Se
producía en la oscuridad, en las horas malignas,
cuando
las manos se despiertan con vida propia.
Julia Álvarez
No pocas cosas
están en crisis en México. El sistema político mismo tocó fondo en 2018 y el
extraordinario comportamiento electoral del pueblo buscó darle oxígeno y una
vida de mayor compromiso social. Pero hay renglones vitales en la vida nacional
que no dejan de ser heridas sangrantes, como los homicidios, los
desplazamientos internos y la desaparición forzada de personas, que juntos
conforman una crisis humanitaria para el país. Enfrentar esos problemas no ha
sido ni es un desfile de carnaval, es verdaderamente un reto histórico para un
Estado democrático.
Karla Quintana
renunció en agosto pasado a la Comisión Nacional de Búsqueda. Sin entrar a las
razones de fondo de su dimisión, nos llamó la atención su denuncia de que el
gobierno federal pretende disminuir la cifra de personas desaparecidas del
Registro Nacional de Personas Desaparecidas, no Localizadas y Localizadas. Un
periódico de Sinaloa no dejó pasar inadvertida la noticia y se puso a hurgar en
los entresijos de las dependencias para dejar en claro la situación que guarda
el tema. El esfuerzo de la investigación arroja que en Sinaloa para 2022 el
Registro Nacional anotó 762 denuncias por desaparición, mientras que la
Fiscalía General del Estado llegó a la cifra de 962.
Inexplicable
resulta comparar el registro de personas desaparecidas entre enero y octubre
del presente año, pues para la FGE la cantidad es de 588 denuncias, mientras el
registro federal llega a 323. ¿Por qué la diferencia tan notable? ¿En qué
dependencia del gobierno federal puede haber interés especial en presentar
cifras que pretendan dibujar un fenómeno con menor estatura que la que realmente
tiene? No le encuentro punta ni molote a este asunto. No encaja bien en un
gobierno democrático ni ayuda en lo más mínimo a encontrar las verdaderas
dimensiones del problema de la desaparición forzada, mucho menos a diseñar la
solución que remedie un problema del tamaño de la desaparición forzada de
personas en México.
Hasta hoy el
comportamiento de los registros por la autoridad de Sinaloa en materia de
denuncias sobre desaparición forzada de personas tiene más parentesco con
nuestra dolorosa realidad. Y es, sin duda, la mejor medida para conocer las
proporciones del fenómeno y elaborar con mayor tino las políticas públicas que
se encaminen hacia la solución de ese problema cuyos orígenes nos remontan a
1975 en Sinaloa. Ocultar cifras sólo nos llevará a la opacidad sobre el tema, a
tratar de confundirnos sobre los alcances del problema.
El próximo año
2025 se cumplirá el medio siglo de la práctica de la desaparición forzada de
personas en Sinaloa. Por la fecha tan cercana y por la desgastante permanencia
del flagelo que priva de la libertad a hombres y mujeres sin que haya
consecuencias ante el Estado, la sociedad mexicana debe plantearse el qué hacer
para detener su lastimoso desarrollo. Todos debemos preguntarnos, si Argentina,
Chile, Uruguay, Paraguay y Perú, que padecieron dictaduras militares y que
practicaron la desaparición de luchadores sociales en los mismos primeros años
en que México lo hizo, fueron capaces de expulsar esas dictaduras y detener la
desaparición forzada, ¿por qué nuestro país sin esas dictaduras no puede
detener esa práctica nefasta?
Con motivo del
LXXV aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos y por
coincidir este año con el XL cumpleaños de la Comisión de Defensa de los
Derechos Humanos en Sinaloa, realizamos una Expo del Libro Derechos Humanos en
la Plazuela Obregón los días 8 y 9 del presente mes. Las actividades que
vistieron la Expo son dignas de mencionarse para que los interesados en
conocerlas midan los alcances de las mismas: teniendo a la vista no menos de
medio millar de textos (una buena parte de nuestra biblioteca), en la primera
jornada hubo lectura de poemas, artículos y ensayos sobre el tema razón de ser
de la CDDHS y de cada uno de nosotros.
El segundo día
tuvimos como invitado al histórico defensor y promotor de los derechos humanos
en Baja California, José Luis Pérez Canchola. La última tarde de la Expo en la
Plazuela Obregón, el defensor y protector de los migrantes en la frontera norte
regaló una brillante conferencia sobre Migración y Derechos Humanos. Nuestro
amigo conferencista le puso números a la migración, le dio rostro humano a la
situación que mujeres, niños y hombres padecen en su viacrucis por encontrar un
segundo lugar donde poder continuar la vida junto a sus familias. La migración
tiene raíces que se ubican ahora en Centroamérica, en el Caribe, en África, en
Asia y cuyo vértice es Tijuana. La solidaridad que organismos humanitarios y el
Ayuntamiento de Tijuana les brindan alimentan una desesperada esperanza, que es
su último refugio y recurso en una ciudad forjada por migrantes.
Los migrantes
que buscan una oportunidad en Tijuana para internarse en los Estados Unidos no
son los cientos de hace algunos años, son decenas de miles que ven pasar los
días y crecer el número de personas que buscan refugio o asilo temporal o
definitivo en la gran y bella Tijuana. La situación se agrava para encontrar
alimentos, cobijo y medicinas para esos migrantes cuando México acepta las
presiones de Estados Unidos para recibir a los deportados de otros países como país
alterno. Ante ello, los esfuerzos de organismos religiosos y otros de carácter
humanitario, se achican al agrandarse las demandas de asistencia. José Luis
Pérez Canchola habla de una amenaza en pleno crecimiento: la ausencia de una
política de Estado para atender el fenómeno de la migración permite el
reclutamiento forzado de los jóvenes por el crimen organizado. Y hace el
llamado urgente a detenerlo. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com