La poesía y los
poetas se vuelven referencia a cada momento. El bardo Rosalío
Morales Vargas nos dice: ̶Las
voces silenciadas de la historia/ hoy amotinan sus palabras insumisas/ y hacen
añicos relaciones opresivas.̶Es su homenaje a la mujer
en el mes dedicado a reivindicar los derechos de la misma. Y en el repaso
histórico que hace nos recuerda los oficios arriados en su vida milenaria: esas
tareas realizadas en casa y también los trabajos más diversos en la vida
económica del campo, del mar, de la ciudad, en las minas y en las montañas. Sin
olvidar las pisadas y presencia en los campos de batalla de ayer y de hoy: las
que hicieron en la resistencia contra la invasión y conquista española y
durante la Revolución de Independencia.
Nosotros
refrescamos la memoria al hacer presente las luchas de hoy que dan verdadero
sentido no sólo a la vida femenina, sino a la existencia de todos. Me refiero a
esa interminable Odisea que nació en los años sesenta del siglo pasado y de la
que no oteamos un cercano final: la lucha de las madres por la presentación de
los desaparecidos. La historia del último medio siglo mexicano no puede
entenderse al margen de la lucha por los derechos humanos, en especial por la
que realizaron y llevan a cabo las madres de quienes son víctimas de la
desaparición forzada de personas. Este 8 de marzo sus voces, sus gestos, sus
canciones, sus consignas, sus pancartas, sus lonas, sus miradas interrogantes,
sus mentadas de madre y sus pies cansados, serán un reclamo contundente al
Estado, por la deuda social pendiente y creciente ante ellas y la sociedad.
El 8 de marzo se
viste de mil aristas y siempre nos obliga a volver la vista a los cuatro
costados en busca de tópicos relacionados con la vida económica, social y
cultural de la mujer. Y la fecha se ha trenzado tanto en los tiempos que bien
nos regresa al pasado lejano y reciente en busca de las acciones femeninas que
permitieron abrir los espacios tan caros en los que hoy se desenvuelven. Y en
esas acciones que bien nos sitúan en la fundación de la gran Tenochtitlan o que
nos remiten al desembarco de Xavier Mina en la región de Soto la Marina,
también nos dicen que en la aurora de los años cincuenta, marcharon desde Nueva
Rosita, Coahuila, hasta la Ciudad de México reivindicando los derechos de sus
maridos obreros.
Pero hay un
sector proletario que se desloma en los campos agrícolas y que para desarrollar
las labores diarias como trabajadoras tienen que dejar a sus crías en una
guardería, de esas que a primera vista nos da dificultad llamarlas así, pues no
cumplen con los requisitos mínimos para albergar decentemente a los menores que
se desprenden de los brazos maternales, para que sus madres se ganen el magro pan
y la sal de sus lastimados días. Esas madres viven en inmundas cuarterías en
Juan José Ríos, en Ruiz Cortines, en Isla del Bosque y muchos otros lugares. La
desnutrición y las enfermedades rondan esas guarderías que acalambran a la más
pintada de las madres.
Reconozcamos en
el marco de esta memorable fecha a las trabajadoras del comercio. A las que
viven como esforzadas vendedoras ambulantes de nopales, de bisutería, de
productos artesanales, de juguetes y muchas cosas más y a las que despachan detrás
de un mostrador o atienden al cliente de manera directa en las tiendas
departamentales. Sufren explotación.
Las desplazadas
por razones de violencia reclaman un espacio en este merecido recuerdo, pues se
convirtieron y son el horcón del medio de sus familias. Lo prueba hasta el
cansancio su resiliencia ante todos obstáculos encontrados desde que perdieron
tierra, bienes y querencia. Son las que han tocado puertas, llenado las plazas
públicas y animado las calles con el colorido de sus prendas, con su cadenciosa
andadura y con el atractivo abanico de voces que mientras cantan a los bebés
que las acompañan, gritan en diferentes tonos consignas y demandas. Ellas han
aportado nuevos elementos a la lucha social. Las ciudades de Mazatlán,
Concordia, Culiacán, Guamúchil, Guasave y Los Mochis, son sus teatros de batalla.
Las estadísticas
pueden ganar un tono gris que busca apartarse de la opinión social, pero cuando
se relacionan con la vida, la salud y la libertad de personas de carne y hueso,
cualquier intento de marcar distancia de parte de los números por iniciativa
nuestra, no funciona. Por eso, hablar de que las estadísticas de la Fiscalía
General de Sinaloa contempla la cantidad de 4 mil 181 personas desaparecidas y que
276 son mujeres, llama poderosamente la atención. Y vaya que no son números tan
leales a una realidad que nos grita a voz en cuello que existe una cifra negra
cuyo campo no hemos podido escudriñar más allá de sus aborrecidos umbrales. Este
8 de marzo reiteremos que entre nosotros el olvido no es moneda de amplia circulación.
Al cerrar esta
columna recibo mensajes de la visitadora de la Comisión de Defensa de los
Derechos Humanos en Sinaloa, en la Zona Norte. Viajaba de regreso y luego de
pasar la ciudad de Guasave, el camión donde iba fue detenido por particulares.
Bajaron del transporte a todos los de nacionalidad mexicana y se quedaron
arriba con los migrantes de otros países. Entre ellos madres muy jóvenes con
sus niños de brazos. Nuestros connacionales no pudieron escuchar lo que les
hayan dicho. La autoridad nunca se asomó al lugar. Hay preguntas que toman la
palabra: ¿Cuál era el objetivo, extorsión? ¿Quién diablos les informó a esos
delincuentes que en dicho camión iban migrantes? De lo que no dudamos es que
llegarán a la frontera con los E U sin cinco centavos que les permita conseguir
alimentos. La autoridad tiene un nuevo delito que atender en esta ruta hacia la
frontera. Por las mujeres migrantes y sus pequeños que no dilaten en llegar las
medidas. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com