Nuestros
ojos están atentos a cualquier perturbación,
a
cualquier cambio de matiz de la oscuridad.
Lucy Foley
̶Es obvio que el futuro está lleno de
amenazas, de riesgos, de inseguridades. ̶Eso nos dice Benedetti en su cuento Vaivén, pero no lo hace interesado
en meter miedo allí donde los ánimos de lucha sufran de anemia. El
descubrimiento del horizonte con el que tropieza la utopía buscada pretende que
haya conciencia plena de esa situación, con el fin de que los recursos de que
nos valgamos sean más efectivos y no desmayen a medio camino. Y habrá que
asumir lo sinuoso y lo disparejo del camino por andar. Más frente a un problema
que ha consumido a dos generaciones de Madres con hijos desaparecidos sin
encontrar la solución final del problema.
Los medios de
comunicación han prestado interés por el tema en las últimas semanas. Y no es
para menos que así sea, pues la magnitud del problema es única en el mundo.
Contando además que bajo la situación vivida no se le ve fin a la práctica de
la desaparición de personas, mientras se complica el funcionamiento de las
instituciones creadas para resolver el problema, el crimen organizado reacciona
cuando en las búsquedas de familiares le pisan callos, en tanto la sensibilidad
de la sociedad frente a la práctica en general de la desaparición y de los
casos en particular en los que es testigo, oscila entre el miedo y la
disposición a denunciar.
Los medios han
buscado aportar datos sobre la desaparición de personas, partiendo de las
cifras oficiales y los datos que aportan los colectivos de familiares. Muy
recientemente informaron que el número de homicidios era de 1.5 diarios, en
tanto el promedio de personas registradas como desaparecidas alcanzaba el 1.7
de casos por día. Con estos números se sustentaba que la cantidad de personas registradas
como desaparecidas es superior a los homicidios, ello sin contar los restos
humanos que en búsquedas de familiares o hallazgos de civiles se encuentran. La
prensa afirmó que solo un 1 por ciento de los casos denunciados se
judicializan.
Y no ha faltado
la réplica de parte de la autoridad, quien dice: ̶ Cabe señalar que, la judicialización de
una carpeta no es la única forma de hacer justicia ya que en varias ocasiones
se localiza a las víctimas y del análisis de la carpeta de investigación se
aprecia que no existen elementos para judicializar ya que no se configura un
delito de las conductas denunciadas. Y aporta un dato más: en el año de 2023 se
resolvieron 343 carpetas. Algunas de ellas por incompetencia, pues la
desaparición de personas se llevó a cabo en otra entidad federativa. Con todo
lo expresado por la Fiscalía General del Estado no tenemos registro de que las
esperanzas de las mujeres que forman parte de los colectivos hayan mejorado. Sabemos
que recientemente hubo una revisión general de carpetas de investigación, pero
sigue nuestra interrogante sobre los avances que ello aportó a la causa de esas
incansables Madres, Esposas e Hijas.
Todo se cimbró
ante la revisión de casos por el gobierno federal. A finales de diciembre de
2023, el presidente Andrés Manuel López Obrado aceptaba la existencia de una
cifra de 92 mil desaparecidos. Instancias del mismo gobierno federal tenían un
registro de 110 mil personas desaparecidas hasta agosto de aquel año. Y que
para la fecha en que se hablaba de los 92 mil, el registro ya alcanzaba los 113
mil. La polémica no se ha hecho esperar, dando lugar a un desencuentro que nos
parece no ayuda para nada a mejorar las relaciones gobierno y familiares. Y lo
peor, no está poniendo al Estado mexicano en condiciones de resolver el
problema.
Qué bueno que
los medios no han dejado de lado este grave problema, que forma parte de lo que
hemos llamado crisis humanitaria. Nosotros retomamos el tema para insistir,
como en otras ocasiones, en que urge que el Estado mexicano elabore una
estrategia para detener la práctica de la desaparición forzada. Hasta ahora no
se ha hecho y nos preguntamos si es que las complicidades o participación
abierta de servidores públicos en la desaparición misma de personas tiene que
ver en que no se dé esa voluntad manifiesta y comprometida de detener esa
nefasta práctica en México. Y no queremos quitar el dedo del renglón, pues si
países como Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay, Guatemala, entre
otros, pudieron clausurar sus dictaduras militares y detener sus recurridas desapariciones
forzadas, ¿por qué México no ha podido detener este delito de lesa humanidad.
No hemos tenido dictadura militar, pero tampoco hemos podido parar la
desaparición forzada. Algo pasa y muy grave.
Si el Estado no
puede hasta hoy cumplir la tarea de detener la práctica de la desaparición
forzada de personas, celebremos que los familiares de esas víctimas no
guardaron silencio ni se encerraron a cuatro paredes a llorar la tragedia
familiar. Desde el primer momento, mujeres como Rosario Ibarra de Piedra,
Chuyita Caldera de Barrón, Rita Gaytán, Consuelo Carrasco, Rosario Rodríguez,
Margarita Velázquez de Alemán y muchas otras, se organizaron y se fueron a
tocar puertas de funcionario sordos y ciegos, y a ganar las calles y las plazas
públicas, reivindicando sus demandas de presentación de los desaparecidos. Los
viejos afanes y la decisión de no dar marcha atrás en la búsqueda de sus
queridos familiares están ahora muy presentes en la segunda generación de mujeres
luchadoras (rastreadoras) que hoy van a cada rincón del país donde hay algún
indicio que las lleve a encontrar a un desaparecido.
La postura del
gobierno federal en diciembre pasado, la polémica que generó y que no termina
por acabar, ha provocado mayor interés de amplios grupos sociales por el tema y
da nuevos ánimos a los colectivos de familiares con desaparecidos. Conscientes
en que el presente régimen vive sus últimos meses, todos los estratos sociales
que viven el problema de cerca como agraviados o como la parte solidaria hacia
el problema de la desaparición forzada, deben plantear de manera organizada
ante quienes encabecen próximamente el Estado mexicano los siguientes puntos
para una agenda nacional: el reconocimiento pleno del problema de la
desaparición forzada, el compromiso de enarbolar una política de Estado que
detenga la práctica de la desaparición forzada y la presentación de esa
política pública (como plan de acción) que paute esa voluntad del Estado de no
admitir ni una desaparición más. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com