Los penales
constituyen un eterno campo de problemas. No pueden concebirse de otra manera
si allí van a parar buena parte de las personas que fueron juzgadas por haber
cometido un delito. No es cosa normal considerar la situación de los penales
dentro de los balances anuales de gobierno, pero dada su naturaleza y
parentesco con los renglones de seguridad y la gobernanza, debieran ocupar un
espacio importante en los informes de gobierno. De las malas conductas sociales
se alimenta la población de las penitenciarías y de las fallas del Sistema
Penitenciario se nutren las prácticas antisociales que socaban los cimientos de
la sociedad.
Esta semana se
registró un par de hechos en la Penitenciaría de Aguaruto que exigen una
explicación más completa: nos dicen que hubo fuga de un reo acusado de
feminicida y casi de manera simultánea se encuentra a una persona mal herida en
el estacionamiento de los juzgados, que luego fallecerá en un hospital de
Culiacán. Era Silverio, el reo “fugado”. Pero estos hechos nos regresan, con la
misma frecuencia en que suceden, a reflexionar sobre la esencia de las fugas,
lo que las hace posible y las consecuencias sociales de las mismas.
Hace algunos
meses se registró la fuga de Efraín en el Penal de Goros, Ahome. ¿Qué hizo posible
esa fuga? Lo ignoramos y, para mayor confusión nunca se ha informado sobre las
posibles explicaciones que permitieron la mencionada fuga. Aunque no sea del
agrado de la autoridad penitenciaria, lo cierto es que la primera inclinación a
la que estamos invitados a pensar, por lógica, es la corrupción; que siempre encuentra
cabida y amistad en las cárceles y sus anexos. En una mirada relámpago sobre
los penales encontramos seis internos que fallecieron este 2023 y que han
obligado a la Fiscalía General del Estado a la apertura de sendas Carpetas de
investigación para determinar las causas de su muerte.
La CNDH califica
de manera regular los penales de Sinaloa. Y aunque en la más reciente las
instituciones penitenciarias del estado alcanzan calificación de pase (6.1), no
pueden ocultar que en el penal de Ahome han sucedido dos homicidios, dos en el
de Culiacán, uno en la penitenciaría de Mazatlán y otro más en Angostura (el
muy conocido de la mujer tarahumara María Luisa). Todo en lo que va del
presente año. Más allá de lo lento en que fluye la información hacia la
sociedad y de lo poco que conocemos de la vida interna de los penales, es
necesario reiterar que la única posibilidad de que los CERESOS cumplan con la
función para la cual fueron creados es su cercanía con la sociedad. Cuando los
ojos y la opinión de la sociedad se involucren con la vida interna de los
penales la reinserción social de los internos vivirá una nueva etapa histórica.
Con frecuencia
hay actos violentos al interior de las penitenciarías y ello nos invita a
pensar en la responsabilidad que debe tener la autoridad cuando muere un
interno. En muchas otras ocasiones hemos señalado que en el derecho civil se
contempla una responsabilidad precisa para las personas físicas o morales a las
que se designan como custodios de algún bien mueble o inmueble: cuando se les
requiere deberán regresar dichos bienes en buen estado. El derecho penal por su
cuenta no establece ninguna obligación de la autoridad respecto a la población
penitenciaria. Si un reo pierde la vida violentamente, a ninguna autoridad de
cárceles o al Estado mismo, les resulta responsabilidad por ello.
El diputado
Adolfo Beltrán, ante los problemas cotidianos en los penales, declaró
recientemente que esas instituciones en Sinaloa “registran hacinamiento,
autogobierno y falta de normatividad”. No le falta razón. Pero en su carácter
de legislador sabe que se debe dar un paso delante, pues la normatividad no es
la adecuada, se impone una reforma penitenciaria en toda la línea. Es cierto
que de inicio no hubo la imprescindible iniciativa de convocar a un
Constituyente en Sinaloa y luego elaborar una nueva Constitución Política
local, lo que hubiera aportado también la adecuada concepción penitenciaria y
las condiciones que perfilaran el Sistema Penitenciario que reclama este siglo
y esta sociedad.
Difícil olvidar
que la humanidad carga con 69 siglos de Derecho penal y que hemos vivido y
sufrido sus limitaciones. Al privilegiar este recurso para encaminar las
conductas antisociales hemos cometido no pocos errores al pensar que entre más
severos seamos podemos inhibir el delito y las prácticas antisociales. Ni la
pena de muerte ni la tortura ni otras penas que denigran la condición humana nos
han acercado un centímetro a la solución de los problemas que esperábamos de
los códigos penales. Pero como la humanidad renunció hace mucho al desmayo
frente a sus problemas, busquemos una reforma penitenciaria que mejore esta
situación que vivimos en el Sistema Penitenciario.
El II Informe de
Gobierno debe presentar un balance del Sistema penal. Y también hacer una
propuesta para enriquecer la vida interna de los CERESOS. La reinserción o
rehabilitación social puede volverse una realidad a condición de redimensionar el
papel que juegan los CERESOS en la gobernanza. Democratizar plenamente la vida
pública pasa por humanizar el funcionamiento del Sistema Penitenciario. Ojalá
que el II Informe de Gobierno no se declare ajeno a esta emergencia social.
Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com