoría como Estado. Seguimos
lamentando la existencia de una crisis humanitaria en los renglones de homicidios,
desaparición forzada de personas y en desplazamientos internos por razón de
violencia.
La rectoría como
Estado se ejerce esencialmente con autoridades civiles. El Estado mexicano ha
abdicado a ello, pues delega funciones centrales en materia de seguridad en las
fuerzas armadas. Y luego se enfrenta a la situación que hoy padecemos: de
acuerdo al GIEI no toda la información con que cuenta el Ejército sobre
Ayotzinapa se ha puesto a disposición de la Fiscalía General de la República.
Se siguen protegiendo a no pocos responsables del Caso Ayotzinapa.
La sociedad
mexicana no puede aceptar que ya no tendremos ni acceso a la verdad ni justicia
plena para el caso. No creemos que la solución al problema sea ir a tomar
masivamente los cuarteles, como lo hicieron en días anteriores los familiares y
los normalistas, pero tampoco somos de la opinión que hay que sentarnos a
esperar que el Estado cumpla sus deberes.
El décimo
aniversario será de justicia plena y de acceso a la verdad en el Caso
Ayotzinapa. Desde ahora convoquemos a una serie de acciones que organicen a la
sociedad y que obliguen al Estado (incluyendo al reaccionario Poder Judicial) a
rendir las cuentas claras que desde la noche del 26 de septiembre de 2014
estamos esperando. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com