No
está mal que la política quiera abstenerse de la literatura
y
arreglarse a tiros de fusil.
Stephany
Mallarmé
En medio del
activismo y de mil cosas de la vida pública que exigen atención, hacer un breve
repaso de los libros leídos durante este 2023 es un alto obligado. Lectura y
activismo social son monedas de escasa circulación en México, pues buena parte
de la gestión ante las oficinas públicas demanda cierta capacidad de
organización y movilización, pero no profundizar en los recovecos de la
política y los intersticios del marco legal aplicable. Y también de hurgar en
las experiencias de otros movimientos sociales, sin dejar de lado la necesidad
de elaborar teoría para dimensionar mejor las causas sociales en las que
participamos. Comento enseguida la primera parte de mis lecturas.
Comencé el año
leyendo La privatización de lo público, del maestro Melchor Peiro. Es una
investigación sobre la suerte de parques, jardines y espacios deportivos en Culiacán,
en Tijuana y en las ciudades de Minas Gerais, en Brasil. Trabajo digno de mejor
suerte, por el tema y por la profundidad con que lo trata. Melchor es defensor
de La Milla y el espacio conocido como Botánico. Después vino Pablo Neruda con
Confieso que he vivido; bajo la pluma del poeta uno acompaña sus pasos a lo
largo de su productiva vida. Un momento sublime es su encuentro con Gabriela
Mistral. Alfonso Reyes esperaba por sus cuentos y no quise hacerlo esperar más.
Un viejo libro de Herberto Sinagawa me llamaba desde hacía meses: El derrumbe
del infierno. Y no quise ignorar su interesante versión sobre la historia de
Sinaloa. No me gustó que Sinagawa pusiera a tomar café a Gonzalo de Tapia en
Culiacán en 1590, pues esa aromática bebida llegó a México por 1740.
Anatole France
con La Isla de los pingüinos me hacía ojitos desde tiempo atrás, leer esa obra
fue un homenaje a Gerardo Unzueta, quien elaboró su defensa ante el juez en
1968-69 inspirado en el libro. Algunos recordarán que le llamó El tribunal de
los pingüinos. Rosaura revueltas, sí la hermana de José, Silvestre y Fermín
publicó el libro Los Revueltas. Una historia familiar. No podía perderme esa
narrativa de una familia tan entrañable para México. La Novela inconclusa, de
César López Cuadras se atravesó y no resistí leerla. Rica en el uso de modismos
regionales. Algunos de sus personajes están bien logrados, como el jefe de
policía.
Le debía una
lectura al bien recordado tocayo Oscar Lara Salazar. La Carraca me gustó y pude
reafirmar información sobre Alfonso “la Onza” Leyzaola, ese personaje que abre
las puertas al difícil y complicado Sinaloa que hoy padecemos. En la lista de
libros pendientes apareció Fernando Benítez con Los últimos años del general
Cárdenas. Benítez hace un sensible repaso de las vivencias y del diario personal
de los años que siguieron a la presidencia del general. Llegó a mis manos
Ficciones históricas, verdades literarias de Iván Gaxiola y lo leí.
La literatura de
Brasil me reclama olvido y quise acercarme leyendo Gabriela, clavo y canela, de
Jorge Amado; su lectura fue toda una experiencia sobre la vida de los pobres,
sobre todo negros en Brasil. El estilo y la inclinación por los que sufren el
maltrato y explotación humana dejaron una huella indeleble en mí. El galardonado
poeta Rubén Rivera desesperaba porque Sendero de suicidas no había sido leído. Cada
línea y cada caso son inolvidables, bien merecido el premio nacional a Rivera y
una gran pena por los poetas auto inmolados.
El veterano activista
Juan Aguado Franco, autor de La guerrilla sin nombre, narra su experiencia en
los grupos de combate. De casta le viene al galgo, dicen. El abuelo de Juan fue
villista y el nieto cobró su herencia de luchador. Encontré algunas imprecisiones
en fechas, pero las historias que narra ayudan a completar las ausencias de
información que aún tenemos. No resistí leer El enfermo imaginario de Moliere.
Consuela saber que el control de la mujer sobre su pareja no es un asunto de
nuestros días, nos viene de los abuelos. Que lo diga Argante, si no. Y también
Belisa. Otto Ruhle escribe Carlos Marx. El autor tiene una manera muy
particular de ver a Marx: gruñón y hosco. Lo atribuye a los problemas de salud.
Tuve la oportunidad de leer Los dioses tienen sed de Anatole France, que busca
escudriñar en los complicados días del Terror en Francia.
El despertador
americano de repente se me aparece al esculcar mi biblioteca. Ese breve
periódico del movimiento de Miguel Hidalgo enseña el alma y las pasiones
independentistas de México. José Gorostiza, el discreto poeta reclama una
lectura más frecuente a su obra. Muerte sin fin es más que una sentida queja
sobre el mundo en que vivimos. Y como el derecho humano a la vivienda nos atrapó
este año, hubo que entrarle a Contribución al problema de la vivienda de
Federico Engels. Y después de esa lectura, ¿cómo escapar a Mujer que sabe latín
de Rosario Castellanos? Allí desfila una constelación de mujeres brillantes en
los distintos campos de la actividad que cultivaron. Y vuelve Moliere contra
los falsos e hipócritas de la sociedad. Tartufo, clásico cazafortunas, recibe
su castigo.
Un viejo
compañero de prepa, Fortunato López Valenzuela, edita su libro Viento de junio.
Rebelión yoreme de 1769. Es un esfuerzo de investigación con méritos digno de
ser promocionado. Pedro Salmerón esperaba que La batalla por Tenochtitlán no
quedara ocupando un espacio en el anaquel. Y leí con mucho agrado esas
dolorosas y heroicas páginas y hechos, que marcaron el destino ya conocido por
todos. Recibí como regalo Yahualica, de Agustín Yañez. Por fin lo tuve a mano.
En él sobrevive la historia del enfrentamiento del coronel Tomás Limón que iba contra
Macario Ulloa (mi ancestro). Por eso lo busqué hasta por debajo de las piedras.
Y cómo perderme una historia que llevo en mi piel: Las rastreadoras. Tania del
Río, historiadora local ha rescatado varias relatos y experiencias de esa lucha
donde los familiares con desaparecidos son la respuesta a una emergencia que
nos envuelve a todos.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com